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"La soledad de los números primos" un éxito editorial
La primera novela de Paolo Giordano recibió el premio Strega 2008 en Italia y, supuestamente, ha vendido un millón de ejemplares.

La primera novela de Paolo Giordano, La soledad de los números primos (Salamandra, $240), cuenta la historia de Mattia y Alice, dos niños que ven profundamente afectada su vida por sucesos traumáticos en la niñez. La primera parte de la novela (los sucesos traumáticos) y sus consecuencias inmediatas en la escuela y adolescencia son absorbentes y nos invitan a avanzar con velocidad. El morbo y la curiosidad como motores infalibles de la lectura.
Giordano maneja una prosa cuidada que va armando su argumento narrativo con premeditación. Expuesto en título, contraportada y un capítulo interior, la simbología matemática buscada
es evidente: esos números primos cercanos, como el 11 y el 13 que, sin embargo, nunca se tocan...
Una vez en la adolescencia, los jóvenes, se han convertido en los freaks de la escuela. Antisociales, en conflicto con los padres y la autoridad. Autoestima por los suelos, y nada de voluntad por hacer algo al respecto. Alice es anoréxica, apática y sin talento o ambiciones. Mattia, un genio matemático, con mirada científica (el autor es físico) y se corta las manos con cuanto objeto punzo-cortante se tropieza.
Con estos adolescentes deprimidos, Giordano aborda un tema doloroso y de actualidad. Uno que pretende atribuir y explicar por ese trauma primigenio. La raíz de la actitud derrotada ante la vida de sus protagonistas, una que irán contagiando a quienes los rodean. El problema viene
en la segunda mitad del libro. Uno, como lector, espera que su encuentro, aún cuando su destino matemático esté predefinido en el título y premisa de la novela, desencadene algo que los impulse
a sacudir la inercia autodestructiva de sus existencias.
Al llegar a la edad adulta, tanta azotada autocomplacencia en el dolor se vuelve cansada. Inalcanzables, son mirados con resignada (y no por ello menos agustiante) tristeza por los seres que los rodean; incapaces de ayudar o conectar con ellos.
El final es aceptable, hay que decirlo (sin decir de qué va). Lo previsible no le resta forma, aunque sí un poco de fuerza y contundencia emotiva. Nos deja pensando más en el desperdicio, que en la capacidad de redención y fortaleza del ser humano. Conviene aclarar que una novela, para ser buena, no tendría que comprometerse con una u otra visión. Pero al final de La soledad de los números primos, Giordano sólo nos deja la soledad, y su irritante regodeo en la fragilidad irreversible de la vida.
Aunque como primer esfuerzo es una novela competente, está muy lejos de lo que podría esperarse si hacemos caso a su marketing: El premio Strega 2008 en Italia, la séptima edición, o el supuesto millón de ejemplares vendidos.
BVC