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Reflexiones sobre el paquete financiero

Una vez más llegamos al momento en el que el país espera la definición que hará el Congreso en materia fiscal para el próximo año.

Quizá vale la pena recordar algunos episodios de la vida económica de nuestro país para tener mayores elementos antes de emitir un juicio sobre el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación y los Criterios Generales de Política Económica.

México vivió uno de los momentos económicos más difíciles en 1982, cuando la actividad productiva se tuvo que desem¬peñar en medio de una terrible recesión mundial. El crecimiento económico de los países avanzados que en el periodo 1976-1979 fue de 4.1%, disminuyó a 1.2% en 1980 y 1981, y en 1982 se registró una contracción de 0.3 por ciento.

La caída en el dinamismo de los países desarrollados frenó la demanda por las exportaciones de las economías emergentes, ocasionando un entorno de recesión mundial con un desempleo creciente.

A este entorno se sumó un creciente déficit presupuestal y altos niveles de endeudamiento.

En México, los problemas económicos se agudizaron aún más.

En el terreno de las finanzas públicas la deuda externa como porcentaje del PIB ascendió a 50%, en 1986 llegó a su nivel máximo histórico al representar casi 80%, y el déficit fiscal fue de 13% del PIB, el más alto de la historia.

Afortunadamente, las cosas han cambiado y México ha aprendido que no se puede vivir con desequilibrios.

Hay dos elementos que hoy se perciben como cruciales para el buen desempeño de la economía: el control de la inflación y un balance fiscal equilibrado.

Habiendo reconocido la importancia de mantener los principales equilibrios macroeconómicos, vale la pena entrar a la propuesta del programa.

En la parte inflacionaria no hay mayor problema, la Secretaría de Hacienda se ajustó a la meta objetivo del Banco de México (3%); sin embargo, en el tema fiscal es en donde se empiezan a gestar diferencias importantes.

El gobierno federal ha propuesto un déficit presupuestario equivalente a 0.3% del PIB sin considerar la inversión realizada por Pemex, una disminución importante con respecto al déficit que se registrará en el 2010 (0.7 por ciento).

El problema es que este nivel de déficit se presenta como complicado de alcanzar si se aprueba la disminución del IVA de 16 a 15 por ciento.

Este último punto tiene varias aristas. Llama la atención que un tema tan importante como el de los impuestos se tenga que negociar en el terreno político.

La política fiscal es de vital importancia para cualquier país, por lo que debería de existir un fuerte consenso en torno de la estrategia fiscal y no tener que esperar por el resultado de una guerra de fuerzas.

Por otro lado, en una coyuntura de baja actividad económica no necesariamente es mala idea contar con una tasa impositiva más baja que promueva un mayor consumo.

Para evitar que una eventual baja en los impuestos no se refleje en un mayor desequilibrio fiscal habrá que buscar la eliminación de los regímenes especiales, la ampliación de la base gravable y la incorporación a la economía formal de las actividades que hoy evaden el pago de impuestos.

Vienen días difíciles alrededor del programa económico 2011, esperemos que quienes toman las decisiones tengan visión de largo plazo y antepongan la solución de los problemas del país antes que los intereses particulares.

*Manuel Guzmán M. es economista en jefe de Ixe Grupo Financiero. Su opinión no representa necesariamente la posición de la institución. mguzman@ixe.com.mx

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