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Opinión

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Nos unimos como nunca y nos separamos como...

Armando Regil Velasco

Hace exactamente un año, la naturaleza nos sacudió con fuerza. Nos recordó lo vulnerables que somos, nos puso los pies en la tierra, sacándonos completamente de nuestra zona de confort, para hacernos ver lo que en condiciones normales olvidamos o ignoramos.

Aunque nuestro ego nos confunde, nos hace pensar sólo en nosotros y nos regresa fácilmente a la zona de confort, la naturaleza nos hizo voltear alrededor para recordar y reconocer que, en realidad, todos somos uno. El problema es que somos de atención dispersa y memoria corta.

La solidaridad fue más grande que el dolor porque los mexicanos somos, en esencia, generosos. Las cadenas humanas interminables y la organización espontánea para ayudar de todas las formas posibles fueron la mejor manera de recordarnos que, aunque no nos conozcamos, todos necesitamos de todos.

A pesar de habernos dado la mano de manera excepcional, de olvidar por un momento todas nuestras diferencias para poner nuestra atención en lo que nos une, que siempre es mucho más fuerte que lo que nos divide, cedimos muy pronto a los caprichos del ego, nos distrajimos y volvimos a caer en la trampa de siempre. Sí, nos unimos como nunca y terminamos separándonos como siempre.

Los días posteriores al terremoto, aprendimos que, muchas veces, el gobierno, lejos de ayudar o cumplir con sus responsabilidades esenciales, en realidad estorba. Los políticos y sus partidos quedaron al margen no sólo por su incapacidad y poca sensibilidad, sino sobre todo porque los ciudadanos tenemos capacidad de organizarnos y de hacer mucho más de lo que a veces imaginamos.

Hoy, un año después, tras un proceso electoral polarizador en el que nos soltamos como si el terremoto nunca hubiera sucedido, es oportuno revivir aquellos momentos para que, en el mejor de los casos, volvamos a poner nuestra atención en lo que nos une y nos hace más fuertes, para darle al gobierno su justa dimensión y saber hasta dónde puede y debe actuar. Basta de sobreestimar a los políticos, simplemente recordemos el poder de los ciudadanos unidos durante esos días, para renovar nuestra convicción de lo mucho que podemos lograr.

Los políticos de siempre saben que necesitan dividir y polarizar para lograr sus objetivos, por cierto, muy distantes a las necesidades de la mayoría de los ciudadanos.

Si ya aprendimos que juntos podemos lograr lo que sea que nos propongamos y que en realidad al gobierno lo necesitamos poco, valdría la pena replicar aquellas acciones, aquellas cadenas humanas, aquella organización espontánea que nos hizo darnos cuenta del poder que tenemos cada uno y todos juntos, a pesar, por encima y mucho más allá de cualquier gobierno.

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Armando Regil Velasco es Presidente Fundador del Instituto de Pensamiento Estratégico Ágora A.C. (IPEA)

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