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Ajo contra el frío: Así ayuda este ingrediente a tu sistema respiratorio (y cómo integrarlo)

El ajo se ha ganado fama de “antibiótico natural”. Te explicamos qué dice la ciencia, cómo puede ayudar en temporada de frío y de qué forma incorporarlo en sopas, caldos y platos cotidianos.
El ajo (Allium sativum) se ha usado durante siglos en distintas culturas como remedio casero frente a infecciones y malestares respiratorios. Parte de esta reputación se debe a sus compuestos azufrados, especialmente la alicina, que se libera cuando el ajo se machaca o se pica y que ha mostrado actividad antimicrobiana en estudios de laboratorio.
En el terreno clínico, la evidencia es más limitada pero interesante: algunos ensayos sugieren que suplementos de ajo pueden reducir la frecuencia de resfriados, aunque no está del todo claro cuánto influyen la dosis, la forma de preparación y el tipo de extracto. Las autoridades sanitarias insisten en que el ajo no sustituye vacunas ni tratamientos médicos, pero puede formar parte de un patrón de alimentación saludable que apoye al sistema inmune.
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Por qué el ajo tiene sentido en temporada de frío
Más allá de la etiqueta de “antibiótico natural”, el ajo aporta una combinación de factores que lo vuelven interesante en la cocina invernal:
- Compuestos bioactivos (alicina y otros sulfuros) con efecto antimicrobiano y antioxidante en estudios in vitro.
- Capacidad aromática: una base de ajo y cebolla salteados potencia el sabor de sopas y caldos, lo que facilita consumir más líquidos calientes, clave cuando hay riesgo de deshidratación por fiebre o congestión.
- Versatilidad culinaria: se integra en casi cualquier preparación salada, desde un caldo de pollo hasta una pasta, sin necesidad de convertir el menú en “remedio” explícito.

Ajos para el sistema inmune
El punto no es comer ajo crudo a cucharadas, sino usarlo de forma inteligente y cotidiana en platos que reconfortan el cuerpo cuando baja la temperatura.
Crudo, cocido, rostizado: cómo aprovecharlo mejor
La forma de preparación cambia los compuestos que aporta el ajo:
- Ajo crudo y machacado: es cuando más alicina se genera, aunque su sabor es intenso y puede irritar estómagos sensibles.
- Ajo ligeramente salteado: pierde parte de la alicina, pero mantiene otros compuestos beneficiosos y resulta más amable para el aparato digestivo.
- Ajo rostizado: se carameliza, se suaviza el picor y se vuelve untuoso; es ideal para pastas o cremas que pueden acompañar sopas de invierno.
Un truco que recomiendan algunos nutricionistas es machacar el ajo y dejarlo reposar 5–10 minutos antes de cocinarlo, para darle tiempo a que se forme la alicina, y luego añadirlo a la preparación sin exponerlo a un calor extremo durante demasiado tiempo.

El caldo de pollo caliente al ser una sopa ligera y rica en líquidos, ayuda a mantener la hidratación, aportar electrolitos suaves y aprovechar el vapor caliente, que contribuye a aflojar la congestión nasal y el moco bronquial.
El ajo, integrado desde la base del sofrito, refuerza el perfil aromático y suma sus compuestos bioactivos. Una versión pensada para temporada de frío podría llevar:
Fondo de pollo con huesos y verduras (zanahoria, apio, cebolla).
Varios dientes de ajo machacados y salteados suavemente en aceite de oliva.
Hierbas como tomillo, laurel y perejil.
Opcional: un toque de jengibre fresco, que añade un matiz picante y sensación de calor.
Pasta de ajo rostizado para untar en invierno
Otra manera de incorporar ajo sin saturar tus platos es preparar una pasta de ajo rostizado:
Corta la parte superior de varias cabezas de ajo, sin pelarlas.
Rocía con aceite de oliva, añade una pizca de sal y envuélvelas en papel aluminio.
Hornea a 180 °C durante 35–40 minutos, hasta que los dientes estén suaves y ligeramente caramelizados.
Presiona los dientes para extraer la pulpa y mézclala con aceite de oliva, un toque de sal y, si quieres, hierbas finas.
Esta pasta se puede untar sobre pan tostado integral, añadir a purés de papa o de coliflor, o integrar en cremas de verduras. Es una forma de distribuir pequeñas dosis de ajo a lo largo del día, sin la agresividad del ajo crudo.



