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Opinión

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La economía del crimen

Como muchas cosas en México, las luchas dentro ?del sistema entorpecen todo y la víctima siempre ?es el ciudadano.

Recién han aparecido una serie de notas y comentarios en varios medios escritos, cuyos autores son personas expertas en sus respectivas áreas, aunque no son especialistas en economía. Para ellos conviene traer a colación un trabajo del premio Nobel Gary S. Becker, uno de los análisis que contribuyó a ganar ese codiciado premio, ya que aplica la teoría económica de manera sencilla y sin complicaciones a algunos problemas cotidianos. Dicho trabajo se llama Crimen y castigo e imagino, porque yo no he revisado, que está en su página de Internet, o si no hay una recopilación de artículos varios, en un volumen denominado Los aspectos económicos de las interacciones sociales, que es también una joya por su contenido y calidad de análisis.

Pues bien, el premio Nobel escribe que partiendo del hecho de que casi ninguna persona es de naturaleza un delincuente, algunas personas deciden delinquir cuando el premio esperado por delinquir supera el castigo esperado. Un elemento importante en este análisis, para valuar el monto de la ganancia y el castigo esperados es la probabilidad de que el delincuente sea atrapado, procesado, sentenciado y cumpla una condena en la cárcel. Algunos de nuestros queridos lectores se preguntarán de dónde diablos obtenemos la probabilidad de que el delincuente termine en la cárcel, pues la respuesta es muy sencilla. Si analizamos los datos de la encuesta sobre victimización y percepción sobre seguridad pública, podremos observar que en el 2013 se cometieron 33.1 millones de delitos, que reportan los hogares a la encuesta. De éstos, los mismos hogares reportan que sólo acudieron a alguna instancia a denunciar 3.2 millones de incidentes, menos de 10%, y de esas denuncias las que dieron pie a una averiguación previa fueron 2.0 millones.

Por si queda duda de lo fácil que es delinquir en nuestro querido país y del gran negocio que resulta, de 2.0 millones de averiguaciones previas iniciadas, 1.0 millones reportan que no pasó nada y sólo se giró orden de aprensión contra 154,309 delincuentes y se pusieron a disposición de un juez; aunque no sabemos si todos están purgando una condena, ni cuántos bajo la ayuda de algún abogado chicanero obtuvieron su libertad, previo pago de un emolumento a las diversas instancias de autoridades involucradas. Es muy fácil ser delincuente, no se corren riesgos y siempre está la autoridad amiga que está dispuesta a ayudar, por una lana, a las causas nobles. Imaginamos que los que están en la cárcel deben ser los que tuvieron ni en qué caerse muertos y se les aplicó todo el peso de la ley, como afirman pomposamente los funcionarios, con tono de indignación y cara de perro guardián, aunque la sociedad ya no les cree nada; nada más hay que ver el más reciente e ignominioso caso delictivo, cometido en contra de un grupo de estudiantes en el pacífico, trabajador y progresista estado de Guerrero.

Quienes declaran a la encuesta mencionan que no denuncian porque es una pérdida de tiempo, representando este grupo más de 90% de las víctimas. Algunos de los que denuncian declaran que no inician averiguación previa porque la autoridad muestra una actitud hostil o simplemente porque no tienen pruebas del delito ni se puede ubicar al delincuente. De los que denuncian, una minoría también asegura que recibió un trato excelente de las autoridades y la gran mayoría opina que el trato fue malo o muy malo. Como muchas cosas en México, las luchas dentro del sistema entorpecen todo.

mrodarte@eleconomista.com.mx

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