La casa de los cubos, un libro que dispara la interpretación

Es muy común que un libro con una historia bien contada, interesante y entretenida dé pie para hacer una película. Para no ir muy lejos y en el ámbito de este espacio -la literatura infantil y juvenil- recuerde la película Hugo, de Martin Scorsese, y Los juegos del hambre; ambas provienen de libros. Cada día, también, es más frecuente que los cómics sean adaptados al lenguaje cinematográfico. Lo que no es muy habitual (todavía) es que un corto animado inspire un libro.

Este es el caso de La casa de los cubos, libro inspirado en La Maison en petits cubes que obtuvo el Oscar al mejor corto animado en el 2009.

Después de ese éxito y, tal vez, por el gusto del libro como objeto permanente, el ilustrador se dio a la tarea de adaptar su historia a otro formato y a otro público: el papel y los niños. Pidió ayuda al escritor Kenya Hirata y entre ambos hicieron este libro-álbum. El corto es mudo y no está pensado especialmente para niños; el libro, en cambio, está inserto en una colección infantil y el texto sí está pensado para lectores pequeños: es corto, las frases son sencillas y la tipografía tiene buen tamaño para chicos.

La casa de los cubos es la historia de un abuelo viudo y solitario que vive en su pequeña casa sobre el mar. ¿Por qué la casa está sobre el mar? No lo sabemos, sólo hay evidencia de que cada cierto tiempo el nivel del agua sube y cuando ocurre, el viejo construye otro piso sobre su casa, traslada sus pertenencias y sus recuerdos van sumergiéndose cada vez más.

Pasar las páginas de este libro es como abrir un diccionario de ideas afines. Una imagen remite a un adjetivo y éste a un sustantivo y éste a un verbo; distintos verbos que, a su vez, forman ideas cercanas relacionadas con lo que se está mirando para, al final, sacar a la superficie y con palabras propias lo que se acaba de leer entre el texto y las ilustraciones.

Palabras y conceptos como nostalgia, desvaído, borroso, reminiscencia, vestigios, pasado, amor, vida, recuerdos, ruinas, arqueología, sumergir, rescatar, morir, recordar, soñar, escarbar, habitar, fin, nacimiento, reunión... vienen a la mente y el libro se despliega como un canto al amor eterno, a los recuerdos, a las raíces; o bien, como una crítica a la soledad, al abandono, al olvido, al descuido que tenemos con la naturaleza... Las lecturas son infinitas y cada lector será transportado adonde lo lleven sus referentes.

En realidad, así es como trabajan los libros-álbum: disparan la interpretación simbólica. Por esto son tan importantes para los niños (y también para los adultos que hemos perdido mucha capacidad para leer imágenes), pues brindan elementos para interpretar, asociar ideas, imaginar historias y comprender sentimientos.

En La casa de los cubos la técnica (acuarela), los colores, el trazo indefinido, las imágenes transparentes y borrosas, y el tema nos zambullen en un mundo nostálgico, onírico y extraordinario que hay que dilucidar y, precisamente, éstos son los elementos que, al ser esclarecidos, ayudan a leer un libro-álbum con un niño: ¿por qué al autor escogió estos colores? ¿Sería lo mismo si hubiera decidido usar otra técnica? ¿Por qué compuso la página de tal manera? ¿Qué muestran los personajes? ¿Por qué hay márgenes en algunas páginas y en otras no? ¿Qué te hace sentir? Todo lo que está en un libro-álbum está allí por alguna razón y, a veces, sirve hacer el ejercicio de pensar por qué, pero tampoco hay que olvidar que los libros para niños están hechos con la misma finalidad que se hacen para adultos: para pasar un buen rato, para soñar, para pensar… y no siempre tienen que enseñar algo. La idea es que disfruten, todo lo demás llega naturalmente.

Los niveles de lectura que ofrece La casa de los cubos son muchos, tanto para chicos como para grandes; su final es positivo y sugerente, y su calidad estética, muy alta.

• La casa de los cubos
• Aurtores: Kunio Kato ?(ilustraciones) y Kenya ?Hirata (texto)
• Editorial: Adriana Hidalgo
• Páginas: 48