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Opinión

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Pelotero a la bola

Antes de que la discusión en el Congreso por la aprobación del paquete económico del 2013 se vaya a extra innings, funcionarios de la Secretaría de Hacienda y Legisladores se enfrentaron, el pasado sábado, en un apasionante partido de beisbol. El duelo de pitcheo arrojó un marcador de 20 carreras a 12 en favor de los Legisladores.

Al parecer los Hacendarios, con el secretario José Antonio Meade a la cabeza, echaron toda la carne al asador y se reforzaron con un bateador designado de mucho peso: Agustín Carstens. Por su parte, los Legisladores, sólo priístas, fueron reforzados por el economista convertido en secretario de Salud, Salomón Chertorivski, y el gobernador de Sinaloa, Mario López Valdez, que si bien ganó la gubernatura con la coalición PAN-PRD, en cuestiones de beisbol y de política es agente libre, aunque la neta es priísta de hueso colorado.

Joel Ayala Almeida, dirigente de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE), quien por sexto año consecutivo organizó el encuentro beisbolero, y mánager -¿vitalicio?- de los Legisladores expresó lo siguiente al referirse al acontecimiento deportivo: Es una serie de eventos de convivencia con los funcionarios federales y los legisladores, aquí mandamos una señal de capacidad de diálogo, de entendimiento y de convivencia social a través del deporte .

¿Capacidad de diálogo por un partido de beisbol? En dado caso mandan una señal de sustituir el diálogo en los recintos adecuados por el juego al aire libre y disfrazados de beisbolistas.

En lo que sí estoy de acuerdo -con sus asegunes- es que el partido de marras es una convivencia social a través del deporte y también de que, como dijo don Joel, es una manera de convivir y desestresarse . Eso que ni qué.

Por su parte, el jugador y mánager del equipo de Hacienda, José Antonio Meade Kuribreña, opinó sobre la significancia del evento deportivo: Es un espacio de buena convivencia, de buen intercambio, de esparcimiento de deporte y para que se vea que cada vez que nos vemos Legisladores y Hacendarios no siempre es un torno de conflicto .

De acuerdo, en lo general, con las opiniones de ambos mánager, preguntó, en lo particular, a nombre de la afición: ¿Qué ganamos los ciudadanos con que funcionarios y legisladores hagan sus faramallas deportivas? Si contesto que nada, no faltará quien me juzgue de carroñero, amargado o negativo. Seré positivo: Sí tienen una utilidad: sirven para darnos cuenta de que la mayoría de nuestros funcionarios y legisladores no viven en el país real. Ellos viven en un México imaginario y tienen una idea diferente de cómo la sociedad, la población, los percibimos. O a lo mejor nada más soy yo, sólo es cosa mía, que al enterarme de los detalles de su evento político-beisbolero los juzgo frívolos y ridículos.

Que convivan mediante el deporte está bien. Pero, ¿qué necesidad de mandar confeccionar uniformes profesionales con números y nombres para ir un día a hacer como que se juega? Insisto en lo de los uniformes porque sospecho que éstos fueron adquiridos con dinero salido del erario. Sinceramente no creo que cada jugador haya corrido con el gasto de su ropa deportiva. Conté 24 Legisladores y 30 Hacendarios perfectamente uniformados, estos últimos hasta con sus apellidos grabados en la espalda de su ropaje deportivo -chamarras incluidas-. Más modestos los Legisladores sólo tenían número en su vestimenta y la L inicial de su conjunto en la gorra.

Me imagino que la parafernalia para jugar: manoplas, bates, etcétera, etcétera pertenecen al Deportivo del Sindicato de la Secretaría de Salud, el sitio en cuyo diamante beisbolero se efectuó el encuentro. También, supongo que cada jugador compró de su peculio sus spikes -creo que así se llaman los zapatos con los que se juega el Rey de los Deportes-. De otro modo, el abuso sería superlativo.

No es mucho lo que cuestan 54 uniformes con sus cachuchas y 30 chamarras, sobre todo si los comparamos con el millón 700,000 pesos que el secretario de Economía, Bruno Ferrari, pretende gastar, con cargo a la dependencia de su responsabilidad, en la compra de una camioneta para transportarse los 18 días que le quedan de chamba, y es nada si los contraponemos con los 16 millones de pesos que se gastó Gabino Cué, gobernador de Oaxaca, en remodelar sus oficinas. Y eso que es de izquierda.

Pero, así no haya sido mucho el costo del vestuario deportivo comparado con los suntuarios desembolsos de dinero público que los que nos gobiernan erogan en pendejadas, es un dineral si se contrasta con que en el momento en que usted lea estas líneas hay en nuestro país 58 millones de personas que no saben si mañana comerán. Y esto, con sus actitudes triviales, parece ser que lo ignoran los Legisladores y los funcionarios de Hacienda.

Cabe la remota posibilidad de que las compras de uniformes, cachuchas y chamarras hayan corrido por cuenta de los jugadores. Nada me daría más gusto que esto fuera un hecho. En caso que así haya sido y alguno de los peloteros me demostrara, por medio de una factura, que el gasto corrió por su cuenta, estoy dispuesto a retractarme y -como dirían los antiguos griegos- chingar a mi madre.

Playball

Por cierto, antes de comenzar el partido Joel­ Ayala, en tono de broma, amenazó a José Antonio Meade: Les vamos a ganar . A lo que el Secretario de Hacienda replicó: Pues los vamos auditar... si nos ganan . Frase que provocó la risa de quienes la oyeron porque sabido es que en nuestro democrático y moderno país es imposible hacerle una auditoría a un líder sindical. Si le ponemos un poco de perspicacia a lo narrado, la respuesta de Meade a la amenaza de Ayala, así sea en son de broma, tiene un trasfondo que nos conduce al terreno de la simulación, sinónimo de lo oscurito: el mítico lugar donde se desenvuelve la vida política nacional. 

Es de justicia señalar que de todos los beisbolistas que se juntaron el sábado sólo uno hizo lo que los demás debieron hacer: presentarse a jugar con ropa cómoda y unos zapatos tenis. Este pelotero fue don Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, bateador emergente de los Hacendarios al que el tremendo segunda base de los Legisladores, el número 3 en la espalda -número uno en el escalafón senatorial priísta-, Emilio Gamboa, le provocó un catarrito beisbolero al hacerle dos outs. Al terminar el juego don Agustín le reprochó a don Emilio: Fuiste mi verdugo . El Senador consoló al economista: Me comprometo a que cuando vayas a comparecer al Senado, vas a meter puro jonrón . La frase del señor Gamboa fue como un déjà vu de su memorable: Le damos pa’atrás a esa chingadera . (Qué manera de demostrar con sus dichos, aunque éstos sean de broma, que en el Senado se pueden manejar los asuntos de manera discrecional).

Por cierto, para batear Gamboa usó en su mano izquierda, según pude apreciar en una fotografía, un guante. (Aquí recuerdo la frase del legendario pelotero Lawrence Peter Yogi Berra: Uso guante a causa de mi mano ). El bateador yucateco en su primer turno al bate recibió base por bola. Luego el diputado sinaloense Jesús Valdés Palazuelos bateó un imparable para impulsar la carrera del coordinador de los senadores priístas y, por supuesto, la suya.

Por la novena de los Legisladores pitcheó el exlegislador e ingeniero Carlos Rojas Gutiérrez, quien en la parte alta de la segunda entrada le dio un pelotazo en la espalda al bateador en turno, nada menos que al Secretario de Hacienda. Cuando los presentes pensaron que el ingeniero que fuera Secretario de Desarrollo Social iba a ser amenazado con una compulsa o una auditoría se llevaron la sorpresa de que por el contrario, Meade le dio las gracias porque sólo así pudo embasarse. Al parecer el señor Secretario de Hacienda no batea ni una calabaza rodando.

Oí por ahí

Líneas arriba cité a Yogi Berra y no es la primera vez que lo hago. Al excatcher de los Yanquis de Nueva York, que jugara en 14 Series Mundiales, se le atribuye la creación de frases aparentemente disparatadas, obvias, absurdas, pero con un contenido de sabiduría. Quizás la más popular de ellas sea: Esto no se acaba hasta que se acaba .

Dicen que cuando Yogi agonizaba, desahuciado por los médicos, su esposa le preguntó en dónde quería ser enterrado. La respuesta de Berra fue: Sorpréndeme.

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