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México debe ir al psicólogo
¿Qué hacer ante la violencia y la pérdida de la capacidad de individuos y comunidad de proteger la propia integridad física y emocional?
Son motivo de reflexión, por su gravedad, las manifestaciones de violencia de la población hacia la policía, en particular, y hacia la autoridad, en general, suscitadas repetidamente en nuestro país.
Sigmund Freud consideró al ser humano como un ser racional, inteligente, pero capaz de cometer los peores actos de irracionalidad en contra de la colectividad.
A la vez, existe la capacidad colectiva de superar las agresiones. Esto se conoce como la resiliencia social. Ésta es la capacidad de sobreponerse a situaciones sociales adversas e, incluso, de salir emocionalmente fortalecidos de ellas y aprovechar de manera positiva esa experiencia, de forma tal que no afecte ni la conducta, ni el tejido social.
La neurociencia considera que las personas y colectividades más resilientes han adquirido un mayor equilibrio emocional frente a situaciones adversas y de estrés, soportando mejor la presión, lo que les adjudica una mayor capacidad de control.
El sujeto resiliente puede transmitir esa cualidad a diversos grupos sociales para transformar una situación particular en colectiva y convertirla en un proceso de adaptación social positivo.
En este sentido, la población de nuestro país, principalmente los jóvenes, necesita con urgencia mecanismos que sugieran una especie de terapia psicológica que nos permita transformarnos en una sociedad resiliente.
Se ha perdido la armonía en nuestra sociedad. Ahora reina la desconfianza mutua entre sus integrantes. Todos exigen derechos y nadie reconoce obligaciones. Una gran cantidad de jóvenes quieren una sola cosa: poder adquisitivo, sin importar los medios.
Al mismo tiempo, vivimos la desigualdad social, la falta de oportunidades económicas y la corrupción. Es con base en estos males que muchas conductas antisociales se pretenden justificar.
Y cuando la población ya no se siente parte de un colectivo armónico, brota el rencor social que puede conducir a situaciones de violencia, de las cuales hay alarmantes muestras.
El sistema educativo debe plantearse muy seriamente cómo, además de elevar la calidad de la educación formal, incorpora la educación emocional y el apoyo psicológico a los niños y jóvenes, para empezar a contrarrestar una cultura resentida, egoísta, violenta y oportunista.
Al mismo tiempo, el modelo económico debe crear tejido social y detener su acelerada destrucción.
México debe acudir al psicólogo y esto puede iniciarse desde las aulas.
emoctezuma@tvazteca.com.mx