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Opinión

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Siempre actual

Sólo quien comparte como propias las vicisitudes dolorosas o gratas de la Patria puede servirla y honrarla con desinterés eficaz, anuente al sacrificio.

Pablo Aveleyra

De Miguel Palacios Macedo (1898-1990), uno de los más lúcidos pensadores mexicanos del siglo XX, son las siguientes palabras.

“De mis profesores de la primaria aprendí, a través del estudio de nuestra historia, enseñada amorosamente, la religión de la Patria y el culto de la inteligencia al servicio de la verdad, siguiendo el lema en que el maestro Justo Sierra  resumía su mensaje educativo: ‘Por la Patria siempre, por la Patria todo’.  No se puede ser mexicano ignorando nuestra auténtica y angustiosa historia, con todo lo que en ella hay de grande y de pequeño.  Sólo quien comparte como propias las vicisitudes dolorosas o gratas de la Patria puede servirla y honrarla con desinterés eficaz, anuente al sacrificio, que el buen hijo pone en devoción a su madre. He ahí el secreto de la supervivencia de las naciones. Porque los pueblos se enlazan con la muerte el mismo día en que se divorcian de su historia.

“El historiador Justo Sierra no se detuvo en hacer la reconstrucción crítica de nuestro pasado. Siendo también  político combativo y vigilante, caló en lo más hondo del suceder de su tiempo, tratando de captar y definir el curso de los acontecimientos de que era inquieto testigo. Primero en la Convención Nacional Liberal de 1892 y varias veces después ante la Cámara de Diputados, a la que pertenecía, anunció e hizo valer que el ‘mal íntimo’ que minaba ‘la salud de la sociedad mexicana que tiene su base en una masa pasiva y lleva encima un grupo de ambiciosos y de inquietos, en el bueno y en el mal sentido de la palabra’, podía resumirse en lo dicho por el predicador de la montaña: hambre y sed de justicia. El diagnóstico sigue vigente, con más urgencia que nunca, en este momento histórico. El pueblo de México tiene hoy noviembre de mil novecientos ochenta y dos, como jamás las tuviera antes, hambre y sed de justicia”.

Concepto repetido a porfía a lo largo de nuestra crónica. Vale, nada más ni nada menos, el ejemplo del Cura Morelos cuando escribió en Sentimientos de la nación: que nuestras leyes “moderen la opulencia y la indigencia...alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto”.

Que por fin paren oreja los poderosos  de estos días, funcionarios públicos ladrones, empresarios venales y enriquecidos políticos, cínicos e inútiles.

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