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Hay que rectificar la política del IEPS calórico
En el combate a la obesidad, hay que pasar de un enfoque prohibicionista a uno que incentive conductas sanas, opinan.
La aplicación del impuesto especial sobre producción y servicios (IEPS) a las bebidas azucaradas y alimentos de alta densidad calórica en México no ha demostrado ser una herramienta eficaz para bajar sostenidamente el consumo calórico de los mexicanos y sí ha generado distorsiones en los mercados y en el ingreso de los hogares, por lo que el gobierno debería rectificar esta medida fiscal, sostienen los miembros de la industria de consumo del país agrupada en ConMéxico, en voz de Lorena Cerdán, directora general del organismo.
La portavoz de la industria dijo a El Economista que lo anterior se sustenta en las diferentes evaluaciones que han realizado instituciones académicas y de investigación, pero en un sentido más elemental en los mismos datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y en los registros de la Secretaría de Hacienda, que refieren un alza de 13.5% en la recaudación del impuesto especial a los refrescos el año pasado, lo que refleja un mayor consumo de los mismos.
¿Han funcionado los impuestos para reducir la ingesta calórica de los mexicanos?
Definitivamente no han cumplido con su objetivo de salud pública que era inhibir o reducir el consumo de los productos supuestamente asociados al sobrepeso y la obesidad. Lo que hemos visto a dos años del impuesto es que el consumo de estos productos se ha recuperado, pero para que ello sucediera se tuvo que pagar un costo.
Sucedió que en el 2014, el primer año del impuesto, al principio sí hubo una reacción de los consumidores al cambio de precio y se detecta una reducción del consumo entre 1.9 y 6%, dependiendo de la fuente que consultes. La cifra de 1.9% es a partir de datos del Inegi, que se genera a partir de una encuesta de producción nacional. Tenemos otro estudio del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) que concluye una baja en el consumo de entre 3 y 6%; el de la Universidad Autónoma de Nuevo León, que detecta una reducción de entre 3 y 4%; el del Colegio de México, que consigna una baja de 3%, y uno del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), que documenta una baja de 6 por ciento.
Realmente, lo que sucede es que los consumidores ven restringido su gasto y hay muchas otras categorías no gravadas que se ven afectadas: productos de cuidado personal, de cuidado del hogar y otros alimentos no gravados.
En el 2015 hay otra historia, pues ahí los consumidores absorben el impacto del impuesto y además el mercado interno crece. Entonces lo que sucede es que durante el 2015 regresamos a los niveles preimpuesto, tanto de volumen y gasto, como de consumo. Es como si nada hubiera pasado.
¿El impuesto estimuló la informalidad?
Lo que sucedió en el caso de las bebidas azucaradas es que se pasó de las presentaciones más grandes a las más pequeñas, y lo que pasó en el caso de los alimentos que se gravaron con 8% es que el consumidor cambió de marca, de las más caras a las más baratas, y es ahí donde sí detectamos que hubo un crecimiento del mercado informal, porque las categorías de panificación, botanas, galletas tienen una posibilidad de sustitución mucho más amplia en el mercado informal.
¿Qué opina ConMéxico del estudio realizado por el INSP sobre el tema?
Lo que indica el estudio de Salud Pública es lo mismo que refiere el estudio del ITAM y los demás estudios: que el consumo cayó en un máximo de 6 por ciento. No hay ninguna diferencia en los resultados, si bien usan metodologías distintas. El error es decir que porque bajó el consumo de refrescos 6% tenemos un éxito. Decir que los refrescos dejaron de venderse es una visión muy simplista y limitada por diferentes razones: una, porque no se dejaron de vender en la misma proporción del impuesto, que es de 10%; dos, porque no tuvo un impacto en el consumo calórico, y tres, porque a dos años del impuesto, el consumo está recuperado.
El estudio del INSP de un resultado extrapola una conclusión que no se sustenta en la realidad.
El Instituto dice que no hicieron el análisis calórico porque no tuvieron acceso a la información, lo cual no es cierto. La información está ahí, en el etiquetado nutrimental, el cual es obligatorio. El ITAM capturó el contenido calórico del canasto de consumo analizado y concluyó que la disminución del consumo calórico fue de apenas 0.3 por ciento, es decir, 6 calorías.
¿En dónde radica el problema del sobrepeso y la obesidad?
Se trata de un problema multifactorial, sin duda, pero que siempre nos lleva a la misma conclusión: hay un desbalance entre las calorías que consumimos y las que gastamos. Si vemos esto de manera histórica vemos que el tema es que el consumo calórico va subiendo independientemente de la fuente. Es un error señalar categorías, productos o ingredientes porque eso no nos va a llevar a nada si el consumo calórico termina sustituyéndose siempre por otras fuentes y el gasto calórico no se eleva.
Estados Unidos lleva 15 años consumiendo menos azúcar y aun así su consumo calórico se ha incrementado y, con ello, su obesidad. Y así podemos llegar a la lógica de que si no son los azúcares, ahora vamos a pegarle a las grasas, pero en 15 años, por decir algo, veríamos que ya no son las grasas, sino los cereales, y así podríamos seguir indefinidamente si no atajamos el problema real, que es nuestro balance energético.
Hay quienes hablan ya de incrementar el impuesto. ¿Qué opina ConMéxico?
Primero, hay que dejar claro que no se demostró el efecto de reducir el consumo, porque no se sostuvo en el largo plazo. Suponiendo que duplicaras la tasa, lo que va a suceder es la misma historia: restringir el gasto, afectar categorías no gravadas; se va a volver a distorsionar el mercado y a fomentar la economía informal. Sucederá lo mismo.
¿Y qué pasaría con el consumo calórico, que es lo que nos importa? Si con una tasa de 10% (el peso por litro) se bajó 6 calorías, con una de 20% llegaríamos apenas a 12 calorías, es decir, prácticamente nada.
Si los impuestos no son una vía de solución, ¿qué es lo que sí se debería hacer?
Tenemos que encontrar la manera positiva de decirle a las personas cómo sí tener una vida saludable. Llevamos años diciéndoles como medios, gobierno e industria qué deben dejar de hacer. O equivocadamente: mandando un mensaje de que ser saludable es un sacrificio y ese mensaje no nos ha llevado a ningún lado.
También tenemos que buscar incentivar conductas. Voy a poner un ejemplo: hace algunas semanas surgió en París una iniciativa para pagarle algunos centavos de euro a las personas que vayan a trabajar en bicicleta. Ésos son incentivos: reducir primas de seguro, que la gente tenga índices de masa corporal adecuados, que tengan bien los niveles de colesterol, que te premien o subsidien para realizar prácticas de ejercicio, etcétera.
¿Debe eliminarse el impuesto actual?
Nuestra postura es que se corrija cualquier política pública en el marco de la estrategia que no haya cumplido con sus objetivos manifiestos.