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Grupo Bimbo: don Roberto Servitje dice adiós
En la Presidencia lo sucederá su sobrino Daniel, quien tiene 54 años y desde hace 22 es parte del Consejo de Administración de la compañía. No hay sorpresa.
Bimbo es una empresa familiar que ha realizado el milagro de cumplir 68 años, en un país donde 87% de las empresas familiares cierra antes de llegar al tercer año.
Es un corporativo atípico porque ha llegado a ser un gigante sin participar en licitación de empresas públicas. En el 2012, facturó 173,137 millones de pesos, a través de la comercialización de 10,000 productos en 19 países. Un caso de excepción en la región de América del Norte. Es la única firma mexicana que se convirtió en número uno en la región y en el mundo, luego de la firma del TLCAN. Don Roberto Servitje Sendra ha sido fundamental en esta historia. En julio dejará la Presidencia del Consejo y así se cerrará un capítulo de esta gesta empresarial. Él fue el primer empleado formal de esta empresa, que al cierre del año pasado tenía 125,441 trabajadores. Se incorporó a Bimbo en 1945 y estuvo presente en cada uno de los grandes momentos de este corporativo, un poco a la sombra de Lorenzo, su hermano, quien fue uno de los empresarios más importantes del siglo XX mexicano. En 1954, abrió la planta de Guadalajara, primera expansión nacional del Grupo. En los últimos años ha participado en el desarrollo de los negocios en China.
Roberto Servitje es el único de los grandes empresarios mexicanos que ha escrito un libro sobre la historia de la empresa de su familia. Con su libro, publicado en el 2003, queda claro, hasta qué punto Bimbo es una empresa familiar que rompió el molde. Nació queriendo emular a la entonces mayor panificadora de México, la Ideal. Muy pronto la superó. Creció acumulando fortalezas: líneas de autoridad claras; separación de los roles familiares y empresariales; aceptación de los cambios y visión a largo plazo, entre otras cosas.
Bimbo es sinónimo de responsabilidad social, compromiso con la Iglesia católica y éxito empresarial relacionado con el enfoque en su línea principal de negocios. Ha innovado sin salir de su core business. El año pasado, anunció una enorme inversión en energía eólica para producir la electricidad que requieren las 40 plantas que tiene en México. En su ADN está la austeridad, como recuerda don Roberto, respecto de los primeros años de la compañía: Cuando yo estaba clavando una lámina de Pan Tostado con clavos de acero, me salió un alacrán grandote; le pegué un martillazo y seguí clavando el cartel como si nada. Ese trabajo hacíamos en aquellos años. La austeridad llevaba a que los viáticos no alcanzaban para el hotel. Si era necesario, dormíamos en los camiones de reparto .
Esta austeridad ahora tiene que ver más con una política muy conservadora de reparto de dividendos. Más de 80% de las utilidades de Bimbo se reinvierten. Siendo una empresa que genera un caudaloso flujo de efectivo, es casi lógico que haya podido tener un programa muy agresivo de compras sin comprometer sus indicadores financieros. Por medio de adquisiciones, se ha convertido en el mayor panificador de España, Argentina, y Estados Unidos, entre otros.
En la Presidencia de Bimbo lo sucederá su sobrino Daniel, quien tiene 54 años y desde hace 22 está en el Consejo de Administración de la compañía. No hay sorpresa, más bien la confirmación: es una empresa familiar excepcional, que ha sido capaz de institucionalizarse. Comenzó como una pequeña panificadora. Siete décadas después, es la mayor del mundo y sigue creciendo.
lmgonzalez@eleconomista.com.mx