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Tres
Los oídos permanecen sordos ante el mensaje de la desigualdad entre la población mexicana.
Uno. Dos mil años de proclamarse el mensaje, diferentes palabras y mismo contenido: lo superfluo del rico es lo necesario del pobre. Donde hay moderación y templanza, allí nada sobra ni falta, escribió Agustín de Hipona. El eco permanece durante siglos y los oídos siguen sordos. Ahora insiste el papa Francisco. México escuchó.
¿Qué efectos puede tener lo anterior? Ninguno si se trata de gobernantes, legisladores, jueces, políticos y demás sanguijuelas, laissez passer desde lo alto de sus inviolables y opacas murallas de poder, grande o chiquito, a mí que no me toquen el cocido, reza el dicho español: siempre adelante, hay impunidad. Nula reacción de los ricos, que están en todos los niveles de la sociedad y gama de actividades, desde megaempresas hasta recolectores de basura y vendedores de tacos. Quizá veamos otro talante en algún miembro de la jerarquía eclesiástica, al obispo X le cae el 10 y se pone a trabajar como Dios manda. Y secuela 100% positiva en el ánimo de la gente que emocionada lo miró. ¿Reacción favorable duradera? Quizá en un puñado de casos. Como siempre. Ojalá que me equivoque.
Dos. China pasó de importante factor del crecimiento mundial a causante principal de variabilidad de los mercados financieros con réplica en los demás. Disipados los nubarrones de recesión, se calcula que crezca 6.5% anual en el resto de la década. Otro indicador envidiable es la subida de la inversión como porcentaje del PIB, de 27 a 37%, en 30 años.
CDMX. Asombroso derroche de imaginación. Primero 100, luego 500, después 1,000 y finalmente 10. ¿A qué tipo de trastorno mental puede atribuirse esta disparatada manera de escribir una cifra en números romanos? Lo correcto: MDCX, o sea 1,610, cifra cercana a los 1,500 kilómetros cuadrados que tiene de superficie el Distrito Federal, de los cuales la mitad no son ciudad. Como bien escribe mi amigo Miguel Ángel Peralta: Llamar Ciudad de México al Distrito Federal es inexacto y origina confusión. Lo prudente es que conserve su nombre, dado su carácter de capital federal. Si bien con administración autónoma y todas las prerrogativas y obligaciones de un estado, independiente del gobierno central y del Congreso . Pero no: pongamos nueva fachada y nos vamos a ver distintos, actualizados, mejores. Sí habrá diferencia: más burocracia para hacer todavía más pachona la existente.