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Opinión

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Sabiduría popular

Conocer qué opina la gente es un sano ejercicio, pero la responsabilidad de las decisiones debería recaer en la evidencia y en el análisis profundo.

Imagínese que un jefe o jefa de familia optara por decidir el presupuesto familiar según el número de likes o me gusta que tuvieran distintas alternativas de gasto entre sus amigos y conocidos en Facebook. No sé ustedes, pero yo le advertiría que es irresponsable delegar en la opinión pública decisiones que tendrían que ser pensadas y discutidas cuidadosamente. Qué tal que su círculo en Facebook decide que deberían irse de vacaciones, comprar un coche nuevo o rentar una casa más grande. Esos gastos traerían, sin duda, bienestar a la familia, pero no necesariamente corresponderían a su presupuesto y a sus necesidades más inmediatas.

Aunque pueda parecer descabellada la comparación, ocurre algo muy similar con la encuesta ciudadana para la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo que circula por Internet (pnd.gob.mx). El cuestionario pone al público en general a resolver en cinco minutos aspectos tan complicados como lo que se necesita para mejorar la educación básica en México. Las opciones incluyen: ampliar el horario escolar, más recursos a escuelas marginadas, mayor autonomía a escuelas públicas, fortalecer el liderazgo de los directores, útiles escolares gratuitos, más actividades culturales y deportivas, mayor capacitación y evaluación, mejores instalaciones, alimentos escolares nutritivos, más computadoras y mejorar el currículo.

La opciones a consideración no son mutuamente excluyentes. Seguramente se necesitan al mismo tiempo varios de los elementos en la lista. No sabemos exactamente de qué se trata cada alternativa ni sabemos cuánto cuesta. Sobre todo, el ejercicio pone a los ciudadanos a opinar sobre cuestiones cuya viabilidad presupuestal y práctica depende de muchas cosas. Por ejemplo, la mayoría de la gente podría opinar que la clave para mejorar la educación está en ampliar los horarios. Aunque la idea puede tener sentido, no sabemos a qué se planea dedicar el tiempo adicional.

¿A deportes? ¿Computación? ¿Idiomas? Llenar esas horas adicionales implicaría tiempo extra de los maestros existentes o más maestros.

Incrementar 30% los horarios en primaria y secundaria, quizá supondría incrementar el gasto en primaria 10% o más. Aún cuando existiera presupuesto suficiente, quizá no existan suficientes maestros de inglés.

El ejercicio de ver qué opina la gente puede ser un sano ejercicio democrático. Sin embargo, la responsabilidad de esas difíciles decisiones debería recaer más en la evidencia y en el análisis profundo, que en la sabiduría popular.

achacon@eleconomista.mx

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