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Trump y su discurso de odio

La falaz afirmación de Trump en el debate presidencial de la semana pasada acusando a inmigrantes haitianos de estar comiéndose a los gatos y perros de los residentes bancos de Spingfield (Ohio) es uno de los más perversos ejemplos de discurso de odio. Sin embargo, un segundo intento de atentado contra el expresidente ahora le permite presentarse como víctima. ¡Cuidado!, el discurso de odio muchas veces se le revierte a sus difusores y las encuestas muestran un acentuado aumento de los estadounidenses proclives a la idea de ver en la violencia un método válido para lograr objetivos políticos. Solo unas horas antes del incidente Trump había vomitado en su red social un mensaje de discordia: “Odio a Taylor Swift”, escrito íntegramente en letras mayúsculas. Ahora acusa a la Casa Blanca de incitar los ataques contra él por describirlo como “un peligro contra la democracia”, pero no deja de amenazar con, de no ganar, rechazar nuevamente los resultados de las elecciones presidenciales. También acentúa sus arrebatos de alentar el odio contra los inmigrantes, de calificar a Biden y Harris de corruptos, marxistas y fascistas y de, en caso de volver a la presidencia, meter a la cárcel a muchos de quienes se le oponen. La afirmación sobre las mascotas supuestamente devoradas en Springfield ha sido desacreditada por las autoridades locales en repetidas ocasiones. Sin embargo, los residentes haitianos en la ciudad han recibido graves amenazas y acoso, mientras Trump redobla su discurso antiinmigrante: “En Springfield 20 mil inmigrantes ilegales haitianos han llegado a un pueblo de 58 mil habitantes, destruyendo su forma de vida.”, dijo durante una conferencia de prensa en su campo de golf en Los Ángeles. Más tarde agregó: “Haremos grandes deportaciones desde Springfield. Vamos a sacar a esta gente. Los llevaremos de vuelta a Venezuela (sic)”.
Todos los países industrializados, y no solo Estados Unidos, enfrentan hoy una retórica agresiva, discriminatoria y vulgar la cual se agrava cada vez con mayor fuerza en las campañas electorales y es exaltada principalmente por el rechazo a los refugiados e inmigrantes. El radicalismo político siempre se ha nutrido de las retóricas intransigentes y el simplismo conceptual. En todo el mundo, políticos de claro tinte autoritario pretenden eliminar a los derechos humanos como la columna vertebral de los sistemas de gobierno, e incluso los señalan como un obstáculo a la voluntad de las mayorías. Desgraciadamente, en demasiadas ocasiones estas falacias encuentran eco en las urnas. Los ciclos electorales a menudo ven un aumento en el discurso de odio y de un esfuerzo coordinado para convertir a los inmigrantes en chivos expiatorios para obtener ganancias políticas y, también, para distraer a los electores de los problemas verdaderamente apremiantes.
Fue Tzvetan Todorov quien señaló al preguntarse ¿Quiénes son los “bárbaros?: “Potencialmente todos, usted y yo. No se trata de individuos monstruosos e identificables de una vez. Somos nosotros en ciertos actos y actitudes que consisten en no reconocer la plena humanidad de los otros, porque son diferentes... La barbarie nos amenaza a todos desde el interior". Esta óptica permitió a Todorov anticipar la tragedia actual de los inmigrantes cuando sostuvo: "Este miedo a los inmigrantes, al otro, a los bárbaros, será nuestro gran primer conflicto en el siglo XXI". Las palabras de este distinguido intelectual son cada día más pertinentes. Nos recuerda que se debe Combatir a la irracionalidad con inteligencia, el odio con empatía hacia el otro, la intransigencia con diálogo y el simplismo conceptual con información real y verificable.