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Arte e Ideas

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La No. 1: en su nombre lleva la fama

José Antonio Alonso Cortés, pionero en el ramo de cantinas, se extinguió, pero el legado de su famosa cantina pasó a manos de su hijo José Antonio, conocedor del negocio desde que era pequeño.

Sirva esta reseña como un homenaje a Don José Antonio Alonso Cortés, pionero en el ramo de cantinas en las que además de servir buenas copas, se distinguen por sus cocinas.

Don José Antonio, oriundo de Orense, Galicia, España, junto con su tío, Don Francisco Alonso, operó durante muchos años la famosa cantina La Ribera, en el Centro Histórico, pero en el año de 1994, abre por su cuenta otra cantina que bautiza como La No. 1 (Avenida Cuauhtémoc 150, esquina Doctor Erazo, teléfonos 5578-3045, 5578-3010).

En esta nueva aventura, se apoyó con personal muy experimentado, entre ellos Juan González en la cocina, que aún perdura, y que a su vez aprendió de cocineros como el famoso Pablo Barros, experto en dar el término correcto a los pescados, y las populares pulpeiras de Villa Carballino, Galicia, quienes durante varios años visitaron nuestra capital; digno de mención es Manuel (Manolo) Otero Vázquez, quien hoy en día sigue manejando el comedor con singular destreza

Desgraciadamente, todo tiene un principio y un fin, y la vida de Don José Antonio se extinguió hace algunos meses, pero el legado de su famosa cantina pasó a manos de su hijo José Antonio, conocedor del negocio desde que era pequeño.

La sabrosa comida que disfruté fue esta:

El vino que estuvo presente durante toda la comida, un albariño blanco Lagar de Cervera, de color dorado brillante y tonos verdosos, con aroma a la campiña gallega predominando las manzanas verdes y de sabor fresco y equilibrado.

En primer lugar aparece el plato estrella, en mi opinión, los mejores pulpos a la gallega de la ciudad, acompañados con los clásicos cachelos.

La preparación de estos moluscos cefalópodos de Campeche, es toda una ceremonia que debe seguirse con estricta exactitud: después de congelarlos durante tres días, se inmersen rápidamente, por tres ocasiones en agua hirviendo; a continuación se vuelven a hervir a fuego lento en agua con cebolla y hojas de laurel por otras dos horas, se escurren, se secan y se cortan en rodajas con tijeras.

Para sazonarlos, se rocían con aceite de oliva extra virgen Sierra de Gata, de aceitunas manzanillas cacereñas, de color amarillo verdoso, pimentón algo picante de la Vera, de pimientos secados al humo, y sal marina de Cuyutlán, Colima.

Los cachelos, patatas hervidas cortadas gruesas, se sazonan igualmente con aceite de oliva, pimentón y sal marina.

Para refrescar el paladar, una ensalada con lechuga francesa, atún, camarón, palmito, cebolla y jitomate, aderezada con vinagreta ligera de aceite de oliva y vinagre de vino.

El ceviche de jaiba de Tampico, Tamaulipas, se elabora con la carne de jaiba desmenuzada, jitomate, chile verde, cilantro, cebolla, salsa catsup y rodajas de aguacate; se acompaña con tostadas de tortillas fritas.

Para rematar, el bacalao a la veracruzana, y aquí es bueno hacer una aclaración: en México se llama erróneamente a este pescado como el bacalao a la vizcaína, pero este se prepara con salsa de pimientos, sin jitomate, y se sirve en trozos, no desmenuzado.

El pescado es un bacalao noruego que se desala hasta por cuatro ocasiones, se desmenuza, y se cocina con jitomate, pimientos verdes, aceitunas, ajo, cebolla, patatas y chiles güeros.

Los postres, una ligera natilla al ron, y un Ecler Relámpago, legado de la gran pastelera vasca Aurora Valle Lombide.

jtoledo@eleconomista.com.mx

twitter toledoyleyva

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