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Capitalinos se despiden de la Palma de Paseo de la Reforma
Antes de retirar la planta emblemática de su glorieta, autoridades capitalinas y cientos de habitantes citadinos rindieron el último adiós al ejemplar con emotivos discursos y manifestaciones artísticas; el registro fotográfico más antiguo de esta palma data de 1920; ayer, muchos buscaron la selfie.
“Venimos a homenajear a la palma, a esta 'palma sola' –como diría Nicolás Guillén–, esa palma cazadora de nubes, a esa palma guardiana de los atardeceres; pero también de los amaneceres“.
Sobre una de las avenidas principales de la Ciudad de México, Paseo de la Reforma, se rindió por última vez homenaje a la palma de la Glorieta, misma que acompañó a los capitalinos por cerca de 100 años. “Una compañera cómplice de la vida que recorrió en su historia caminos largos como los de esos migrantes que han llegado a formar esta tierra llena de diversidad, esta diversidad que hace sorprendente a esta vieja y hermosa Ciudad de México”, dijo la secretaria de Medio Ambiente de la CDMX, Marina Robles García.
“Escuchó todas las historias, las historias cercanas y las lejanas; las manifestaciones por las luchas que esta ciudad ha dado y ganado; la que vivió los festejos: los del fútbol, los de los nuevos años con las y los jóvenes que han buscado el encuentro; la palma que ha servido de Rosa de los Vientos para ubicarnos en esta vertiginosa ciudad”, añadió la funcionaria.
La palmera cumple un ciclo
Héctor Benavides Meza, representante del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), explica que lamentablemente esta palmera cumplió un ciclo de vida, acorde a la duración del ciclo de vida de las palmeras y que, como todo organismo senil, organismo grande, ya no es tan resistente a los factores que nos afectan como seres vivos, en este caso, los microorganismos como hongos, virus y bacterias. “Los organismos estamos sujetos al ataque de otros organismos y este es el caso de la palmera”.
“La palmera cumple un ciclo de vida que, las fotos lo muestran, plantada muy probablemente en la primera década del Siglo XX (...) Esto me lleva a que tengamos conciencia los ciudadanos de que los árboles, aunque se vean robustos, fuertes, grandes, pues son seres vivos que tenemos que cuidar, que tenemos que atender, que tenemos que proteger y tomar en cuenta para que duren el mayor tiempo posible, otorgándonos los servicios ambientales que nos facilitan como la captura de carbono, la producción de oxígeno, la reducción de escurrimientos, la retención de contaminantes; y lo van a hacer mejor, mientras mejor se encuentren”.
Por ello aprovechó para invitar a los ciudadanos a la reflexión, para que “todo lo que nos toque hacer como ciudadanos, como funcionarios, como investigadores, lo hagamos en el beneficio del arbolado urbano para prolongar, extender esos servicios ambientales que son tan necesarios para nosotros”.
Reflexiones citadinas
Aunque no se sabe a ciencia cierta cuándo fue plantado este árbol, la Palmera se convirtió en parte de los días de los capitalinos. Por ella pasaron anécdotas buenas y también malas, ahora “la llevan a donde irremediablemente vamos a ir todos los seres vivos, que es justamente al recuerdo”, expresó Juan Becerra Acosta, cronista de la Ciudad de México.
El también periodista reflexiona: “Reforma es tan familiar, no importa qué tan lejos vivamos de ella, como lo es nuestro propio barrio, ¿no? Reforma es parte, sin duda alguna, del corazón de los capitalinos”.
Comparte: “Si nos perdemos, si nos desnorteamos y llegamos a Reforma, entonces ya nos ubicamos y ya sabemos qué camino tomar para ir a donde vayamos, porque Reforma es una avenida que nos lleva a muchísimos lugares, más, varios más, que aquellos a los que podamos llegar, aquellos físicos a los que podemos llegar siguiendo su cauce, porque Reforma nos lleva a través de sus edificios, de sus monumentos, de sus jardines, de sus bancas, de su propio nombre, de sus rotondas, de sus plazas y de sus árboles, a nuestro pasado; y, con eso, nos lleva a nuestra historia, pero no sólo eso, también nos lleva también a reconocer nuestro presente, viendo lo que pasó antes”.
Becerra aseguró en el marco de este evento que la avenida Paseo de la Reforma nos dirige y nos lleva, también nos camina al futuro, “caminando con nosotros, dando pasos al mismo tiempo y con el mismo ritmo que nosotros llevamos cuando caminamos a través de ella”.
Por su parte, Enrique Ortiz García, escritor y cronista de la Ciudad de México recordó que esta ciudad ha tenido árboles entrañables que han formado parte de su historia, árboles que han sido documentados, registrados y que, de una u otra forma, han estado vinculados con procesos históricos. Por ejemplo, el ahuehuete que murió alrededor de 1969, allá en el Bosque de Chapultepec: ese ahuehuete gigantesco llamado “El Sargento” por los propios cadetes del Colegio Militar, actualmente lo único que queda es su majestuoso tronco. No podemos olvidar el famoso árbol con forma de cruz que se ubicaba en el atrio del Templo de Santiago, ahí donde posteriormente se encontraría el Templo Mayor de Tlatelolco.
Otro árbol insigne en nuestra historia es el “Árbol de la Noche Triste”, ahora renombrado como “Árbol de la Noche Victoriosa”. Este árbol que sufrió tres incendios y que finalmente, en 1980, en enero, se daría la última conflagración que lo dejaría como un tronco carbonizado, como un símbolo de la resistencia indígena.
Sebastián, un "mini biólogo" de 11 años de edad, nos recordó lo importante que es el vínculo entre la naturaleza y las personas que vivimos en esta ciudad; “creo que haber tenido esta palma tantos años, después de venir de tan lejos, es de mucha alegría”.
Recordó que los árboles son plantas majestuosas y esenciales para todos, “nos dan oxígeno, son hogar para muchos animalitos, brindan sombra, reducen la temperatura del suelo, purifican el aire y mejoran el paisaje, y también algunas proporcionan alimentos. ¿Se imaginan cuántas vidas han pasado por la palma en 100 años? Insectos, aves, arañas e incluso algunas otras plantas llamadas epífitas, que pudieron crecer sobre ella y que les dio la oportunidad de tener vitalidad”.
Dijo que siempre la recordaremos con amor y aunque todos sabemos que las despedidas nunca son dulces, debemos recordar que todo ser vivo nace, crece, se desarrolla y muere, “así es tristemente los ciclos de la vida; y en esta ocasión, nos toca darle el adiós a nuestra hermosa y querida palma”.