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Construir a un enemigo es construir una identidad
Las imágenes de Emory Douglas definieron la identidad de los Black Panthers. Simple, violento, incontestable: el arte de Douglas es el arte de la guerra.
A finales de la década de 1960 surgió en Estados Unidos el Black Panther Party, originalmente, el Black Panther Party for Self-Defense. En el nombre y en su presencia simbólica, la pantera agazapada para atacar, llevaban inscrita la guerra y la raza. Sus fundadores: Huey P. Newton, Bobby Seale y Eldridge Cleaver, tres hombres jóvenes, cultos y provenientes del gueto, cuya actividad política los había vuelto sujetos de interés para la policía de California.
Deplorados como terroristas, radicales y criminales violentos, su influencia, la de los Black Panthers, es imborrable en el imaginario de los afroamericanos y también en el de los grupos que se consideran en resistencia. La huella cultural de los Black Panthers se puede encontrar en el cine de Spike Lee y el de Tarantino (qué divertido que los dos sean enemigos, ¿no?), en la literatura, en el discurso político. Public Enemy y Tupac, los dos grandes del hip-hop, siempre hablaron de los Panthers; Tupac fue hijo de dos militantes. Hasta Kanye West y Kendrick Lamar, tan pop, los mencionan a veces en sus canciones.
Los Panthers se hicieron a sí mismos a partir de las ideas de Frantz Fanon, el teórico de la descolonización y la negritud: La violencia es necesaria y noble cuando se trata de liberar a un pueblo sojuzgado. Para levantarse, el pueblo colonizado necesita crearse una identidad .
Identidad: eso que uno le dice al mundo sobre sí mismo, un conjunto de imágenes e historias con el que se impone una presencia.
En 1967, Newton y Seale reclutaron a un joven artista, Emory Douglas, quien no sólo creó el escudo del partido, también fue responsable de gran parte de la imagen con la que el Black Panther Party se coló a la conciencia colectiva de la contracultura de aquellos años.
El libro Pantera negra: el arte revolucionario de Emory Douglas (Alias) recoge gran parte de la obra gráfica de Douglas e incluye varios ensayos y testimonios de militantes de los Black Panthers. Todos conocieron de cerca a Douglas, pero sobre todo fueron inspirados, activados por su arte. Dice Danny Glover en el prefacio: Su arte nos infundió poder y posicionamiento sociales. Y sin duda nos hizo ser mejores .
Si se examinan los carteles y caricaturas de Emory Douglas (no hay que olvidar que Douglas después sería el editor responsable de The Black Panther, el diario del partido), lo que hay es la simpleza y la urgencia de la propaganda de guerra. Son dibujos fáciles de entender, chistosos la mayoría, violentos todos. En los dibujos de Douglas los policías son siempre cerdos, los blancos son siempre fascistas y los afroamericanos, sin falta, son figuras amenazantes, de dimensiones heroicas: sea un hacha o un Kaláshnikov, siempre hay un arma a su lado. Es realismo socialista pero con más colores que el rojo y el negro.
Fue Douglas quien ideó y compuso el retrato más famoso de Huey Newton, aquél en el que está sentado en un trono de mimbre, llevando en una mano un fusil y en la otra una lanza. El simbolismo es muy claro: la revolución negra se haría con las armas de los blancos, pero también con las de los negros originarios. Douglas interpretó de manera brillante los orígenes de la identidad de los Black Panthers.
La construcción de esa imagen mítica la de Newton y la del partido alimentada por la vida estadounidense y un África más imaginada que real, constituye claramente una identidad militante, con todas las características del término: colectiva, partidaria y combatiente.
Los Panthers tenían muy claros a sus enemigos: inicialmente era la policía que criminalizaba a los jóvenes afroamericanos, pero pronto la animosidad se trasladó a todas las autoridades blancas, opresoras, y a los símbolos de la vida impuesta por los blancos sobre la raza negra, desde la ropa hasta los nombres anglosajones. No pocas veces el Black Panther manifestó su apoyo al Vietcong con carteles en los que niños y campesinos vietnamitas eran asesinados a bayonetazos por soldados estadounidenses sin rostro. En esos carteles se lee: Vietnam no es nuestra guerra .
Toda relación antagónica es dependiente. Si pensamos en los antagonismos más binarios y simplistas, ambas partes dependen una de otra para construirse: se desequilibra la identidad del rival a base de ataques de cualquier tipo, sobre todo violentando aquello que más enorgullezca al adversario y hacerlo es reafirmar quién es uno.
En el número de julio de 1969 del Black Panther, Douglas ilustra esta idea con un dibujo que se burla del programa espacial de los Estados Unidos blancos: un cohete tripulado por cerdos aluniza; de su interior salen personas de raza negra que reciben de otros cerdos palas, herramientas de campo y latigazos: claramente, la esclavitud recomenzará en la Luna. Uno de los pasajeros se lamenta: Debimos haber detenido esta mierda antes de que despegara . El título es contundente: Lo que es bueno para el opresor tiene que ser malo para nosotros .
En ese subibaja de la identidad, ese malo-para-ti-bueno-para-mí, uno depende de su enemigo. Como en la pista, uno también es su compañero de baile.
concepcion.moreno@eleconomista.mx