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Queridos Premios Oscar, el mundo está mirando y espera representación
Lo mejor de la meca del séptimo arte está hecho por inmigrantes, desde la diversidad, con discursos que rompen las hegemonías de raza, creencia, género, preferencia sexual; sus premios pueden alcanzar incluso más audiencias fuera de Estados Unidos.

Foto: Reuters
La gala de los Premios Oscar no solamente es la noche pináculo de cada año para la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas en Estados Unidos (AMPAS). También se ha convertido en la mejor palestra para posicionar posturas políticas y activistas en favor de los derechos humanos, como la equidad y la migración, así como las causas ambientales.
Sin renunciar al glamur, los flashes, las pasarelas, las fiestas y la pléyade del plató reunida en un solo punto del orbe, la máxima gala para el séptimo arte en el mundo por su jerarquía mediática y económica también ha sido escenario de varios de los manifiestos de mayor alcance.
El cine se ha globalizado al ritmo de las industrias imperantes en el mundo. Su poder de influencia podría ser calculable a la par del acceso al internet y la televisión de la población mundial. La gala de los Oscar se ha convertido en un evento global. Por lo tanto, una ceremonia de este calibre, donde gran parte de la población agradecería sentirse representada, no podía continuar con una hegemonía de representación blanca, occidental y de parámetros de belleza ajenos a una abrumadora mayoría que sintoniza uno de los eventos más comentados del año.
No hay duda de que la Academia ha cobrado conciencia de inclusión por empatía, pero también lo ha hecho por la necesidad de alcance mediático, de crecimiento de audiencia más allá del otrora cómodo territorio estadounidense.
Cruces entre los ratings y la inmigración
En 2020, la 92 entrega de los Premios Oscar tuvo la peor audiencia de su historia. Fue vista en nuestro país vecino por 23.6 millones de espectadores, de acuerdo con la cadena abierta ABC, lo cual significa un 20% menos de la cantidad que sintonizó la ceremonia en 2019. No obstante, ese año fue histórico para la gala puesto que la cinta surcoreana “Parásitos”, de Bong Joon-ho, se convirtió en la primera cinta de habla no inglesa que se adjudica la estatuilla a Mejor Película, además de la de Mejor Película Internacional.
Con grandes audiencias o las mínimas históricas, el éxito de la meca del cine mundial y lo que le da razón de ser: sus películas y sus creadores, son producto de la inmigración.
El alcance de audiencia más alto en este nuevo milenio fue precisamente en el año 2000, cuando la ceremonia se hizo de 46.3 millones de televidentes. En ella compitieron cintas como “Belleza americana”, “Matrix”, “El club de la pelea” o “El sexto sentido”, prácticamente todas de producción hollywoodense pero, curiosamente, con directores inmigrantes o de ascendencia foránea, como el británico Sam Mendes, las estadounidenses pero de ascendencia polaca hermanas Wachowski, el estadounidense pero de ascendencia ucraniana Chuck Palahniuk y el indio M. Night Shyamalan.
El segundo momento más importante de captación para los Oscar desde el años 2000 no es tan distante: fue en 2014, con 43.7 millones de televidentes. En esta ceremonia el largometraje “12 años de esclavitud”, una historia sobre los inhumanos años de sometimiento de la población negra en Norteamérica, del director afroamericano Steve McQueen, se impuso como Mejor película. Entre las otras cintas en competencia estaban la espectacular “Gravedad”, del mexicano Alfonso Cuarón, que se llevó siete estatuillas; “Capitán Phillips”, del británico Paul Greengrass; “Dallas buyers club”, del canadiense Jean-Marc Vallée, o “El lobo de Wall Street”, del icónico Martin Scorsese, un orgullo estadounidense de ascendencia italiana.
¿Los ratings mundiales superan a la audiencia en Estados Unidos?
Volvamos por un momento a los ratings de las ceremonias. Hay muchas razones para el fenómeno de la baja en las audiencias en EU, no todas tan malas, calculan los especialistas. Una de ellas es la sobreexposición de las estrellas de la meca del cine occidental en las redes sociales, que produce una sensación sin precedentes de cercanía con estas luminarias, cuando antes de las redes sociales la única vía para ver a las estrellas fuera de la pantalla era a través de galas como la de los Oscar. También ha coadyuvado la diversificación de las vías, legales o ilegales, para enterarse de lo que acontece durante o en torno a la ceremonia.
Por otro lado, en los últimos años la entrega de los Premios Oscar ha podido sintonizarse en alrededor de 225 países. Una oportunidad inmejorable de captar más audiencias; ¿cómo? A través de la representación y la diversidad.
Calcular el alcance preciso es imposible, ha declarado la Academia, dado de las cadenas de muchos países no reportan sus niveles de audiencia, pero en 2016 The Hollywood Reporter se puso a hacer las cuentas de aquellos mercados que sí reportan sus niveles, entre ellos América Latina de la que México es espectador mayoritario; el Medio Oriente, Reino Unido, Japón, Corea del Sur e India (sin datos sobre el resto de Asia), los países nórdicos, Australia, Rusia y gran parte de Europa. La suma es de prácticamente 28 millones de televidentes mundiales, sin Estados Unidos y con muchos mercados sin medir. Con esta ambigua referencia, algo sí parece claro: el alcance global de los Oscar fuera del país vecino puede ser incluso superior a los niveles de audiencia local.
Los datos lo dicen, Hollywood debe seguir mirando al exterior y abrazar el discurso de equidad y diversidad. Los mensajes políticos y en favor de los derechos no dejarán de escucharse en la ceremonia. La Academia tiene por delante mucho por incluir, por igualar, deshegemonizar y deconstruir. La gala de los Oscar ha sido un caldo de cultivo sobre la diversidad que hoy en día lo ha permeado todo. El paso es natural y obligado.
Entre las producciones nominadas de este año se encuentran “Nomadland”, una cinta de la realizadora china-estadounidense Chloé Zhao, ganadora del León de Oro en La Biennale, que propone reivindicar —vaya coincidencia— a la migración como un fenómeno tan natural como respirar; “Judas y el mesías negro”, del director afro Shaka King, sobre un suceso durante la lucha por los derechos de la comunidad afroamericana en Estados Unidos en los años 60; “The father”, que aborda el tema de la vejez y la vida digna, de producción británica y dirigida por el realizador francés Florian Zeller; “Promising young woman” (o Hermosa venganza), que narra la historia de una joven que busca venganza de todos los hombres que le han hecho daño a lo largo de su vida, dirigida por la realizadora británica Emerald Fennell, y por supuesto “Minari”, una cinta más sobre los menesteres de la migración, hablada en dos lenguas y dirigida por el realizador de ascendencia surcoreana Lee Isaac Chung.
Diría la canción: por esto y muchas cosas más, vale la pena sintonizar la gala de este domingo. Atención a los discursos porque no dejarán se ser políticos.