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Habrá sido el mes de enero
Dice el Calendario de Escritores 2012 que fue un mes de enero, el de 1965, cuando García Márquez se encerró en su estudio para escribir Cien años de soledad. La leyenda se convierte en una saga.
Es poco probable que alguien como Gabriel García Márquez sea una de esas personas que contemplan los calendarios con las ganas de que tanta fecha se acabe de una vez o espere el Año Nuevo lleno de propósitos a cumplir -ahora sí, de verdad, desde hoy mismo-. Pero alrededor de los hombres grandes por talento, por tamaño, por suerte o por verdad- se tejen las leyendas. Esa clase de historias que, desdeñando al rigor periodístico pero ansiosas de verdad histórica, se escriben y se cuentan. La de García Márquez es ya un mito. Dice el Calendario de Escritores 2012, de autoría y caricaturas de Román Rivas, que fue un mes de enero, el de 1965, cuando Gabriel García Márquez se encerró en su estudio para escribir Cien años de soledad. Claro que la leyenda se convierte en una saga. Heroica o casi monástica, según convenga al ánimo, porque lo que se dice después es que aquel mes de enero, en el que se encerró para escribir una novela, fue cuando empezó toda la magnificencia de la literatura latinoamericana, cuando el escritor colombiano, futuro Premio Nobel, se sentó frente a su máquina de escribir y no se levantó en 18 meses.
Él mismo esculpe el monumento literario de sí mismo. En el discurso que ofreció García Márquez, en marzo del 2007, un acto de homenaje con que se inauguró en IV Congreso de la Lengua Española y se celebraron las cuatro décadas de Cien años de soledad el escritor recordó, nostálgico, el principio y dijo: A mis 38 años y ya con cuatro libros publicados desde mis 20 años, me senté en mi máquina de escribir y empecé: Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. No tenía la menor idea del significado ni del origen de esa frase ni hacia dónde debía conducirme. Lo que hoy sé es que no dejé de escribir durante 18 meses hasta que terminé el libro. Parecería mentira, pero uno de los problemas más apremiantes era el papel de la máquina de escribir... Tenía la mala educación de pensar que los errores de mecanografía o de gramática eran en realidad errores de creación y cada vez que los detectaba rompía la hoja y la tiraba al canasto de basura para empezar de nuevo. Con el ritmo que había adquirido en un año de práctica calculé que me costaría unos seis meses más de mañanas diarias para terminar . Su biógrafo, Gerald Martin que con una tozudez y maestría también heroica persiguió al Gabo durante 30 años para hacerle una entrevista, se convirtió en un experto. Lo atestigua su libro de 800 páginas en donde afirma con todo rigor académico y literario varias verdades.
Sobre la hechura de la mágica, mítica y legendaria novela tiene otra versión: que escribir Cien años de soledad no le llevó a García Márquez más de un año, que fue mentira lo de la musa atacándolo con la primera frase manejando hacia Acapulco que lo hizo dar la vuelta hasta llegar a su estudio de la ciudad de México. Que aquello de haberse sentado 18 meses sin levantarse es inexacto. Por las interrupciones, los paréntesis de la vida y la autoría, porque no importan 18 meses cuando llevas 18 años trabajando en tan importante proyecto.
Martin también dice que lo que más trabajo le costó fue empezar. Y cita una conversación con Plinio Mendoza donde le cuenta: Recuerdo muy bien el día en el que terminé con dificultad la primera frase y me pregunté aterrorizado qué carajos vendría después. En realidad, hasta el hallazgo del galeón en medio de la selva creí que de verdad aquel libro no iría a ninguna parte. Pero a partir de allí todo fue una especie de frenesí, por lo demás, muy divertido .
Pero otra cosa que, aclara Martin, puede ser devastadora para nosotros en esta fecha justa de propósitos y principios: que es una mentira que todo aquello haya ocurrido al empezar un año, por una convicción de ejercer perseverancia y disciplina o el sueño de hacer realidad una gran empresa. El biógrafo no se acuerda muy bien -y todo fuera como eso- si la encerrona comenzó en junio o julio, pero de lo que sí está seguro es que no fue en el mes de enero.