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Opinión

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¿Funcionarán las restricciones estadounidenses a las exportaciones?

Tal vez los esfuerzos de Estados Unidos por cortar el acceso de China a los semiconductores avanzados tengan más éxito que las restricciones análogas a las exportaciones tecnológicas a Francia en la década de 1960. Pero ahora tenemos, al menos un punto de datos –DeepSeek– que sugiere lo contrario.

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BERKELEY – A partir de octubre de 2022, la administración del presidente Joe Biden, lamentada por algunos, implementó restricciones a las exportaciones estadounidenses de semiconductores avanzados a China. Estos chips, una tecnología clásica de “doble uso”, alimentan la inteligencia artificial generativa y las supercomputadoras utilizadas en sistemas de armas, ciberataques y vigilancia. Igualmente, pueden mejorar la capacidad de las empresas para competir a nivel internacional; en este caso, la capacidad de las firmas de alta tecnología de China para competir con sus rivales estadounidenses.

En sus últimos meses, la administración Biden redobló la apuesta por estas restricciones, añadiendo chips de memoria de gran ancho de banda y herramientas para su fabricación a la lista de artículos prohibidos. La administración de Donald Trump, dominada por los halcones de China, está dispuesta a intensificar aún más estas medidas.

China ha tomado represalias con controles a las exportaciones de tierras raras y materiales relacionados utilizados por los productores estadounidenses. Pero la amenaza más grave es que China acelere el desarrollo de su propia capacidad para diseñar chips y construir equipos para su fabricación. Si China cierra la brecha tecnológica más rápido de lo que lo hubiera hecho de otra manera, los controles de exportación de Estados Unidos habrán resultado ineficaces o incluso contraproducentes.

Es difícil predecir el éxito o el fracaso de los esfuerzos de China, pero puede resultar ilustrativo mirar al pasado, donde parte de la historia más relevante proviene, precisamente, de Francia en la década de 1960.

Los políticos y empresarios franceses de la época percibían una amenaza económica procedente de Estados Unidos. Esta fue la época en la que el periodista y político Jean-Jacques Servan-Schreiber advirtió que Francia podía convertirse en un vasallo económico de Estados Unidos. Servan-Schreiber estaba preocupado por la invasión de Europa por parte de multinacionales estadounidenses, siendo la adquisición de la empresa informática francesa Machines Bull por parte de General Electric en 1964 un claro ejemplo.

Además, el presidente francés Charles de Gaulle se opuso al dominio estadounidense de la OTAN y se negó a poner las fuerzas de Francia bajo un mando conjunto con otros miembros de la alianza. Finalmente, retiró a Francia del mando integrado de la OTAN.

En 1964, Estados Unidos decidió denegar a la Comisión de Energía Atómica francesa licencias para la exportación de ordenadores avanzados IBM y Control Data Corporation (CDC). Estos gigantescos ordenadores centrales podrían haber sido utilizados para realizar cálculos que permitieran a Francia construir una bomba de hidrógeno, que en aquel momento sólo poseían Estados Unidos y la Unión Soviética. Una capacidad termonuclear habría permitido a Francia seguir una política de defensa independiente, sin tener en cuenta los deseos de Estados Unidos. La ingeniería inversa de las máquinas IBM y CDC también podría haber ayudado a revitalizar la industria informática comercial de Francia y a superar el triste desmantelamiento de Machines Bull.

Tal era el contexto del Plan Calcul, lanzado por el gobierno francés en 1966, cuyo nombre tan agradable le daba a la gente. El gobierno preveía invertir más de 1,000 millones de francos (unos 1,500 millones de euros en la actualidad) en la industria informática francesa durante los primeros cinco años del programa. La mitad de esa inversión la aportaría el Estado en forma de subvenciones para la investigación de empresas privadas, y la otra mitad, las propias empresas.

Para ayudar a las empresas a financiar su parte, el Estado concedió préstamos subvencionados y garantías. Un organismo adscrito a la oficina del primer ministro coordinó el plan, que supuso la fusión de dos empresas francesas para crear un campeón nacional, la Compagnie internationale pour l’informatique (CII).

El Plan Calcul fue defendido por el propio De Gaulle, que consideraba que un ejército y una economía de primera clase eran igualmente importantes para asegurar el estatus de Francia como potencia mundial, para restaurar su “grandeza”. No podemos dejar de recordar las aspiraciones del presidente chino Xi Jinping y su papel personal en los esfuerzos por impulsar la supremacía de alta tecnología de China.

A la sazón, el Plan Calcul no logró convertir a Francia en líder en el sector de las computadoras de alta velocidad. Los tecnócratas del gobierno, en lugar de trabajar en armonía con el sector privado, microgestionaron los asuntos de la CII, reservándose para sí los papeles de banqueros, empresarios, supervisores y clientes. No se concentraron en los mercados comerciales, donde la CII habría sentido los vientos fríos de la competencia, incluida la de IBM, sino en los contratos de compras gubernamentales, donde la CII podía seguir siendo gorda y perezosa. En lugar de apoyar al sector privado, las intervenciones del gobierno obstaculizaron su progreso.

Además, al formar su campeón nacional, los tecnócratas excluyeron a Machines Bull, la empresa con más experiencia, ya que ahora estaba en manos extranjeras. En lugar de complementarse entre sí, la seguridad nacional y los imperativos económicos funcionaron en contradicción entre sí.

Pero si el Plan Calcul fue un fracaso, no fue porque el régimen de control de las exportaciones de Estados Unidos fuera eficaz. Empresas como IBM se opusieron a la pérdida de negocios y pudieron obtener exenciones. La información fluía libremente entre las plantas de IBM en Estados Unidos y Francia, donde, como observó la CIA, los científicos locales podían acceder a ella. Cuando no se disponía de los ordenadores más modernos, los franceses pudieron sustituirlos por versiones ligeramente más antiguas.

Así, Francia adquirió la bomba de hidrógeno en agosto de 1968, probando con éxito un dispositivo en la Polinesia Francesa. Al final, los controles de exportación estadounidenses sólo retrasaron brevemente lo geoestratégicamente inevitable. Tal vez el último recurso de Estados Unidos a los controles de exportación sea más eficaz, pero ahora tenemos al menos un dato –DeepSeek– que sugiere lo contrario.

El autor

Barry Eichengreen, profesor de Economía y Ciencias Políticas en la Universidad de California, Berkeley, es el autor, más recientemente, de In Defense of Public Debt (Oxford University Press, 2021).

Copyright: Project Syndicate, 2025 www.project-syndicate.org

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