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Opinión

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La politiquería

Una de las palabras favoritas del presidente López es “politiquería”. Es una palabra milusos que aplica en varias situaciones. En esta semana la utilizó por lo menos tres veces para referirse a varios temas. Con relación al asesinato de la periodista Lourdes Maldonado y las críticas que recibió por no atender su petición de protección, hecha en marzo de 2019 en la mañanera, el mandatario se defendió señalando que eran politiquería de quienes usaban el tema para denostarlo. 

La usó también para atacar a quienes demandaron que se enjuicie a Hugo López Gatell por las pifias y negligencia con la que ha conducido el combate a la pandemia de la Covid-19 y que ha causado miles de muertes. Ya se sabe que la FGR procedió con esta acusación a instancias de familiares de personas que fallecieron de esta enfermedad. “Politiquería” llamó el presidente a las acusaciones contra su protegido, agregando que era una “dicha” contar con López Gatell.

En tercer lugar, se refirió a los señalamientos que ha recibido por las nulas medidas que se han tomado ante el crecimiento desbordado de los contagios producidos por la variante ómicron y las muertes y hospitalizaciones que van en ascenso. También se ha objetado la resistencia del gobierno federal para vacunar a los menores de edad sin comorbilidades, tal y como lo señaló la Organización Mundial de la Salud (OMS).  “Politiquería” llamó a dichos señalamientos.

Pero ¿qué quiere decir con politiquería? El diccionario de la Real Academia define politiquería como la acción de politiquear y esta, a su vez, significa: Intervenir o brujulear (¿?) en política/ Tratar de política con superficialidad o ligereza/ Hacer política de intrigas y bajezas.

Los seguidores de López Obrador aseguran que los opositores y críticos del presidente se “aprovechan” de los sucesos arriba señalados para atacarlo. Tienen razón. Parte de la política es utilizar los errores, omisiones, mentiras, exageraciones, opacidades e incapacidades de los contrarios. AMLO hizo lo mismo cuando estaba en la oposición y ahora como presidente lo sigue haciendo. A veces, la lucha política lleva a las “guerras” “negras” o “sucias”, es decir, atribuir a un contrario algo que no ha hecho o dicho. En general, el criterio usado en democracia es que se deja a los votantes el creer o no esta clase de campañas. Es mejor esto que la prohibición cuando no hay parámetros claros para calificar lo que se debe vedar o permitir. Estas guerras sucias caen dentro de lo que se podría entender como politiquería y, en este sentido, no hay mayor campeón actualmente que el propio presidente López. No hay mañanera o declaración en la que no mienta, exagere, omita o acuse en detrimento de la imagen de medios, políticos, intelectuales o periodistas.

Para justificar sus excesos, el presidente asegura que es el mandatario más atacado desde Madero. Probablemente esto es cierto, pero lo es por dos razones. En la historia reciente, solo Echeverría y Salinas de Gortari habían tenido una exposición mediática importante, pero ninguno como el actual mandatario. López Obrador tiene mucho que decir y poco que informar. En segundo lugar, el fracaso de su administración en economía, seguridad, salud, política social, etc., lo hace indefendible con argumentos sólidos.  Lo real es que el actual ejecutivo es criticado, pero no por ser el heraldo de un cambio, sino porque en su ejercicio presidencial guarda todas las características que han lastrado la vida pública mexicana: opacidad, hipocresía, corrupción e ineficacia. 

No es extraño que haya tantas objeciones y críticas a sus dichos y decisiones, que sólo como una graciosa concesión pueden ser llamadas políticas. En este sentido, callarse significaría ser cómplice de las mentiras y de la ineficacia.

La muerte de periodistas no se da en el vacío, hay un contexto. Tenemos un presidente que prefiere denostar a los medios y a los periodistas que a los criminales. ¿Por qué creer que le interesa el bienestar y la seguridad de los comunicadores? Las primeras declaraciones luego del asesinato de Lourdes Maldonado ejemplifican este desinterés. El fiscal de Baja California dijo que la habían matado fuera del horario de su protección. El presidente, por su parte, declaró que la comunicadora no estaba protegida por el gobierno federal. El muy mexicano: “yo no fui”. En ambos casos, se mostró el deseo de rehuir cualquier responsabilidad antes que el interés en resolver el problema de la inseguridad en la que viven comunicadores y periodistas.  

Así que, en efecto, el presidente López tiene razón: hay mucha politiquería alrededor de lo que pasa en nuestro país, pero él es el que mayor y mejor uso le da a esa politiquería. 

Por lo demás, dado el estado de México y del mundo, ¿alguien sabe bien a bien dónde diablos está la frontera entre política y politiquería?

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