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Piedritas en el zapato
Opinión
En un texto para Project Syndicate, Dani Rodrik escribió que la mejor manera de responder a un bully como Trump es mantener la calma, retroceder y dejar que se siga golpeando a sí mismo. Para el economista turco, responder con la misma moneda —por ejemplo, mediante la imposición recíproca de aranceles por parte de México o Canadá— sería un error, ya que, en última instancia, perjudicaría a sus propias economías. Es cierto que en un mundo globalizado una escalada de represalias comerciales no conviene a nadie, pero la verdad es que nadie tiene una receta probada para lidiar con Trump.
La presidenta Claudia Sheinbaum tampoco la tiene. No obstante, ha encontrado algunos paliativos para gestionar la relación con Estados Unidos. Su enfoque disciplinado y de “cabeza fría” ha sido relativamente efectivo para preservar la relación comercial de la que depende la estabilidad económica del país. Subrayo que se trata de un éxito relativo y de remedios temporales. La volatilidad trumpista es realmente la única constante, y los irritantes en la relación bilateral son muchos y variados. Piedritas en el zapato, vaya.
La amenaza de aranceles a México y Canadá persiste, y en unos días vence el plazo de un mes que Sheinbaum acordó con Estados Unidos. ¿Aranceles del 25% a las exportaciones mexicanas? Tal vez sí, tal vez no. Nadie lo sabe. Trump puede decir una cosa hoy y actuar de otra manera mañana, como ha quedado demostrado reiteradamente desde el 20 de enero. Puede mantener la espada de Damocles sobre México simplemente al alegar falta de progreso en combate al narcotráfico. Así que para quienes celebran el reconocimiento a la presidenta por aquella campaña de que el fentanilo mata, lo cierto es que, en términos prácticos, resulta bastante irrelevante.
Irrelevante porque Washington ve lo mismo a México, a Canadá o a sus aliados europeos con sospecha y desprecio. El vicepresidente J.D. Vance lo dejó claro hace unas semanas en Múnich. Además, apenas este lunes, Estados Unidos se unió a Rusia para votar en contra de una resolución de la Asamblea General de la ONU que condenaba la guerra de Rusia contra Ucrania. Más claro ni el agua: las normas formales e informales que han regido la relación de Estados Unidos con el mundo durante décadas se están desmoronando.
Y si titulé este texto piedritas en el zapato es porque la relación bilateral está repleta de ellas. No se trata únicamente del tema migratorio o de seguridad —vaya que hay mucho de dónde cortar en este renglón—. Esta semana, por ejemplo, el Congreso mexicano aprobará una serie de leyes que modificarán sustancialmente el panorama energético del país. Se trata de una legislación de más de mil páginas que, aunque incluye elementos positivos, contiene también disposiciones potencialmente problemáticas con Estados Unidos. Entre ellas destaca el funcionamiento de la nueva Comisión Nacional de Energía, una especie de regulador que sustituirá a la Comisión Reguladora de Energía y a la Comisión Nacional de Hidrocarburos, y que podría actuar de manera discriminatoria para favorecer a Pemex y a la CFE.
En su audiencia de confirmación ante el Senado estadounidense, el representante comercial de Trump, Jamieson Greer, reiteró su preocupación por las políticas energéticas de México y señaló específicamente las medidas que favorecen a las empresas públicas del Estado. Por supuesto que México tiene todo el derecho de hacer y deshacer su Constitución. Pero en un momento geopolíticamente tan complicado, al país no le conviene seguir sumando piedritas en el zapato. Cada una representa un riesgo latente con el potencial de convertirse en un tropiezo mayúsculo mañana.