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¿Qué esperar el 16 de septiembre?
El Presidente tiene la facilidad de llevar cualquier asunto a la arena política. Ahora lo hace con las consultas solicitadas por Estados Unidos y Canadá por las violaciones al tratado comercial T-MEC. Son temas técnicos que se deben solucionar como tales sin la necesidad de arrastrarlos al terreno político. No se ha visto en ningún país que el jefe de Estado se involucre abiertamente en un conflicto comercial.
Como ya han señalado varios expertos, la defensa técnica de México es muy débil con lo que será inevitable llegar a la etapa donde el panel autorizará el derecho de imponer sanciones arancelarias por parte de nuestros dos socios para cubrir el monto del daño que sería calculado por el panel.
Lo anterior en tanto a la parte técnica. Pero políticamente, López Obrador inventó un problema donde no lo hay para discurrir una “solución” imaginaria. ¿Cuál problema inventó? Que con la aplicación del capítulo 8 del T-MEC México supuestamente cedería la soberanía sobre su petróleo y electricidad. Nada más alejado de la realidad, pero su verborrea patriotera repite una y otra vez “el petróleo es nuestro y no se vende” y ha dicho que el 16 de septiembre, con un desfile militar como escaparate, anunciará la postura de nuestro país ante el pretendido despojo de los “conservadores y extranjeros”.
Se ha especulado que ese día el Presidente podría anunciar que México abandona el tratado. Aunque depende del humor con el que se levante ese día, si bien esa probabilidad no es nula, es muy baja. Además, no es una decisión personal; el presidente tendría que someter la moción al Senado para su aprobación. Y la salida no es inmediata, se requiere avisar a nuestros socios con seis meses de antelación.
Más bien esperaríamos para el 16 de septiembre un discurso incendiariamente nacionalista y quizá llevando a cabo una de sus encuestas a mano alzada para “votar por la soberanía energética”. O sea, algo que ya está plasmado en el capítulo 8 y que no está ni en riesgo ni en discusión. Pero a la vez podría hacer un vehemente llamado a amacharse y aguantar el embate de los aranceles. Podría en represalia responder también con aranceles, desatando una guerra tarifaria donde nadie gana. Sobra decir el gran impacto negativo que se vendría sobre nuestra economía y el bienestar de la población. El populismo tiene costos económicos que sobre todo pagan los más pobres.
Se dice que López Obrador tiene una aversión obsesiva por la depreciación del tipo de cambio, a tal grado que todas las mañanas es el primer dato que le reportan. Tiene muy presente la máxima de López Portillo: “presidente que devalúa, se devalúa”. Pues alguien le debería de decir que si llegamos a la etapa de las sanciones arancelarias, no es descabellado pensar en una depreciación del peso a 28 pesos por dólar o más, además del efecto colateral de nula inversión y pérdida de empleos.
El 16 de septiembre, que debería ser una fecha festiva espontánea, la convertirá López Obrador en un circo de acarreados con un libreto de opereta bufa de nacionalismo ficticio y ramplón, sólo que las consecuencias serían una grave tragicomedia para el país.
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