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Reflexiones acerca de la volatilidad
El riesgo es inherente a los mercados financieros y no es algo a lo que debamos temer, ya que es un factor que se puede controlar.
Como todos sabemos, los mercados financieros son volátiles precisamente porque funcionan como cualquier otro mercado.
Si uno va a un mercado de frutas y verduras grande, por ejemplo la Central de Abastos, uno se dará cuenta de que los precios de estos bienes cambian varias veces durante el día y que en locales diferentes se pueden conseguir precios distintos por bienes de calidad similar. Aún así, hay gente que compra en el local de siempre aun cuando pudo encontrar un precio ligeramente mejor en otro lugar.
En los mercados financieros pasa lo mismo. Ahí se intercambian cada segundo millones de productos financieros (bonos, acciones, commodities) de acuerdo con la oferta y la demanda de los mismos. Eso hace que el precio se mueva constantemente.
Esta volatilidad es lo que se conoce en inversiones como riesgo.
Riesgos e instrumentos
Los bonos de corto plazo (por ejemplo, los Cetes a 28 días o incluso los pagarés bancarios) tienen menos riesgo (son menos volátiles) porque pagan tasa fija y aunque éstas cambien, uno puede quedarse con el bono hasta su expiración y recibir la tasa de interés pactada.
En bonos de largo plazo, por ejemplo, la volatilidad es mayor porque aunque también pagan una tasa fija, los mismos pueden vencer dentro de dos, cinco, 10 o incluso 30 años. Entonces, si de repente uno tiene un bono que paga 5% y las tasas suben a 7%, ese bono es menos valioso y por eso su precio puede cambiar de manera significativa durante su vigencia.
Obviamente, en estos casos hay otros riesgos: que el bono valga menos porque está respaldado por una empresa que tiene problemas financieros que antes no tenía. Al final, todo está ligado con el valor del bono, con el precio del mismo. Por lo que eso también está incluido en la definición de riesgo: la variabilidad en el valor esperado de nuestro portafolio . Para los que saben de estadística, es la desviación estándar.
En acciones, la volatilidad es mayor ya que uno está comprando una parte proporcional de una empresa. Y aunque hay estados financieros, la percepción del valor justo de esas acciones puede cambiar significativamente ya que está basado en las utilidades que se piensa que esa empresa puede generar.
En periodos de inestabilidad económica, los precios de las acciones son muy volátiles y pueden bajar precisamente por la incertidumbre de cómo afectarán esos datos económicos en la generación de utilidades de esa empresa.
El riesgo, por lo tanto, es algo inherente en los mercados financieros y no es algo a lo que debamos temer, ya que el riesgo siempre se puede controlar.
Por el contrario, al riesgo hay que conocerlo y tenerle respeto.
Conocer el riesgo nos permite, como ya mencioné, controlarlo. Esto significa no correr más riesgo del que estamos preparados para asumir (dado nuestro horizonte de inversión, el objetivo de la misma y desde luego nuestra tolerancia personal al riesgo que puede ser distinta que la de otras personas).
Pero también el riesgo y la volatilidad inherentes a los mercados financieros nos brindan oportunidades de oro que podemos aprovechar para construir un patrimonio. Por ejemplo, durante las crisis financieras, los precios de las acciones bajan demasiado, más de la cuenta. Llegan a haber verdaderas gangas.
Esto se da porque en las crisis crece la aversión al riesgo: por la tendencia natural de los humanos a evitar la incertidumbre y a tirar la toalla cuando vemos que todo se va para abajo. Esto hace que muchas personas quieran deshacerse de sus acciones a casi cualquier precio.
Dicha situación llega a ser tan irracional que, en ocasiones, los precios de las acciones bajan tanto que llegan a representar menos de lo que valen los activos (los fierros) de una empresa.
Los verdaderos inversionistas son aquellos que saben darse cuenta de esto. Tienen un conocimiento o por lo menos una idea del valor justo de una empresa y de su situación financiera.
Por lo tanto, saben detectar esas gangas y salen a comprar buenas acciones sin importar que el precio siga bajando. Saben que eventualmente y en muy poco tiempo (una vez que se calmen las aguas), ese valor comenzará a ser reconocido por el resto del mercado.
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