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Creación y? productividad: ?el umbral sagrado (I)
¿Cuántos pueden darse por sorprendidos ante la aparente vuelta al tema de las relaciones de los creadores y el Estado? En esta serie de entregas intentaremos ensanchar la polémica.
Jueves 20 de enero de 1987. En la sección cultural de El Universal, en su extraordinaria columna Esquina Baja, el gran Paco Ignacio Taibo I tituló su entrega La beca .
Dice así: Nuestro joven colaborador Víctor Ronquillo llegó exhibiendo una singular corbata de un material de difícil identificación: algo así entre un cuero gastado y una tira de tela arcaica. Como jamás he visto a Víctor así adornado, le fui a preguntar a dónde iba y me respondió que había sido invitado por el Centro Mexicano de Escritores a comer en el University Club.
Es decir, que si no exhibía corbata no comía en tan excelente lugar (...) Para Víctor acudir a la comida tenía dos fines: comer bien y agradecer el hecho de que el Centro le hubiera concedido una beca anual: de noviembre a noviembre.
Había ganado la beca, por cierto, gracias a la serie de artículos que publicó en estas páginas con el título general de Los Ángeles de la calle y bajo la promesa de escribir una novela. Cuando dejé de comentar su corbata fui a enterarme de que la tal beca consiste en 15,000 pesos mensuales. Apenas Ronquillo abandonó mi despacho entré en cavilaciones sobre lo que significa esta cantidad para un joven escritor y futuro novelista.
Según esto, 15,000 pesos al mes significan 500 pesos diarios. Y con este dinero Ronquillo puede: A) Fumar 20 cigarros, de clase mediana, al día. B) O bien tomar cinco tacos en la calle y en un lugar modesto. C) O bien beberse tres refrescos de pie sobre una banqueta. D) O ver una película. E) O bolearse una sola vez los zapatos. F) O darle los 500 pesos a otro escritor sin beca.
No sé muy bien la idea que la institución tiene de los escritores que no están en el Centro; pero sin duda sus últimas noticias sobre la economía del escritor parte de informes de la época de don Ramón López Velarde. O acaso hasta el Centro no han llegado las noticias más recientes sobre la crisis.
En fin, es posible que la falta de recursos estimule en Ronquillo un espíritu literario vigoroso y singular y llegue a ser un Carlos Fuentes, si la penuria no lo mata antes. Pero lo que me parece una exageración es que le pidan que, además de tanto sufrimiento por escribir, use corbata. Tal imposición es, sin duda, excesiva. Para comprar una corbata medianamente elegante, el becario tiene que, por lo menos, dejar de fumar, beber, ir al cine o limpiarse los zapatos durante meses .
En efecto, las palabras de Taibo I cobran relevancia en el contexto de la vergonzante revuelta por la forma de reciclar los criterios de asignación de becas del Fonca. Volver la mirada al pasado, más allá del mito de Octavio Paz como líder que supo enrolar al Estado en un sistema de estímulos a la creación , resulta fundamental para comprender lo que por sagrada secrecía es un umbral intocable: la razones económicas que impulsan a buscar becas, el nivel social del aspirante y luego beneficiario, el mercado laboral, las posibilidades de satisfacer la demanda y el uso que hace del recurso público para generar un producto creativo.
En efecto, pocos recordarán que por mucho tiempo fue el Centro Mexicano de Escritores la institución que becó a numerosos autores. Tras fallecer Salvador Novo, parte de su legado permitió crear la categoría de jóvenes escritores. Quienes pasaron por el Centro, saben del prestigio alcanzado; que la mensualidad era modesta y la conducta del becario, igualmente modesta. Pocos provenían de familias acaudaladas.
Variados mecanismos de financiamiento a la comunidad cultural se multiplicaron gracias al periodo del desarrollo estabilizador .
Con Luis Echeverría no cesaron, a pesar de la grave situación económica, y con Carmen Romano de López Portillo, a través del Fondo Nacional para Actividades Sociales, alcanzaron plenitud. Taibo I escribió en tiempos de De la Madrid: pese a todo, el INBA no dejó de entregar subsidios a los creadores.
La relación entre los intelectuales y el dinero cambió no sólo por Paz y el Presidente Salinas. Fue el libre mercado el que detonó un ajuste del paradigma: el código cultural cambió.
eduardo.cruz@eleconomista.mx