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Arte e Ideas

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Lance Wyman: inventando un mundo de iconos

El artista dio una conferencia en la UNAM, fue es más bien un recorrido visual por su trabajo y sus influencias.

La fila aterra. Le da la vuelta al MUAC y ya son las 7 de la noche, hora del inicio de la conferencia del diseñador Lance Wyman. Claramente, ya entraron los que iban a entrar.

Pero eso no importa, los cientos de jóvenes (la mayoría estudiantes de diseño) que hacen fila siguen aquí con tal de escuchar o ver aunque sea de lejos a este hombre al que adoran como al maestro de sus maestros. Esperan una verdadera clase magistral, aunque sea desde afuera del salón.

Seguramente tienen razón. Se dice que México no entró de lleno al mundo del diseño a gran escala, del ingenio publicitario y de los anuncios diseñados como algo más que simples avisos comerciales hasta que surgió la imagen gráfica de los Juegos Olímpicos de México 68, obra de Wyman.

Pero él mismo niega esta idea. "No creo que México se haya convertido de repente, nada más por mi trabajo, en una capital del diseño. Cuando yo llegué ya había diseñadores trabajando, aunque tenían una orientación más clásica, más europea. Yo llegué y vi los diseños prehispánicos, su simplicidad, su efectividad y quedé impactado".

"Mucho de lo que hice en México 68 y después tiene que ver con las cosas que vi la primera vez que entré al Museo de Antropología".

Cuando llegó a México, Wyman era un diseñador veinteañero que llegó a participar en la licitación por el diseño gráfico de los olímpicos. Ganó con un golpe de genialidad: encimó los cinco anillos olímpicos sobre el número 68 y vio que podía acoplarlos a la perfección.

"Al menos les fui útil" a las protestas del 68

1968 fue un año políticamente muy agitado. El neoyorquino Wyman se vio obligado a trabajar para un gobierno con el que no coincidía- "La verdad es que me sentía culpable. Veía las protestas estudiantiles y estaba de acuerdo con los manifestantes, pero ahí estaba yo, trabajando para el gobierno" dice, mientras enseña en una pantalla gigante fotos de la época. De pronto una serie de pancartas políticas aparecen, usando el diseño de México 68. "Me sentí reconfortado cuando vi que los estudiantes se apropiaban de mi diseño. Al menos les fue útil". Aunque fuera de manera burlona.

Se detiene poco en sus otros proyectos: la imagen gráfica del metro de la Ciudad de México, su trabajo corporativo con clientes tan disímbolos como la minera Peñoles, la marca de ropa Vanity y el Hotel Presidente (que hasta hace pocos años llevaba en la fachada el grillo gigante que Wyman les diseñó como logotipo). De su autoría son también la mariposa del Museo Papalote, el logotipo de la metalera Hilsa y la o cuadrada tan característica del Marco (Museo de Arte Contemporáneo) de Monterrey.

Arte y/o diseño

Entre las artes visuales, el diseño siempre es visto como el hermano menor simpático, aficionado solamente al dinero y sin talento. Como su finalidad es ser funcional antes que estético, estrictamente no es un arte. Sin embargo, carreras como la de Wyman hacen que sea necesario revisar esa noción.

Durante toda la conferencia, que es más bien un recorrido visual por su trabajo y sus influencias, uno ve algo perfectamente hermoso: una mente creativa que logra que belleza y utilidad estén tan unidas que sea imposible separar una de otra. Si eso no es arte, caray, debería serlo.

Por ejemplo, los boletos para cada evento olímpico, que Wyman muestra orgulloso. En vez de texto, los boletos sólo tenían gráficos: un dibujo de los túneles del Estadio de CU para indicar la entrada, una hilera de siluetas sentadas para indicar el asiento y la fila. "Hacerlo todo con dibujos nos evitó la molestia de tener que poner todo en español, francés e inglés, como exigía el reglamento olímpico".

Los gráficos de esos boletos eran siluetas negras sobre colores brillantes. El diseño es tan atractivo y novedoso que parece ser reciente, algo ultramoderno que acabamos de ver en línea hace unos instantes... Y sí: son idénticos a los de la campaña publicitaria del iPod, como bien hace notar Wyman.

"Iba manejando la primera vez que vi un billboard con el anuncio [de iPod]. Casi me estrellé de la sorpresa. ¿Dónde he visto eso antes?" dice, sonriente. "Me gusta ver la influencia del trabajo que hicimos entonces yo, Peter Murdoch, Eduardo Terrazas y Pedro Ramírez Velázquez [todos los que trabajaron en el proyecto de los olímpicos]. La verdad que veo nuestro trabajo en todos lados. Inventamos el mundo de iconos en el que vivimos hoy".

El hombre icono

Wyman es él mismo un icono. Todos lo que están aquí reunidos lo escuchan como esperando sus revelaciones.

Sobre cómo debe ser el diseño: "Es como contar un chiste, puedes ponerle muchas cosas y adornarlo, pero si el golpe final no es chistoso, nadie se ríe. El diseño debe sobre todo ser eficiente, que lo veas de un golpe y todo mundo entienda qué es. Por eso el grillo de la estación del metro Chapultepec bien funciona como chapulín y como saltamontes chino. Así, si no sabes pronunciar Chapultepec por lo menos sabes que vas ahí donde está el grillo".

De sus amigos en México: "Aprendí mucho con Barragán y Legorreta, pero con quien mejor me llevé fue con Mathias Goertiz, quien fue padrino de mi hija y es el único hombre por el que me he rasurado la barba".

Finalmente, del público surge una pregunta: un joven estudiante en inglés dificultoso le pide que "nos cuente del dinero". Después de la carcajada generalizada, Wyman contesta: "Bueno, estoy aquí muy feliz y sigo haciendo lo mismo desde hace más de 40 años". El dinero no es un problema para este hombre sonriente.

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