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Opinión

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Adiós, Felipe, adiós

Ésta será la última columna que escribo en el periodo presidencial de Felipe Calderón; sexenio que pasará a la historia porque, aproximadamente, a la mitad del mismo -21 de abril del 2009-, hice mi debut en las lides periodísticas a un a edad avanzada, más propia para ser líder de la CTM que periodista. Aunque, para ser sincero, no me tomo en serio lo de periodista. Me considero un simple ciudadano que tiene el privilegio de opinar en un prestigiado medio.

Tengo frente a mí la primera colaboración que me publicó El Economista. En ella, comenté la visita de Barack Obama a la ciudad de México. Días antes, el Presidente estadouni­dense bautizó a nuestro Mandatario como el Eliot Ness moderno por la guerra que había emprendido en contra del narco. Luego, la guerra -en ese momento, oficialmente empatada- se trasformó en lucha, combate o acometida y se extendió en contra de todo el crimen organizado -la percepción popular es que perdimos por goliza.

Aunque el gobierno encabezado por Felipe Calderón Hinojosa anuncie con presunción y orgullo que, al comenzar su mandato, había 35 capos criminales, de los cuales se logró la captura y el abatimiento de 25 -entre ellos uno cuyo cadáver se perdió, escapó, se robaron o resucitó... No nos han sabido decir qué pasó-. Lo malo de detener y/o extinguir a 25 jefes del crimen organizado es que éstos son como la Hidra de Lerna, un legendario monstruo acuático en forma de serpiente de varias cabezas que, según la mitología griega, al cortarle una la criatura regeneraba dos.

Por cada capo exterminado o preso, hay cuatro o cinco capitos, cada uno más violento y más pacheco que los otros, dispuestos, con sus respectivos sicarios, a derramar toda la sangre que sea necesaria para quedarse con la plaza, el territorio, la ruta, el cártel.

Pero, de regreso a mi primera entrega en este generoso periódico, sin falsa modestia, hoy puedo presumir mis dotes de profeta porque en la precitada columna escribí: De la breve visita de Obama a la capital mexicana, resaltan cuatro puntos. Uno: los gringos seguirán consumiendo las drogas que los malandrines y ubicuos narcos mexicanos les llevan hasta la puerta de sus hogares, pues tal parece, porque oficialmente no hay información de su existencia, que en Estados Unidos no hay capos ni cárteles. Dos: no será nada fácil modificar la ley estadounidense para prohibir la venta de armas; por lo pronto, las seguirán vendiendo a todo aquel que disponga de dinero para adquirirlas. Será responsabilidad de las corruptas aduanas mexicanas que éstas no pasen a nuestro territorio. Tres: las autoridades estadounidenses pondrán énfasis en evitar el tráfico de dólares hacia México y el lavado de dinero en este país porque el dinero sucio se lava en casa, y lo del agua al agua. Cuatro: a Eliot Ness le toca hacer el trabajo que los negros no quieren hacer .

Hoy, tres años siete meses después del anterior comentario, ¿qué ha cambiado?

¿Quién dijo guerra?

Con este encabezado publiqué mi columna del 18 de enero del 2011. En ella, aludía a la hipocresía o a la amnesia del presidente Calderón cuando afirmó jamás haber llamado guerra a su ataque, pelea, reyerta -póngale usted el nombre que guste: manitas calientes, juego del ahorcado, quemados, escondidillas, roña o pipis y gañas- en contra del crimen organizado.

El 12 de enero de dicho año, en el segundo de los malogrados Diálogos por la Seguridad, el Jefe del Ejecutivo interrumpió a Miguel Treviño de Hoyos, director del Consejo Cívico e Institucional de Nuevo León, para expresarle su desacuerdo con lo que éste expresaba: Señor Presidente, si ya usó usted el concepto de guerra para definir lo que estamos viviendo... . Calderón no lo dejó terminar, brincó el orden establecido para el uso de la palabra e interpeló a Treviño: Yo no he usado (el concepto guerra) y sí le puedo invitar a que incluso revise todas mis expresiones públicas y privadas (...). Yo he usado permanentemente el término lucha contra el crimen organizado y lucha por la seguridad pública. Y lo seguiré usando y haciendo .

Confieso que cuando oí de boca de Calderón la negación sobre su decir tuve mis dudas sobre la honradez intelectual del Primer Mandatario, que recurrió a un embuste sin que yo comprendiera -hasta la fecha- con qué objetivo. Lo que, desde mi óptica, era una engañifa estaba basado en que recordaba yo, de manera muy clara, haberlo escuchado emplear la palabra guerra. Al cotejar fechas y declaraciones descubrí que el 30 de mayo del 2006, al presentar sus 10 propuestas en materia de seguridad dijo: Esto es una guerra y tengan la seguridad de que la vamos a ganar(...) .

En beneficio del Presidente, caí en la cuenta de que, en la fecha referida, Calderón sólo era candidato a la Presidencia y a un candidato, por lo general, no se le debe creer, a pie juntillas, lo que dice. También dijo que iba a ser el Presidente del empleo y no lo ha sido (en opinión de Alfredo Coutiño, director para América Latina de Moody’s Analytics: México tiene un rezago en progreso social y es evidente porque la generación de empleo está muy por debajo de lo que realmente necesita el mercado ).

Pero volvamos al día que don Felipe invitó a don Miguel a que revisara todas sus expresiones públicas o privadas (sic que se introduce a la alcoba presidencial) para cerciorarse de que jamás había calificado de guerra la lucha que sostenía en contra del crimen organizado. No faltaron algunos reporteros que le facilitaron el trabajo al señor Treviño de los Hoyos y balconearon al preciso publicando fecha, lugar y ocasión en que profirió tal término. El diario Reforma consignó siete ocasiones -además de la referida, cuando era candidato. Como dije, ésa no cuenta-. La Jornada consignó cuatro veces en la que el Mandatario pronunció dicha palabreja.

Aún así, como el niño que se aferra a creer en Santa Claus, me niego a juzgar como mentiroso a quien dentro de dos días chupará faros como jefe de las instituciones nacionales. En última instancia, es amnésico. Y tengo dos pruebas de esta deficiencia de su memoria: las tres secretarías de Estado -Turismo, Reforma Agraria y Función Pública- que en septiembre del 2009 dijo que iba a eliminar y que, hasta la fecha, siguen si no funcionando, cuando menos, succionando del presupuesto; así como la Refinería del Bicentenario, para cuya construcción puso a competir -absurdamente- a los estados de Hidalgo y Guanajuato de la que apenas se ha instalado la barda perimetral.

Claroscuro

En opinión de los expertos en economía, los dos periodos presidenciales blanquiazules han sido disciplinados en el manejo de las finanzas. Lo malo es que esta disciplina no se ha reflejado de manera positiva en los bolsillos de la población.

Ignorante que soy en materia económica, recurriré a José Luis de la Cruz, catedrático del Tecnológico de Monterrey, quien en entrevista para CNN Expansión, opinó: Habrá 60 millones de mexicanos en pobreza por ingreso a final del 2012, lo que implicaría que, con respecto al inicio del sexenio, habría 15 millones más de pobres que cuando comenzó la actual administración .

No sería justo este atisbo de balance del calderonato sin destacar que, al igual que durante el gobierno de Fox, se ha respetado la libertad de expresión. Respeto que no es dádiva, sino una obligación constitucional que ha sido ejercida sin censura -ésta es mi percepción y mi experiencia personal- durante los periodos presidenciales de Vicente Fox y de Felipe Calderón. Si a esta consideración agregamos que ambos mandatarios, por su parte, han mostrado una propensión indeclinable a las declaraciones fútiles y al humor involuntario, estamos obligados a concederles un doble mérito. Honor, pues, a quien honor merece. Desde este libre espacio de la sátira, coto del cotorreo y residencia de la ironía, pido un aplauso para quienes, durante 12 años, nos han dado el remedio y el trapito, la causa y el cauce de nuestra risa.

¿Lo mejor de Calderón? Su esposa. Doña Margarita, una primera dama de primera. Lástima que la frivolidad y protagonismo de su antecesora provocaran que la señora Zavala bajara el perfil de su actuación pública.

Quiero despedir a Felipe Calderón Hinojosa con un elogio: ha sido el mejor Presidente panista que hemos tenido -Zedillo incluido.

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