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Narrativa aditiva y adictiva
A los que les gusta el redondeo pueden acabar la lectura de este texto en la siguiente frase: todo indica que antes de que termine el mes de noviembre, México alcanzará un millón de “casos totales” y 100 mil defunciones por Covid-19. Sin embargo, a los que les interesa saber un poco más sobre las cifras tan redondas y contundentes, no solo necesitan invertir horas de lectura, sino además contar con mucha imaginación para entender la estrecha narrativa de las autoridades de salud. Al principio de la epidemia (febrero-marzo de 2020) todo indicaba que era una contienda pareja y que, por el escaso número de casos y contactos, la vigilancia “Orwelliana” se encargaría de informar a la ciudadanía cómo se controlaría la nueva enfermedad.
Su confianza radicaba en que contaban con un sistema de información construido por ingenieros que sabían de epidemias del pasado y por lo mismo, aplicando su conocimiento, confiaban que podrían manejar la novel enfermedad. El problema empezó cuando se dejó de reportar a los contactos pues no había registros de ellos. Los casos confirmados, las defunciones, las pruebas a los que presentaban síntomas robaron toda la atención. Poco a poco el agua de la presa fue subiendo de nivel y la inundación de datos desbordó la narrativa. Aparecieron cifras de camas ocupadas, gráficas de colores, curvas con picos, predicciones desatinadas y fases que buscaban organizar una epidemia que no se iba a dejar domar fácilmente.
Qué fácil es hablar a toro pasado –dice el saber popular- pero que complicado es corregir el rumbo y convencer a los demás que lo hagan. La estrechez de la narrativa es también una enfermedad contagiosa y no solo la padecen las autoridades, los medios de comunicación, y las redes sociales también han sido contagiados. Se presentan sumas por doquier. Se trata de una narrativa aditiva y adictiva. No se me malinterprete: es algo necesario, pero no suficiente.
Hablemos del algoritmo. Durante ocho meses el criterio de ingreso y clasificación del sistema fue: según la norma oficial existe una definición de sospechoso y se le aplica una prueba diagnóstica (PCR). Dependiendo de la gravedad del caso se le clasifica como ambulatorio o se le ingresa a un hospital. El resultado de la prueba diagnóstica (que se recibía días después), permitía distribuir en tres celdas todos los casos: confirmados (positivos), negativos y los que permanecían como sospechosos. El algoritmo para el desenlace era: si sobrevive el caso conformado 14 días desde que inició su sintomatología, se le consideraba recuperado; si aún no pasaba esa barrera en el tiempo, se le considera activo; además se añadían los que fallecieron. Aunque el margen de maniobra era estrecho, usando este algoritmo la comunicación de las cifras funcionó hasta finales del mes de septiembre. Durante siete meses el receptor captó el mensaje y el emisor mantuvo su narrativa aditiva. No hay que perder de vista que la autoridad es responsable no solo de lo que emite, sino también de lo que omite. De ahí los constantes debates sobre el número de pruebas diagnósticas aplicadas. Sabemos que nunca se reportaron las pruebas realizadas a los asintomáticos, aunque sí se practicaban; sabemos que no se reportaban las segunda, terceras o innumerables pruebas que les hacían a los trabajadores esenciales para mantener el control de brotes en los lugares de trabajo y múltiples debates sobre las inconsistencias de las cifras de defunciones.
Entre el 27 de septiembre y el 5 de octubre, el algoritmo cambió completamente y con el ello las palabras que componen la narrativa. Las personas examinadas, pasaron a ser personas notificadas; los casos confirmados, ahora son casos totales. El nuevo algoritmo permite que un caso (confirmado) provenga de una confirmación clínico-epidemiológica por ser contacto de alguien que estaba previamente en el sistema o que una defunción sea dictaminada por un comité de expertos cuando la prueba no haya servido. Esto trae a la memoria el mensaje de la autoridad a propósito de la “mortalidad oculta” y que se estudiaría el “exceso de mortalidad”. Pero no hay que distraerse con los anglicismos técnicos, a lo que sí hay que ponerle atención es que el algoritmo abre un abanico complicado que permite la entrada a personas que no recibieron una prueba diagnóstica, o que el resultado de la prueba diagnóstica nunca se recuperará.
Así las cosas, la gestión de las cifras de la pandemia en México presenta una discontinuidad de serias dimensiones en relación con la persona denomina sospechoso, en los casos confirmados y en consecuencia en las pruebas diagnósticas (ver cuadro 1) . Aunque hoy se reportan 2.4 millones de personas notificadas, en realidad se han practicado 2.1 millones de pruebas diagnósticas a personas con síntomas. Al 2 de noviembre los cambios a la definición de caso confirmado agregan alrededor de 3 mil muertes y 27,576 casos. Además, desde finales de septiembre a la fecha suman 23,662 casos que no tienen prueba diagnóstica y 184,371 en calidad de sospechosos, pero también sin pruebas. El laboratorio dejó de ser un cuello de botella: hay 43 mil casos sospechosos que no tienen asociación clínico epidemiológica, ni dictaminen del comité a Covid-19, y aunque se le tomó muestra, ésta no se procesó. El algoritmo que clasificaba en tres tipos de resultados ahora es una combinación compleja e inconsistente que no añade al presente, sino que corrige las omisiones del pasado y confunde.
Por ejemplo, de los 23,662 casos sin prueba, 5,419 provienen de la CDMX y 11,039 de Sonora. Dos entidades concentran 70% de los casos sin pruebas. A nivel nacional los casos sin pruebas concentran 2.5% del total, pero en Chiapas suman 10.2% y en Sonora 28.6%. Lo más curioso es que en Sonora 80% de los casos sin pruebas se acumulan entre las semanas 28 y 38. Estamos empezando la semana 45, es decir, se hacen correcciones a registros de hace 2-4 meses.
Si al finalizar este texto, usted se acuerda de una de las frases más celebradas de Carlos Monsivais “O ya no entiendo lo que está pasando o ya pasó lo que estaba entendiendo", no se apure, somos muchos.

* Confirmado por asociación clínica epidemiológica (26,886) + confirmado por comité de dictaminación (690)
** 56,331 están pendientes y 59,301 con resultado inadecuado
*** Sospechoso sin prueba 184,371 + invalido por laboratorio 6,565 + no realizado por laboratorio 43,000
Fuente: DGE, Datos abiertos 2 de noviembre https://bit.ly/38ddEuf
*El autor es profesor de la Universidad de Washington.
Correo: rlozano@uw.edu
Twitter: @DrRafaelLozano