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Tutti Frutti: El templo del underground, una oda a la contracultura chilanga

El documental el Templo del Underground retrata la historia del mítico bar Tutti Frutti en la Ciudad de México. Foto: Especial
Tutti Frutti: El templo del underground es un documental que celebra a un mítico lugar que a finales del siglo XX fue fundamental para la contracultura y un lugar clave de la escena musical de la Ciudad de México: el bar Tutti Frutti.
El documental dirigido por Laura Ponte y Alex Albert recupera la historia de un bar clandestino ubicado en Lindavista, en la zona limítrofe de la capital mexicana, que abrió sus puertas en 1985 con un espíritu punk y la estética del DIY (do it yourself: hazlo tú mismo) como una respuesta al oscurantismo que vivía la Ciudad de México.
El escenario del Tutti Frutti fue el lugar que vio nacer a una generación de bandas del rock mexicano. Sobre esa “tarima de cinco metros por dos” pasaron las cumbias góticas de los Caifanes, los boleros punks del Café Tacvba, el hardcore del Atoxxxico, el punk de Masacre ‘68, el new wave de Bon y los Enemigos del Silencio y el rock pachuco de la Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio.
El Tutti Frutti fue un espacio donde las bandas pudieron desarrollar su sonido y su audiencia y en los años noventa ayudó a que el rock mexicano se vinculara con movimientos sociales como el zapatismo.
El documental retrata un momento de la música mexicana poco documentado sobre un centro cultural tan importante como el CBGB’s en Nueva York o el 100 Club en Londres.
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El Tutti Frutti emergió de los escombros del sismo de 1985 como uno de los centros musicales que se convirtieron en enclaves de resistencia cultural de la Ciudad de México y punto de encuentro para las distintas tribus urbanas del entonces Distrito Federal. En la lista hay que incluir a Rockotitlán, el Bar Nueve, el L.U.C.C. (La Última Carcajada de la Cumbancha), las librerías Gandhi y el Ágora.
La política de satanización y prohibición de conciertos de rock instrumentalizada en el país por el gobierno mexicano, que surgió tras el festival de Avándaro de 1971 y que obligó a toda expresión rockera a los hoyos clandestinos y subterráneos de la periferia de la ciudad, dejó un hueco que fue ocupado por el Tutti Frutti.
El rock mexicano en los ochenta, como escribió José Agustín en su Tragicomedia mexicana, “quedó fuera del gran sistema industrial y volvió a la marginalidad, otra vez sin acceso a las grandes disqueras, a la radio comercial o a la televisión privada”
El Tutti Frutti fue un espacio de convergencia para actores, cineastas, fotógrafos, músicos y otra fauna de artistas.
El documental de Ponte y Albert reúne las voces de Brisa Vázquez (baterista de Los Esquizitos y la bartender del lugar), José Luis “Pacho” Paredes (ex baterista de Maldita Vecindad y ex director del Museo del Chopo y la Casa del Lago) y Rubén Albarrán (vocalista de Café Tacvba) para ayudar a contar y contextualizar esta fábula musical.
El templo del underground tuvo esporádicas presentaciones y finalmente acaba de tener un lanzamiento en la plataforma de streaming Amazon Prime.
El Templo del underground es una cápsula en el tiempo sobre un momento en la historia musical que se ha contado de voz en voz, pero pocas veces en un documental





