Lectura 5:00 min
"Los asesinos" explora la podredumbre moral
La obra se estrenó la semana pasada en Teatro El Milagro, en ella somos testigos de unos personajes que han auto desgarrado sus vidas y corrompido su propia afectividad.
A juicio del dramaturgo y director teatral David Olguín, lo más grave del actual contexto de violencia que arroja más de 50,000 muertos ya no solo es el dolor sino que entramos en un círculo vicioso del que yo no veo cómo vamos a salir. Cómo diablos se podría plantear en estos momentos el retiro del Ejército, y de los frentes que más o menos han puesto ciertos diques. Estamos mordiéndonos la cola en una situación muy lamentable , comenta el autor de la obra de teatro Los asesinos que se estrenó la semana pasada en Teatro El Milagro y que hace una cala profunda de la dimensión amoral y obtusa de las mentalidades endriagas (endriago: monstruo mitad hombre mitad dragón según el Amadís de Gaula): los sicarios.
En dicha obra, durante casi dos horas somos testigos de unos personajes que han auto desgarrado sus vidas y corrompido su propia afectividad. No es el discurso del mea culpa pero tampoco la exposición cruenta o cínica del mal, sino una manifestación más próxima a la oscuridad del alma humana.
La clave viene desde el título porque cuando se habla de asesinos no puede haber inocentes, solo culpables. Ese acento crítico que en la obra es símbolo lo revela el dramaturgo en sus palabras con un dilema:
Nosotros, ¿en qué momento vamos a reaccionar como sociedad ante lo que ocurre en los pueblillos o regiones? Esos que nos hacen ver que son islas abandonadas por sus gobernantes, cercadas por los criminales. La sociedad está operando con una ceguera... Estamos acostumbrados a ver y escuchar el parte de guerra de Jacobo Zabludovsky, que decirlo así parte de guerra ya le da cierta normalidad. Es una barbaridad si nos ponemos a pensar el número de muertos inocentes. No sabemos cuántos son. Debe ser una enorme cantidad de gente la que ha muerto en medio del fuego cruzado. Estamos siendo relativamente cómplices bajo la idea melodramática en la cual se supone que los buenos son nuestras instituciones y los otros son los malos. Hay ahí una complicidad y solo el tiempo va a acabar de dilucidar la medida de la responsabilidad social que tenemos , puntualiza Olguín.
Un horizonte de polvo
El drama transcurre en una región despojada del tiempo. No solo en un espacio que trasciende lo temporal sino otro que ha sido consumido por el terror a la historia. Un lugar donde los vestigios se consumen, donde se respira cenizas y una densa polvareda encuadra el horizonte. Ahí, un grupo de sicarios llegarán a cumplir su fatalidad: la muerte a manos de otro un poco más listo que se la pasa cavile y cavile, el Chaparro.
Los sujetos de la obra, sujetos endriagos, son entes sin cabeza, sin juicio y sin moral. Sujetos detestables que son encarnados por un elenco sumamente respetable y equilibrado, en el que sin duda destaca por su tono (manejo equilibrado de distintos registros) su seriedad, frescura y picardía aunadas a una disciplina superior la actriz Laura Almela, quien es acompañada por Gilberto Barraza, Raúl Espinoza y Rodolfo Guerrero, quienes dotan de complejidad y vigor a unos personajes cobardes, más Gustavo Linares, Sandra Rosales, Said Torres y Antonio Zúñiga.
La transposición visual del trazo escénico obedece a un random entre el pasado y el no tiempo, un efecto articulado con gran tino por el creador de la obra: a la brutalidad de un crimen pasional sigue un baile con música grupera; a un grito descarnado sigue una coreografía pop de nueva data. Conexiones de tiempos y distancias de humores.
Gabriel Pascal coloca una escenografía escueta y certera, que produce un efecto parecido al que tienen en un muerto de hambre los restos de carne en unos huesos roídos.
El diseño sonoro de Rodrigo Espinoza obedece a la misma precisión. No obstante el polvo incomoda, el polvo castiga nuestras narices para ver si así vemos lo que tenemos justo frente a ellos y parece que no advertimos.
Nos reímos en medio del desastre
Tenemos un ánimo colectivo beckettiano en el DF -dice Olguín-, donde quizá sea resultado de una inercia que tiene que ver en buena medida por tratarse del centro de mayor influencia económica y política del país. La imagen que más me gusta relacionar con lo que aquí sentimos es esa del Decameron, donde estamos cercados de la peste pero aquí adentro, amurallados, nos contamos historias, nos sentimos seguros, nos burlamos de que ahora resulta que el DF es lo más seguro. Como que vuelve ese humor mexicano de gracejada en medio del desastre. Pero hay que estar alertas porque ya pasó lo del Wings (el restaurante de Polanco en el que la semana se perpetró un asesinato). Ya hay más casos .
Los asesinos
Teatro El Milagro
Milán 24, Col. Juárez
Horarios
Hasta el 30 de octubre: J. y V. 20:00 horas; S. 19:00 y D. 18:00.
Del 5 al 27 de noviembre: sábado 19:00 y domingo 18:00.
aflores@el economista.com.mx