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Arte e Ideas

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Pero... ¿y los gitanos?

La puesta en escena de Marcelo Lombardero es una decorativa : podrá desatar el aplauso del público pero está muy lejos de ser un canto sobre la libertad y el amor rebelde.

Lo primero es reconocer que en el INBA hicieran caso de que la ópera Carmen de Marcelo Lombardero fuera presentada en el Palacio Bellas Artes, el mejor recinto de México. El año pasado fue montada en el Julio Castillo, con el teatro en reparación y estuvo literalmente sobre el cascajo…Pero ésos son polvos de aquellos lodos , ahora se ha hecho justicia, como corresponde a la categoría y trayectoria del director argentino. Obviamente la representación ganó en espectacularidad, aunque persisten los errores.

El asunto es que en la función de estreno de Carmen, el 17 de marzo, atestiguamos que Lombardero ha hecho un invento equiparable al choripán sin chorizo… y sin pan. Al menos esto es lo que resulta al ver la obra cumbre de Georges Bizet, con su música y sus diálogos, pero ¡sin gitanos! Y éste no es un mero prurito: en 1824 Puskin publicó el poema Los gitanos, traducido al francés por Prosper Mérimée, quien escribió a su vez la novela Carmen (1845) en la cual se basaron Halévy y Meilhac para hacer el libreto de la ópera Carmen (1875). Resulta obvio que la pieza demanda la presencia de los gitanos, de su vestimenta, de sus bailes, de su modo de ver la vida… No es opcional: es como pretender realizar una Evita Perón… sin argentinos.

Desgraciadamente en el mundo cobra fuerza una corriente que consiste en hacer puestas bonitas , decorativas , ornamentales , que buscan dar el gatazo . La Carmen de Lombardero es una obra decorativa que podrá desatar el aplauso del público, pero que está muy lejos de ser -dicho sin profundidades metafísicas– un canto sobre la libertad y el amor rebelde ( L’ amour est un oiseau rebelle ) como lo proponía Bizet.

En cuanto a las voces, la mejor de la noche fue la soprano Leticia de Altamirano (Micaela), quien posee una bella voz, bien educada, quien mantuvo su línea y su buena actuación dramática.

Lo mismo sucedió con el tenor Dante Alcalá, quien ya nos tiene acostumbrados a realizar buenos papeles. En cambio Carmen, interpretada por la mezzosoprano Luisa Francesconi –inmersa en esta tendencia de lo decorativo – aunque es muy guapa, con presencia escénica, su voz no le ayuda. Tiene un regular manejo de la técnica y notamos que se apoya demasiado en sus resonadores superiores, lo que producía por momentos un efecto poco agradable.

En cuanto a la orquesta (dirigida por Srba Dinic), funcionó bien en términos generales con algunos tropezones. Por lo que pudimos gozar de esa música festiva, pegajosa, elegante, colorista, bien orquestada. En cuanto a los coros, funcionaron admirablemente, levantaron la obra en momentos en que los cantantes sonaban débiles. Dicen que no es la acústica, pero…

LAS PIFIAS

Una lista más extensa puede encontrarse en nuestra edición de Internet, aquí solo destacaremos que Lillas Pastia aparece como un homosexual que es ridiculizado en la obra al exagerar su comportamiento afeminado; se trata de un recurso barato para provocar la risa del público, y el mal gusto el video de la Fiesta Brava ya que –aparte de obligarnos a presenciar la tortura y muerte de estos animales–, hace un parangón con el maltrato a las mujeres al aparecer varias fotos de féminas golpeadas.

La exclusión de los gitanos en esta ópera, la burla al homosexual y el parangón del maltrato a los toros con el de las mujeres habla muy mal de Lombardero en cuanto al respeto a las mujeres, a las minorías… y a los animales.

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