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Arte e Ideas

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La interminable cadena del deseo

Duane Cochran, pianista, bailarín y coreógrafo comenta sobre "La casa de Betty", obra con la que Aksenti Danza Contemporánea celebra 20 años.

Si hay alguien que esté buscando al hombre más trabajador del mundo del arte en México , sin duda tendría en Duane Cochran a su primer candidato y muy probable ganador.

Y es que Duane tiene dos carreras que se encuentran entre las más demandantes del mundo del arte: la de músico, como intérprete solista del piano, y la de bailarín, coreógrafo y director de su propia compañía.

Ojo, no es que estudiara las carreras de pianista, bailarín y coreógrafo, es que hizo eso y hasta la fecha trabaja en las tres vocaciones de manera simultánea.

A partir de este viernes y hasta el sábado de la próxima semana, la compañía Aksenti Danza Contemporánea celebrará con cinco presentaciones (en Los Talleres de Coyoacán, el Teatro de la Ciudad y el Palacio de Bellas Artes) de la obra La casa de Betty los 20 años que cumplen la propia compañía y su director ejerciendo uno de sus tres oficios, el de coreógrafo.

Años de formación

Tocó el piano desde los ocho años y después de concursos, locales e internaciones, por qué me dediqué mucho al piano, era lo único que hacía hasta los 18 años , comenta en entrevista Duane, que nació en Isla Guadalupe, pero que llegó de apenas dos años a Estados Unidos.

Después empecé ‘mi rebeldía’ –dice con una gran sonrisa-, en realidad a conocer otras disciplinas. Bueno, la danza. Tomé clases, pero no era algo tan serio. Fue hasta aquí, en la ciudad de México, que empecé. Mi maestro, Bernardo Benítez, me invitó a bailar en su compañía. Fue un cambio drástico, nunca pensé ser profesional.

Y luego hice un esfuerzo como coreógrafo, mi primera obra, y que gana el Premio Nacional de la Danza.

Ese premio fue lo que detonó la formación de la compañía.

Me dieron un Premio Nacional –dice con énfasis-, y dije: ‘Yo tengo que hacer algo con esto, no puedo nada más colgarlo en una pared y ya’. Entonces empezamos con la compañía Aksenti.

Claro que me di cuenta de la labor va mucho más allá que hacer una coreografía y bailar, implica muchas cosas, buscar lugares para ensayar y presentarse; el problema económico es fuerte, para las producciones y porque los bailarines tienen que comer. Yo tengo que dar conciertos para hacer dinero y poder seguir con el grupo.

Muchos grupos se forman y luego desaparecen, porque todas esas cosas que hay que hacer. Y algunos no quitamos el dedo del renglón.

¿De dónde sacaste esa perseverancia?

De mis papás. Ellos vivieron la época fuerte del racismo en Estados Unidos (aunque nacieron en Isla Guadalupe), y sobrevivieron y me enseñaron que ‘tú puedes lograra lo que quieras, puedes lograr ser lo que quieras’, pero hay que trabajar…

Mi mamá tocaba el piano, cuando yo era niño, cuando nacieron mis hermanos ya no pudo. Pero la que más me acompañó fue mi abuela. Ella se dio cuenta de que yo tenía aptitudes y prácticamente viví en su casa porque la del maestro de piano estaba enfrente .

Conversión en mexicano

Duane, aunque con un poco de acento, habla como mexicano, dice güey . Llegó a México de vacaciones, vine a visitar a unos compañeros de la escuela que trabajaban en Xalapa y me fui quedando. Me encantó Xalapa, ya ves que es una ciudad muy cultural, con compañía de teatro, de danza… y de eso hace ya 34 años .

Cuando llegué a la ciudad de México me dedicaba a mi profesión de pianista. Pase los primeros años aquí sin bailar ni tomar clase ni nada. Pero cerca de mi casa había un estudio y entré a tomar clase de nuevo y la danza empezó.

¿Cuál de tus profesiones prefieres?

Ninguna, la danza me da unas cosas y la música otras. El piano ha sido siempre una necesidad. Y la danza me da algo que no me da el piano, que es moverte por todo el espacio y hacer lo que a ti se te antoje, eres libre. Es una libertad que no te da el piano.

Y como coreógrafo creador, de poder llevar una imagen que tienes al escenario y hacer todo un espectáculo, con vestuario, luces, maquillaje escenografía, como no vas a necesitarlo.

Las tres cosas me satisfacen áreas muy distintas. Y ya como bailarín, pues ya no puedo hacer lo que hacía antes, ya el cuerpo no me da.

¿Por qué celebras con La casa de Betty?

En realidad, nada más porque es la última coreografía que he hecho, pero creo que está muy bien, muy completa, son cinco bailarines que pasan por habitaciones o cuadros que son en realidad emociones. Hay amor, desamor, soledad, pero también hay humor.

La pieza está basada en la pintura homónima del artista plástico y también coreógrafo colimense Rafael Zamarripa, tiene música diversa de Gustavo Santoalla, el Chapo de Sinaloa y Earth, Wind & Fire, por ejemplo, y textos de autores como Jorge Luis Borges, Arthur Golden y Nuria Gómez.

Es perseguir la interminable cadena del deseo , dice Duane Cochran.

mlino@eleconomista.com.mx

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