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Opinión

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Socialismo del siglo XXI

Cuando en México se defendía como un perro al peso y aquellos gobiernos nos recetaban las peores devaluaciones que haya conocido la economía mexicana, al menos los presidentes no mandaban a la policía o al Ejército a cerrar supermercados.

Hoy Venezuela y Hugo Chávez son incapaces de administrar la abundancia petrolera y el gobierno del reelecto Presidente bolivariano está sembrando problemas mucho mayores para todo ese país.

El bolívar fuerte que recetó el pasado fin de semana el gobierno de Caracas sólo existe en el nombre, porque la incertidumbre cambiaria que se ha generado en ese país será mucho mayor que las reservas que el gobierno de ese país tenga para frenar la ola especulativa.

Y aunque Hugo Chávez mande al Ejército a cerrar supermercados por subir precios, llegará el momento en que vea que la especulación y las presiones inflacionarias en las materias primas serán imparables, y que la fuerza militar no ataja la fuerza del mercado.

Los venezolanos no creen en la fortaleza del bolívar

Los venezolanos que tienen todavía efectivo se han volcado a las tiendas a comprar lo que sea.

El temor de que los bolívares que tienen en sus manos pierdan valor pronto es algo incontenible.

Los bancos, por más bolivarianos que se pinten, no garantizan el valor del dinero y con esas condiciones el ahorro no es alternativa para la gente.

El gobierno de Venezuela cree que existen dos nuevas paridades para la moneda local: la de 4.30 por dólar, para las finanzas públicas y la de 2.60 para importar medicinas y alimentos.

Pero no quiere ver la tercera paridad, de unos 6.30 bolívares por dólares que es la que priva en el mercado negro, en ese mercado que no cree una palabra de la promesa presidencial.

Hay un problema adicional y muy serio para el gobierno de Hugo Chávez: fuera de sus fronteras no hay quien pudiera abrir la cartera con confianza para apoyar un eventual rescate.

Sus principales amigos son muy dogmáticos pero poco ricos. Cuba, origen e inspiración del régimen chavista podría darle mucho, muchísimo apoyo moral, nada más. Desde Irán le mandarán, también, buenos deseos y sus aliados latinoamericanos no dudarán en respaldar políticamente a Chávez, pero dólares o euros difícilmente los podrá conseguir.

El socialismo del siglo XXI que anunció Hugo Chávez a los cuatro vientos desde hace años tiene fisuras importantes y amenaza con llevar al fracaso no a un gobierno, sino a todo un país y a sus aliados de la mano.

La República Bolivariana de Venezuela, paradojas de la vida, no tiene más que petróleo; depende de las importaciones de todo, desde productos básicos hasta manufacturas sofisticadas.

La inflación venezolana ya va en 27% antes de la devaluación y seguro que el efecto potenciador de las presiones en los precios de la devaluación habrá de generar una gran crisis.

La amenaza es tomar por la fuerza los comercios o compañías que suban precios, dice el gobierno, de forma injustificada y sí, seguro que mandará a la policía.

Cuando haya tomado la última de las empresas y tenga bajo el mando de su espada el control económico seguro que vendrá la carestía, precursora de la violencia social.

Los venezolanos han entrado en pánico. Enfrentan la incertidumbre de no saber si mañana tendrán lo suficiente para comer.

La espiral descendente del gobierno chavista podría llevar a su régimen a la desesperación que es tan peligrosa.

Venezuela no siguió los ejemplos latinoamericanos de los 80 y 90, no aprendió de México o Brasil. Ahora reescribe una historia que pinta terrible.

Lo importante es que desde acá veamos de cerca la lección para que nunca se nos olvide que ni el más rico de los populistas puede triunfar si toma caminos económicos equivocados.

ecampos@eleconomista.com.mx

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