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Regresa el software de la UNAM que desafía el olvido

Hannia Novell | Columna Invitada
En un país donde cada año miles de niñas, niños y adolescentes son lastimados por la violencia, la impunidad o la indiferencia, la memoria es una trinchera.
Los científicos mexicanos lo saben. Investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) han desarrollado un software capaz de realizar progresiones y regresiones faciales a partir de una fotografía.
Se trata de una tecnología poderosa que permite imaginar cómo se vería hoy una persona desaparecida hace años, o bien, cómo lucía un menor asesinado cuando apenas era un bebé.
En otras circunstancias, este avance sería aplaudido como una herramienta para combatir el paso del tiempo en casos de envejecimiento natural o reconstrucciones estéticas.
Pero en México, el algoritmo bautizado con el nombre REGRESA tiene un significado más profundo, más desgarrador. Se trata de devolver la identidad a los que ya no están, por tender un puente entre el presente y ese pasado mutilado por la violencia.
Una violencia que la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) retrata con dramatismo. Durante 2024, dos mil 243 niñas, niños y adolescentes fueron asesinados en México. Sí, más de seis crímenes cada día. También se registraron más de nueve mil reportes de desaparición de menores de edad y 2 mil 751 de ellos no han sido localizados y siguen sin aparecer.
A esta tragedia se suma una crisis institucional que multiplica el dolor: la falta de servicios forenses capacitados y con recursos suficientes para identificar cuerpos. En muchos casos, los restos de niñas, niños y adolescentes terminan almacenados en fosas comunes, cámaras frigoríficas saturadas o simplemente desaparecen entre el caos burocrático.
Las familias enfrentan la incertidumbre de no saber dónde están sus hijos y el infierno de encontrarlos sin que alguna autoridad pueda decirles que ese cuerpo sin nombre les pertenece.
De ahí la relevancia de la novedosa tecnología de la UNAM, la cual utiliza modelos de inteligencia artificial entrenados con miles de imágenes reales, para predecir cómo envejece un rostro o cómo se vería una persona más joven.
Esta innovación de la UNAM no es solo un aporte tecnológico, es el vivo ejemplo de una ciencia con rostro humano que, con las imágenes generadas, abre la puerta para que madres, padres, hermanos y abuelas puedan imaginar, aunque sea en pixeles, la vida del niño que les arrebataron.
En un país donde los expedientes duermen y las autoridades callan, la ciencia se alza como una esperanza porque, en manos de las Fiscalías de Justicia de todos los estados del país, REGRESA podría ser un instrumento crucial en la localización de menores desaparecidos.
Y cada rostro reconstruido será también una denuncia. Una bofetada al sistema. La prueba de todas las veces que las fiscalías minimizaron una alerta Amber, la evidencia de que las comisiones de búsqueda de personas ignoraron los reclamos de ayuda de sus familiares y el testimonio de una sociedad con memoria corta, incapaz de sentirse conmovida por el dolor ajeno.
Si logra superar todos los escollos burocráticos y entra en operación, el software de la UNAM será también un faro de esperanza. Mientras podamos reconstruir el rostro de un niño, sabremos que hay una historia que aún puede contarse, una verdad que aún puede gritarse. Y quizá, sólo quizá, encontrarle sentido a una tragedia espantosa.
¿Hasta cuándo vamos a seguir permitiendo que los rostros de la infancia desaparezcan?

