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Videgaray Reloaded

Dos rasgos truncaron la carrera política de Luis Videgaray: su soberbia y la invitación que le extendió a Donald Trump para que visitara Los Pinos el 31 de agosto de 2016.
El 5 de septiembre la periodista Georgina Morett me llamó para preguntarme mi opinión sobre el saldo de la visita del entonces candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos.
“Luis Videgaray tiene que renunciar”, le comenté a Morett. En efecto, el entonces secretario de Hacienda lo hizo dos días después, el 7 de septiembre.
A pocos meses de que el presidente de Estados Unidos concluya su gobierno, no es desconocida en todo el mundo una premisa categórica sobre sus interacciones con personal de la Casa Blanca, congresistas republicanos y demócratas, y jefes de Estado: la palabra de Donald Trump carece de valor.
Videgaray apostó por las relaciones personales y no institucionales para plantear un escenario diplomático: el gobierno del presidente Peña Nieto le daría un espaldarazo al candidato republicano y, a cambio, recibiría un giro en la actitud de Trump sobre el muro y la migración. No solo eso. Propinaría un duro golpe en contra de la candidatura de Hillary Clinton quien había manifestado críticas al gobierno de Peña Nieto siendo secretaria de Estado.
Error. Trump pudo haber traicionado a su propio yerno Jared Kushner con tal de seguir con las pautas electorales planteadas por Steve Bannon. En su retórica de consumo doméstico incubó odio hacia México.
La visita del presidente López Obrador a la Casa Blanca la próxima semana estaría dejando al margen un escenario de enorme importancia: Donald Trump ha provocado una crisis social en su país no vista desde los últimos 50 años a través de su indolencia voluntaria frente al asesinato de George Floyd a manos de un policía. Los 400 metros que caminó desde su oficina a la iglesia St. John’s con una Biblia en la mano, lo marcarán como uno de los episodios más desafortunados de su gobierno. William Barr ordenó el uso de gases para dispersar a los manifestantes que se encontraban en la plaza Lafayette protestando por su actitud supremacista.
Merkel negó su presencia en la Casa Blanca en una reunión del G7 en este mes. Pocos desean una foto con Trump.
El gobierno de México no puede pasar por alto un escenario que, junto al deficiente manejo de las crisis de la pandemia, han descolocado a Trump frente al candidato demócrata Joe Biden.
En la historia de las campañas presidenciales en Estados Unidos nunca se había presentado un fenómeno en el que un candidato, sin hacer prácticamente un solo acto de campaña, se encuentre por arriba en las encuestas de intención de voto sobre un candidato que ocupa el Despacho Oval.
Videgaray pudo haber reducido los efectos de la visita de Trump si la hubiera condicionado a la visita de Hillary. López Obrador lo podría hacer en esta ocasión si condiciona su visita a Washington a la presencia de Justin Trudeau. Es poco probable que el primer ministro canadiense lo haga por su mala relación con Trump.
También reduciría el impacto en caso de haber viajado a Washington el año pasado, pero no lo hizo. El último día de este mes sumará 578 días sin viajar al extranjero.
La realidad: AMLO acudirá a un acto de campaña de Trump y no será una visita de Estado como lo ha venido comentando AMLO, a menos, que Trump cambie de opinión y le organice un desfile en su honor.
La soberbia de Videgaray la confirmé el último día que lo vi. Fue en la cancillería durante su presentación como secretario de Relaciones Exteriores en enero de 2017. Nos conocimos en la época de estudiantes en el ITAM. Al terminar el desayuno, Videgaray salió del comedor del piso 22 sin dirigirme la palabra. Entendí que su soberbia ya lo había consumado. Lo escrito por Georgina Morett le molestó.
Ayer, al comentar con la periodista Martha Anaya la visita de AMLO a Washington, me dijo: Videgaray Reloaded.

