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Carlos Carrera: “Hay récords de producción, pero las películas no se ven”
En entrevista, el director mexicano, ganador de la Palma de Oro y nominado al Oscar, señala que en el cine la verosimilitud se construye con sus reglas propias, no necesariamente comprobables fuera de la pantalla, y que incluso en el documental hay una disección de la realidad; el cineasta señala que no le ha sido fácil concretar rodajes.
Carlos Carrera.
Quien diría que la capacidad como dibujante de Carlos Carrera (Ciudad de México, 1962) fue el inicio de su camino hacia el cine como animador, guionista y director, uno de los pocos cineastas que ha recorrido con ese nivel de calidad formas tan distintas de hacer cine como la animación, la ficción en live action y el documental.
El pasado fin de semana, el realizador fue recibido por un pletórico Teatro Juárez, en la ciudad de Guanajuato, para el homenaje nacional que le rindió el Festival Internacional de Cine Guanajuato (GIFF) como una de las piezas fundamentales de la cinematografía mexicana. El Economista conversa con el realizador a propósito de la pleitesía.
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Carrera ha mencionado que en un principio le costaba mucho trabajo hacer cine con actores, por la dificultad de lidiar con más personas y, en cambio, cómo su facilidad como dibujante le permitió contar sus primeras historias a través de la animación. Y que, gracias a sus primeros trabajos a cargo del story board, como asistente, el dibujo también le permitió aproximarse a los actores y transmitirle las intenciones narrativas para un filme. Pero, ¿en qué momento se asumió como un contador de historias?
“Mis primeros intentos de narración eran un poco torpes. Es decir, no se entendían. Cuando no quería que se entendieran, pues eran un éxito, pero cuando sí quería, era una frustración. Eso sí, siempre he tratado de dejar muy claro lo que pasa en la pantalla a pesar de que suelo tratar muchas ambigüedades. En las historias que cuento, siempre trato de retratar lo ambiguo de la realidad, lo impredecible, lo misterioso, lo raro, lo inentendible, aquello que supere tus deseos y contradiga lo que imaginaste”.
Es director de un crisol de películas poderosas por su fuerza arrasadora, a veces indignante, otras aterradora, pero también enternecedoras como atípicas, de esos momentos que parecen tan inverosímiles pero que cobran sentido por la asepsia de quien los cuenta, silencioso, detrás de cámaras.
En “El héroe”, el realizador nos relata la historia de un hombre gris en otro día gris en el grisáceo mundo subterráneo del Metro de la Ciudad de México, cuando éste se percata de que hay una joven de ojos grandes y palpables intenciones de lanzarse a las vías en la proximidad del convoy. Pero el intento por salvarle la vida no resultará de lo más deseable. Este filme le valió a Carrera la Palma de Oro por el Mejor cortometraje de animación en el Festival de Cannes de 1994.
El héroe.
¿La verosimilitud cobra una dimensión diferente en el cine? Es decir, no toda realidad planteada desde esta manera de hacer arte requiere de ser comprobable por la propia realidad, aunque parece haber una fuerza que siempre va a tirar hacia ese lado de la apreciación y castigará lo que no se aproxime a la fidelidad de lo asible. Esa es la fuerza de tensión con la que se trabaja en el cine. Y Carrera coincide, y señala:
“Si en el cine estableces una realidad alterna, es eso, una realidad en sí misma. Con las propias reglas de un género es que se logra la verosimilitud. Incluso en el documental tienes que seleccionar partes de la realidad, pero modificas la percepción a través de tu mirada y de tu montaje. El punto es cómo utilizas las circunstancias establecidas por tu propia película para entender la realidad que está reflejando, o sea, descubrir a través de realidades falsas una realidad verdadera”.
Películas que no se proyectan
Carrera fue parte de la generación por la que, por primera vez, la entonces administración del Imcine llamó a un periodo como del Nuevo Cine Mexicano, esto en la segunda mitad de los 80, a partir de un proyecto de renovación de creadores cinematográficos en el país, para ayudar a profesionalizar a los egresados de las escuelas de cine.
A pesar de ser una pieza fundamental de la cinematografía mexicana, homenajeado por ese legado durante el festival GIFF, Carlos Carrera expuso que tiene no pocos guiones acabados que, pese al talento y la trayectoria que hablan por él, le han rechazado en repetidas ocasiones y no ha sido fácil abrir las puertas para un rodaje a pesar de que, paradójicamente, en los últimos años se han establecido récords anuales de producción en el país.
“Estamos en tiempos de récord de hechura de películas, pero las películas quedan enlatadas o las ven 15 personas en el Cine Tonalá. Digo, qué padre que se puedan ver así, que haya espacios, pero esa no es la gran misión de las películas. Tienen que provocar y para eso deben de tener una vida social, que provoquen un cambio interno en el espectador o ser rechazadas por éste, y para eso deben de verse. Qué bueno que las películas lleguen a festivales, qué bueno que estén en circuitos culturales, pero no están en salas, no llegan a su público. La realidad es que hay una especie de compromiso único de distribución con cierto tipo de cine que termina relegando al grueso de nuestra cinematografía”.
Una idea para buscar revertir el asunto, es confiarle la potestad al espectador a través de la educación: “necesitamos una política en serio de integración de la cultura a la formación educativa. Ha habido intentos con la SEP de incluir cine en los planes básicos. Hay buenas intenciones, pero nunca se llega a nada”.
Un mexicano en Cannes y en los Oscar
Durante su clase magistral realizada en el Teatro Principal de Guanajuato, Carrera compartió una serie de anécdotas sobre los menesteres que son parte del quehacer fílmico.
“En el teatro fue donde aprendí más a hacer cine. Por supuesto, en la escuela de cine aprendí el lenguaje cinematográfico, pero fue mi experiencia en el teatro lo que me permitió dar el salto a la dirección”, reconoció el cineasta.
Carrera recordó, por ejemplo, cuando le tocó volver a Cannes después de retirarse tras presentar en el festival de 1994 su cortometraje “El héroe”. Evocó que, sin decirle mucho, le llamaron para decirle que tenía que volver a la ceremonia de premiación sin ofrecer mayores detalles. Entre el jurado responsable del certamen estaba Clint Eastwood.
“Llegué de vuelta y ahí me avisaron que me había ganado la Palma de Oro, lo anunció Eastwood. Me dieron mi diploma y recuerdo que me sentaron en la parte de atrás, donde sentaban a todos los ganadores. Me tocó sentarme junto a Robert Altman (director de clásicos como ‘M*A*S*H’ y ‘The Player’), entonces tuve la oportunidad de estar cotorreando con él en toda la ceremonia, no nos aburrimos para nada. Me acuerdo que me decía algo así como: ‘qué onda, ya vámonos, ¿no? ¿Qué hacemos aquí?”.
Después de la ceremonia, durante las celebraciones por el cierre del festival, recordó Carrera, “Quentin Tarantino se acercó y me llamó ‘Palm D'Or-bro´ (hermano de la Palma de Oro) porque ese año él se la había ganado por ‘Pulp fiction’”.
También tuvo espacio para compartir algunas reflexiones desenfadadas sobre su paso por una ceremonia de los Oscar, esto en 2003, cuando fue nominado a Mejor película extranjera por “El crimen del Padre Amaro”:
“Cuando eres nominado al Oscar, eres la sensación, maravillas a todo el mundo, te rodean los agentes, todo el mundo quiere producirte, todos los actores te saludan muy amablemente, Nicole Kidman se acerca a platicar y baila contigo. Y luego ya cuando no ganas, la vida vuelve a ser la misma”.
La filmografía esencial de Carlos Carrera
- “La mujer de Benjamín” (1991)
- “El héroe” (1994) – Palma de Oro
- “Un embrujo” (1998)
- “El crimen del Padre Amaro” (2002)
- “Backyard: El traspatio” (2008)
- “De la infancia” (2009)
- “Ana y Bruno” (2018)
Sabías que…
La cinta “El crimen del Padre Amaro”, con guion de Vicente Leñero, está basada en la novela homónima (O Crime do Padre Amaro: cenas da vida devota) del autor portugués José Maria Eça De Queiroz. En 2023 se lanzó una adaptación a miniserie portuguesa.