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29 de noviembre: una historia de dos decisiones
Opinión
Hace 78 años, el 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas votó a favor de reconocer el derecho del pueblo judío a restablecer un Estado en la Tierra de Israel. La decisión, conocida como el Plan de Partición de la ONU, ofrecía tanto a judíos como a árabes un camino hacia la autodeterminación.
La comunidad judía en la Tierra de Israel, pequeña y vulnerable en ese momento, abrazó esa oportunidad con urgencia y determinación. El Israel moderno surgió como una democracia próspera, un centro global de innovación, ciencia y artes, y una nación comprometida con la ayuda humanitaria internacional.
El mundo árabe, en contraste, respondió con una negativa. El rechazo al plan de partición no condujo a la creación de un Estado palestino, sino que desencadenó guerras, desplazamientos de judíos y árabes, y décadas de oportunidades perdidas. En 1947, los palestinos pudieron haber establecido un Estado junto a Israel. Las consecuencias de su elección siguen resonando hasta hoy. Durante décadas, los líderes palestinos dedicaron enormes recursos a intentar destruir a Israel en lugar de fomentar la convivencia.
La historia de Israel desde 1947 es la historia de un desarrollo exitoso cimentado en la resiliencia y la perseverancia, y demuestra que la claridad moral y el compromiso pragmático pueden coexistir. Israel ha declarado y demostrado su disposición a vivir en paz con sus vecinos árabes, buscando acuerdos y asociaciones con quienes estén dispuestos a elegir un camino similar.
Hoy, el contraste es claro. Israel, más pequeño que muchos de sus vecinos, es un centro tecnológico, una economía abierta y una sociedad plural. Mientras tanto, varios regímenes que en su momento afirmaron que destruirían a Israel han enfrentado inestabilidad política, pobreza y conflictos internos. Quienes rechazaron la convivencia, en algunos casos, también rechazaron el progreso.
Esta divergencia es especialmente evidente en el ascenso de Hamás en Gaza, cuya ideología y compromiso explícito con destruir Israel representan una amenaza existencial no sólo para los israelíes, sino también para cualquier esperanza de coexistencia pacífica. El rechazo de Hamás al compromiso, su glorificación de la violencia y su explotación de la población palestina han perpetuado el sufrimiento y bloqueado cada intento de construir un futuro productivo. Sus acciones reflejan la versión más extrema del mismo rechazo que comenzó en 1947: la negativa a aceptar la legitimidad del Estado de Israel.
El legado del 29 de noviembre recuerda al mundo, y particularmente a Medio Oriente, que los futuros se forjan mediante decisiones. El pueblo judío eligió la aceptación, el compromiso y la construcción. El liderazgo palestino eligió el rechazo, la negación y la destrucción. Setenta y ocho años después, los resultados son claros.
La existencia de Israel hoy no es sólo un hecho político: es una victoria moral, un testimonio del poder de la fe, la resiliencia y el derecho histórico del pueblo judío - pueblo indígena de la Tierra de Israel - a tener un Estado en su patria.
La esperanza sigue siendo que algún día nuestros vecinos palestinos tomen la misma decisión que Israel tomó en 1947: aceptar la legitimidad del otro y construir un futuro digno de ser compartido.
*La autora es agregada de Diplomacia Pública en la Embajada de Israel.