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Opinión

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Black Friday: Cuando un solo día no basta para asegurar la temporada de mayor venta

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Alfredo Duplan | Más allá del éxito

Alfredo Duplan

Hace unos años, el Black Friday (Viernes Negro) se sentía como un evento casi mítico. En Estados Unidos, era el día en que la gente acampaba afuera de las tiendas para conseguir esos “door busters”: artículos muy limitados a precios que parecían una locura. La escena ya era parte del folclor comercial estado-unidense: multitudes entrando corriendo a las 6 a.m., empujones, carritos volcados y esa adrenalina colectiva por encontrar la mejor oferta antes que nadie. Era el inicio oficial de la temporada navideña, el pitazo inicial de la carrera de ventas más importante del año.

Para entender cómo ha cambiado, vale la pena recordar qué es realmente el Black Friday, de dónde nace y por qué se llama así. Se celebra el viernes después de Thanksgiving —el cuarto jueves de noviembre— y representa, históricamente, el día en que muchos retailers “pasaban de números rojos a números negros”. Es decir, cuando por fin comenzaban a generar utilidad después de un año entero de márgenes apretados. Para algunas cadenas en Estados Unidos, este mes concentra casi toda la rentabilidad anual; un buen Black Friday podría asegurar el éxito financiero del año, y uno malo puede complicar la temporada navideña completa.

Por eso, comprar la mercancía adecuada para el Black Friday no era improvisación: muchas categorías se planeaban y se amarraban hasta con 12 meses de anticipación. Así de grande era el impacto. El nivel de riesgo era altísimo, pero también lo era la oportunidad.

Sin embargo, ese Black Friday tradicional —intenso, breve, lleno de caos controlado y ofertas de infarto por unas horas— ya no es el Black Friday que vemos hoy. El evento ha evolucionado a tal velocidad que prácticamente estamos ante un nuevo modelo. Las ofertas ya no empiezan el viernes; muchas arrancan una semana antes, o incluso desde el fin de semana previo. El concepto de “Black Week” se ha normalizado. Ya no se trata de un solo día, sino de un periodo promocional extendido, diseñado para capturar al consumidor desde distintos frentes.

A esto se suma la revolución digital. Hace algunos años nació el Cyber Monday, pensado para impulsar exclusivamente las compras online el lunes posterior a Thanksgiving. Pero hoy las líneas entre físico y digital se han borrado. Las promociones se ofrecen en ambos canales, se extienden por días, se empalman y se integran en una secuencia continua. La lógica es clara: si el cliente está listo para comprar, no hay razón para limitarlo a un solo día.

La pregunta es: ¿qué significa todo esto para México?

Durante muchos años, los grandes retailers mexicanos —Walmart, Liverpool, entre otros— intentaron replicar la mística del Black Friday estadounidense. Querían crear ese nivel de expectativa donde la gente se formara desde la madrugada para entrar corriendo a buscar ofertas imperdibles. Pero nunca llegó a funcionar igual. En México no celebramos Thanksgiving, así que el ancla emocional y cultural simplemente no existe. El “cuándo” y el “por qué” del evento nunca terminaron de encajar.

Fue hasta la creación del Buen Fin —aprovechando el puente largo del aniversario de la Revolución— que México encontró su propia versión del gran evento promocional. El Buen Fin se adelantó al Black Friday y rápidamente ganó tracción como el verdadero arranque de la temporada navideña local.

Aun así, muchas empresas mantienen la tradición de ofrecer descuentos especiales tanto para Black Friday como para Cyber Monday, combinándolos o repitiéndolos después del Buen Fin. El resultado es que en México, en lugar de un fin de semana explosivo como en Estados Unidos, lo que tenemos es un maratón de entre 10 y 15 días de promociones intensas. Para algunas empresas es la oportunidad perfecta para liquidar inventarios antes de la temporada fuerte; para otras, es la manera de atraer tráfico y asegurar un cierre sólido del año.

Pero esto abre una discusión interesante:

¿Un evento de un solo día genera más impacto mediático que dos semanas completas de ofertas?

¿El consumidor realmente distingue entre Buen Fin, Black Friday, Cyber Monday y todas las variantes, o simplemente está cazando descuentos sin importar el nombre del evento?

¿El Buen Fin ha logrado crear una tradición mexicana lo suficientemente fuerte como para detonar la temporada navideña por sí solo?

¿O seguimos en un híbrido donde cada retailer hace su propio “maratón promocional” para asegurar volumen?

La realidad es que estos eventos pueden hacer o deshacer los resultados anuales de una compañía. Y también es evidente que el consumidor —cada vez más informado, omnicanal y sensible al precio— ya no compra por la fecha, sino por la oportunidad. El reto para los retailers es encontrar el equilibrio entre generar expectativa, cuidar márgenes y mantener relevancia en un calendario promocional cada vez más saturado.

Esto es Más Allá del Éxito. ¡Nos leemos pronto!

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