Lectura 3:00 min
El Águila Azteca es para Trump (II)
Jared Kushner es un fantasma para la mayoría de los peatones mexicanos.

Fue Hillary Clinton quien provocó la renuncia de Luis Videgaray de la secretaría de Hacienda el 7 de septiembre del 2016.
Dos días antes, la entonces candidata presidencial por el Partido Demócrata comentó: “Hablaré con un presidente cuando yo sea interlocutora; cuando sea presidenta electa. Trump no es el líder ni voy a seguirlo en sus tácticas (...) México es un tema de política exterior que debe abordarse seriamente en la campaña en suelo americano, no en escenarios extranjeros”. Lo dijo frente a ABC News al explicar la razón por la que rechazó la invitación del presidente Peña Nieto para asistir a Los Pinos.
Hillary Clinton nunca iba a aceptar la invitación. Lo sabían Videgaray y Peña Nieto. Trump, sí. Lo hizo el 31 de agosto, una semana antes de la renuncia de Videgaray.
Una fuente me comentó en su momento que la embajadora y amiga de Hillary, Roberta Jacobson, no podía controlar su ira por el viaje de Trump. Obama, tampoco. Incluso, el presidente estadounidense llamó por teléfono a Peña para hacérselo notar. Los minutos de Videgaray al frente de la secretaría de Hacienda estaban contados.
La madrugada del 9 de noviembre del 2016, Donald Trump despertó de su sueño en la Casa Blanca. En México, la pesadilla de Videgaray terminó al despertar en la secretaría de Relaciones Exteriores.
Lo que ni Peña ni Videgaray midieron fue el acelerado rechazo hacia Trump por parte de la demografía mexicana. Es cierto, la relación entre Videgaray con el yerno de Trump fue clave durante la renegociación del acuerdo comercial (como también lo fueron las presiones a Trump por parte de líderes industriales estadounidenses). De ahí la condecoración que dará Peña Nieto a Kushner en Buenos Aires. Pero el yerno de Trump es un fantasma para los peatones mexicanos. Pocos lo conocen. Algunos saben que es esposo de Ivanka Trump, pero pocos saben que una de las misiones que le encomendó el presidente Trump fue llevar la relación con México a través de Videgaray.
Bajo la lectura de manuales clásicos, la resurrección de Videgaray y el premio a Kushner, resultan incomprensibles. Revelan la aversión que Peña tiene sobre la realidad. O algo peor, su indolencia. Dar el Águila Azteca a Kushner es lo mismo que obsequiársela a Trump. No hay diferencia.
El fracaso de la comunicación social fue compartido entre la Presidencia y Relaciones Exteriores. Con Trump crece el odio bilateral. Hay que aceptarlo. La batalla cultural la han perdido Videgaray y Peña Nieto. ¿Por qué entregarse a un personaje que agrede a México sin anestesia, es decir, sin diplomacia? ¿Por un acuerdo?
¿Era necesaria la presencia de Videgaray en Relaciones Exteriores o con un simple nombramiento en la oficina de Los Pinos era suficiente para encabezar la negociación política del acuerdo con Estados Unidos y Canadá?
Hace 28 años, Videgaray se convirtió en presidente del Consejo de Alumnos del ITAM y, hace seis, soñó con despertar el próximo sábado en Los Pinos. Sin embargo, algo falló. Ser inteligente, pero no gregario es uno de los peores escenarios para alguien que aspira a ocupar puestos populares.
Adiós, Luis.

