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Suazo, el delantero de San Antonio

Es tan gran jugador que la gente que no simpatiza con él y con el Monterrey tiene que mirar fuera de la cancha para encontrar alguna cosa negativa del atacante chileno.

Texto: Carlos Herrera Lizalde / El Economista

Foto: AP

Monterrey.- Es tan gran jugador que la gente que no simpatiza con él y con el Monterrey tiene que mirar fuera de la cancha para encontrar alguna cosa negativa del atacante chileno. Pero quien realmente lo admira, debe preguntarse cómo pudo lograr convertirse en un goleador de su calibre.

Humberto Suazo, el crack que llevó anoche a los Rayados a su cuarta copa, dejó claro que los ahora monarcas del futbol mexicano no se equivocaron al ofrecerle regresar y que el Zaragoza, club español que no quiso pagar por su carta, debe de seguir lamentándose el no haber hecho un esfuerzo, situación que hoy lo tiene en zona de descenso.

Y es que en lugar de mirar el talento que derrama sobre la cancha, algunos prefieren señalarlo como un jugador que no sabe manejar los medios de comunicación, que evade los micrófonos y que hasta llega tarde de sus vacaciones.

Pero viendo de lo que es capaz con la pelota en los pies frente a una portería, es un acto irracional juzgarlo porque en lugar de desgastarse con asuntos extracancha, hay que mirar hacia atrás y encontrar las razones que permiten que hoy el Chupete sea reconocido como un futbolista diferente, superdotado.

Los inicios entre polvo y sueños

La mayor responsabilidad la tiene su padre, quien a los seis años de edad lo lanzó a jugar en el barrio, en su natal San Antonio. Ahí, en donde no está permitido rajarse, en donde no hay árbitros que detengan patadas y en donde se juega por amor a la pelota y no por sueldos de otro planeta.

Gracias a esas cáscaras en su ciudad de origen, el Chupete pudo llegar al futbol profesional, hasta formar parte de un equipo grande, como lo es Colo Colo, club con el que comenzó a mostrar al mundo ese peculiar festejo, que al menos en España y en toda América, ya todos reconocen. Es por todos sabido que cuando Humberto manda la pelota a las redes se lleva las manos a las orejas, infla sus mejillas y trota, llevando lentamente sus muslos a la altura del estómago, para finalmente frotarse su cabeza calva.

Si hoy Suazo puede presumir haber jugado un Mundial, registrar 18 goles con su Selección, dos campeonatos con Monterrey y ser pretendido por muchos clubes de Europa, se lo debe al barrio, a su padre.

Mientras tanto, quienes reclamen sus retrasos a las concentraciones y sus nulas declaraciones, deberán, mejor, aprovechar los días que siga jugando en nuestro país, porque parece que la Liga comienza a quedarle pequeña.

Por ahora, aquel niño que arrancó su carrera jugando en el barrio, tiene un lugar asegurado en la historia del Monterrey.

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