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El imperio del mal

Foto: Reuters
El hombre es la única especie que asesina en masa, el único que no se adapta y destruye a su propia sociedad.
Nikolaas Tinbergen. Premio Nobel de Fisiología 1973
Nuestro país vivió recientemente el segundo día más violento de este sexenio: 118 personas asesinadas en tan solo 24 hrs. a lo largo y ancho del territorio nacional. Por una de esas coincidencias espantosas que a veces se dan en la vida, por esas mismas fechas y con lágrimas en los ojos nos enteramos de la masacre de Uvalde, una pequeña población del estado de Texas, donde un joven de 18 años despues de balear a su abuela, irrumpe en una escuela primaria para matar a 19 niños y dos de sus maestras.
La no-violencia es sin duda una muestra de lo mejor de lo humano, es la actuación suprema de la corteza sobre el cerebro reptiliano: inhibir, sujetar, limitar. Hombres y mujeres podemos ser capaces de ello, pero… ¿qué nos está pasando?, ¿por qué no todos y por qué no siempre podemos dejar de ser violentos?
En términos legales la violencia designa las acciones contra las personas, incluidos el homicidio, el asalto, el acoso o la violación. Esta definición desde luego ha variado en el tiempo y en las diferentes culturas. El sacrificio humano, el infanticidio o la tortura fueron (y desafortunadamente aún son) terribles conductas aceptadas e incluso promovidas por ciertos grupos humanos. Las preguntas detrás de estas acciones son muchas y todas preocupantes: ¿es la violencia innata?, ¿todos los seres vivos somos violentos?, ¿nacemos así?, ¿hay unos humanos mas violentos que otros?, ¿los estímulos ambientales son capaces de volvernos aún más violentos y depredadores?, ¿existe una causa y una cura para las actitudes criminales?
Estos cuestionamientos no son aún sencillos de responder, y a pesar de que la historia humana es la historia de la violencia seguimos debatiendo el tema, sin encontrar la salida de este laberinto mortal.
De acuerdo con la definición de la personalidad psicopática antisocial, del DSM V (en inglés Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, DSM, de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría) se establece que este trastorno, que cursa con violencia, se caracteriza por despreciar y violar los derechos de los demás y comienza en la infancia o en la adolescencia y continua hasta la adultez. No estamos sugiriendo que todos los jóvenes o adultos asesinos, aquí o en cualquier parte del mundo, tengan necesariamente un trastorno antisocial, pero la revisión de esta psicopatología es importante para dimensionar el grave problema que nos ocupa.
Conforme a esta clasificación, las personas que sufren estas alteraciones desde su niñez pueden mostrar conductas delictivas causales de arresto, tales como: destruir la propiedad ajena, atacar, robar, torturar animales, abusar de otros o tener incluso ocupaciones ilegales. Las personas con este desorden pasan por alto los deseos y derechos de los demás nos dice esta definición; también toman decisiones impulsivamente sin reflexión y sin consideración alguna por las consecuencias de sus actos sobre ellos mismos y sobre los demás… EL DSM agrega: "estos individuos tienden a ser irritables y agresivos y repetidamente se involucran en riñas o comenten actos de violencia física".
Pero todo resulta siempre más complejo de lo que uno cree. No todas las conducta delictivas son conductas perturbadas o enfermas ni forman parte del concepto de personalidad psicopática o antisocial. Aducir trastornos mentales para explicar el crimen es uno de los recursos más usados por las defensas de muchos criminales para aminorar sus sentencias. La diferencia entre un perturbado y un criminal es una delgada línea que aún no sabemos bien a bien como delimitar, ni predecir, ni observar hasta después que se ha consumado la tragedia. Afirmar que la violencia o el crimen pertenecen a una categoría psicopatológica, no vale para todos los casos. La sutil diferencia entre el mal en estado puro y la enfermedad mental es algo no suficientemente estudiado. Sin embargo, después de ver la brutalidad en la que estamos viviendo, me inclino por pensar que estamos viviendo bajo el imperio del mal.
