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Opinión

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Las guerras de desgaste y las victorias pírricas (Parte II)

Debemos evitar las guerras de desgaste y las victorias pírricas, ya que hay mucho que hacer con miras al futuro

Antes de entrar en un conflicto se debe decidir si se está dispuesto a llegar hasta sus últimas consecuencias.

Henry Kissinger, en relación a Estados Unidos en la guerra de Vietnam.

En la primera parte de este artículo describí varias victorias pírricas como la invasión de Napoleón a Rusia, la lucha contra los pequeños propietarios agrícolas en la Unión Soviética, las purgas Stalinistas y la invasión alemana a Rusia en la Segunda Guerra Mundial.

También comenté sobre la guerra de las trincheras durante la Primera Guerra, tal vez la más famosa guerra de desgaste del siglo XX.

Después de salir victorioso en la Segunda Guerra Mundial, el Imperio Británico quedó en tan malas condiciones económicas que le fue imposible mantener su estatus de potencia imperial.

Poco a poco, ante la pérdida de su poderío naval, sus colonias se fueron independizando. En 1947 la India formalizó su independencia. Un año después, concluyó el Mandato Británico en Palestina con la retirada de las tropas y una guerra abierta entre los países árabes e Israel.

En 1951 en Irán, el recién electo primer ministro Mossadegh, cuya retórica antibritánica lo hizo llegar al poder, nacionalizó la Anglo-Iranian Petroleum Company, compañía inglesa que tenía la concesión de exploración y extracción de petróleo desde principios de siglo, lo que representó un duro golpe para la economía inglesa.

Las limitaciones de Gran Bretaña como potencia se hicieron aún más evidentes durante la crisis del canal de Suez en 1956. Gran Bretaña, Francia e Israel invadieron gran parte de la península del Sinaí para frenar las ambiciones del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, que buscaba nacionalizar el canal de Suez, la principal ruta del petróleo proveniente del golfo pérsico hacia Europa.

Estados Unidos se opuso a la intervención anglo-francesa-israelí en Egipto, por lo que los tres países se vieron obligados a devolver el territorio conquistado. Analizando estos hechos ocurridos entre 1947 y 1956, es claro que, para Gran Bretaña, la victoria obtenida en la Segunda Guerra Mundial fue una victoria pírrica, ya que fue perdiendo su dominio colonial.

Sin embargo, no debemos perder de vista que esta victoria, aunque fue pírrica, era preferible a una derrota ante la Alemania nazi.

Vietnam: dos décadas de desgaste y cuatro millones de víctimas

La guerra de Vietnam es otro ejemplo de guerras de desgaste. Este conflicto bélico que transcurrió de 1955 a 1975 tuvo como objetivo impedir la reunificación de Vietnam bajo un gobierno comunista.

Esta guerra fue una herencia del colonialismo francés, que dominaba la Indochina francesa (Cambodia, Laos y Vietnam) desde finales del siglo XIX.

Después de la Segunda Guerra Mundial, periodo en el que Japón ocupó la región, Francia intentó controlarla de nuevo, enfrascándose en una guerra contra los nacionalistas comunistas liderados por Ho Chí Minh, quien había vivido en Francia en su juventud. Después de casi 10 años de lucha y ante su derrota en la batalla de Dien Bien Phu, Francia tomó la decisión de abandonar Vietnam, que se dividió en dos.

Estados Unidos decidió apoyar a Vietnam del Sur, contra la guerrilla local del Viet cong y el ejército de Vietnam del Norte, ambos respaldados por China y la Unión Soviética. Estados Unidos no evaluó correctamente el tamaño del conflicto al que se estaba metiendo.

Después de varios años de guerra, en enero de 1968, cuando se celebraba la festividad de Tet (el año nuevo vietnamita), Saigón, la capital de Vietnam del Sur, fue atacada, llegando el avance norvietnamita hasta la embajada americana. Aun cuando el ataque fue repelido y el territorio fue recuperado, los norteamericanos se dieron cuenta de su vulnerabilidad.

Poco después se conocieron los hechos ocurridos en el pueblo de My Lai, donde el ejército americano mató a la población civil con una crueldad inimaginable, por lo que la opinión publica en Estados Unidos se terminó de volcar en contra de esta guerra. La retirada progresiva de las tropas estadounidenses inició, firmándose los Acuerdos de Paz de París en 1973. En esta guerra de desgaste murieron alrededor de 4 millones de personas.

Brexit, conflicto que se alarga y deja perjuicios para todos

Las guerras de desgaste no son cosa del pasado, el Brexit es un muy buen ejemplo. Cuando el primer ministro conservador David Cameron se comprometió en el 2013 a un referéndum para decidir si Reino Unido, integrado por Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte, permanecía o abandonaba la Unión Europea, su gobierno de coalición con los demócratas liberales buscaba frenar el ascenso del Partido de la Independencia del Reino Unido.

Al ganar las elecciones en el 2015, tuvo que cumplir su compromiso, convocando al referéndum para el año siguiente. Para él, ésta era la única manera de conservar la unidad de los conservadores.

Cuando los ingleses salieron a votar el 23 de junio del 2016, los partidarios de la salida de la Unión Europea ganaron ante la incredulidad de David Cameron, quien tuvo que renunciar a su cargo. Los brexiters consideraban que ser miembro de la Unión Europea limitaba la soberanía británica y que el Brexit permitiría a los británicos un mayor control de la migración, una mejor posición para negociar acuerdos comerciales y una liberación de la excesiva regulación y burocracia.

Como señala Thomas Friedman en su artículo “The United Kingdom Has Gone Mad”: “El Brexit se presentó a los ingleses con una simplicidad que no era real, se sobrevendió en cuanto a sus beneficios y su facilidad de implementación”. Los ingleses nunca pensaron en la crisis política y la incertidumbre económica que esta decisión provocaría.

Hoy después de casi dos años y 10 meses del referéndum, la guerra de desgaste le ha cobrado su cuota a la primera ministra Theresa May, sucesora de Cameron, quien aún no logra el consenso para evitar un Brexit duro. Gran parte del desgaste político que esta decisión provocó proviene de problemas que eran previsibles, como es el caso del conflicto por la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte, la resistencia de Escocia a salirse de la Unión Europea, el enojo de varios países de la Union Europea y la reticencia de España a dar una salida fácil a los ingleses sin obtener concesiones en Gibraltar.

Profundizando en el conflicto fronterizo entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte, que probablemente es el tema más crítico para Theresa May, es relevante comentar que tanto los británicos como la Unión Europea buscan evitar una frontera física entre dos países cuyo pasado violento es relativamente reciente.

El acuerdo de paz firmado en Belfast en 1998 puso fin a un sangriento conflicto político y religioso que duró más de tres décadas. Dicho acuerdo permite un paso libre de personas y mercancías, que se vería interrumpido con el Brexit, lo que pudiera afectar el consenso de paz que tanto esfuerzo tomó.

Por esta razón se incluyó en las negociaciones la cláusula backstop, que permitiría que Irlanda del Norte se mantenga por un periodo de transición dentro de la unión aduanera y del mercado económico europeo. Este tema, sin embargo, se ha complicado, ya que los diputados norirlandeses del Partido Unionista Democrático, que hasta ahora han hecho coalición con los conservadores de Theresa May, se oponen al backstop que impondría a Irlanda del Norte condiciones diferentes a las del resto del Reino Unido.

Incluso cuando la extensión del plazo al 31 de octubre otorgada por la Union Europea mitiga el riesgo inmediato de un Brexit duro, no lo elimina por completo.

Por otra parte, un segundo referéndum es una opción posible, pero esta propuesta no cuenta con una mayoría en el Parlamento. Tampoco puede descartarse un Brexit con una union aduanera que proteja de las tarifas a las cadenas de suministro. Por último, es factible que en los próximos meses se convoque a elecciones con la posible caída del gobierno de May.

Cuesta trabajo entender que los conservadores de línea dura, que tradicionalmente se preocupaban por el crecimiento de las empresas, están obsesionados con el restablecimiento de la soberanía británica, sin tomar en cuenta que Reino Unido exporta a la Unión Europea 40% de sus exportaciones totales.

Independientemente del resultado final, es indudable que el Brexit ha sido una guerra de desgaste, cuya magnitud nunca se evaluó a fondo, cuando se iniciaron las discusiones sobre el tema. Esta incertidumbre continuará por seis meses más, lo que retrasará las inversiones del sector privado, provocando un estancamiento en la actividad económica.

Reformas y políticas en méxico polarizan y generan desgaste

México enfrenta el riesgo de caer en guerras de desgaste y victorias pírricas. La cancelación del NAIM, cuya intención de abatir la corrupción es, sin duda, encomiable, conlleva un costo de oportunidad muy elevado para un país con una gran dependencia de los flujos comerciales y turísticos, por lo que requiere de un aeropuerto de primer orden que pueda funcionar como hub internacional.

El freno implícito a la reforma energética, donde se suspenden las subastas de Asociaciones Público Privadas para la exploración de pozos profundos y para la transmisión y producción de energía eléctrica y se opta por la construcción de refinerías para reducir la dependencia de las importaciones de gasolina, conlleva el riesgo de una menor recaudación fiscal en el corto plazo, pero más importante aún, es una apuesta a un combustible que, en el futuro cercano, seguramente será sustituido por la electricidad, la energía eólica y la energía solar.

La autosuficiencia en gasolina, tan ansiada por esta administración, puede ser otra victoria pírrica, donde los costos pueden superar los beneficios. Cito de nuevo a Thomas Friedman: “Los líderes actuales deben preguntarse cada mañana: ‘¿Cuáles son las principales tendencias en este mundo? ¿Cómo alineo mis políticas para que la gente aproveche lo mejor de estas tendencias y se proteja de lo peor de las mismas?’” Debemos evitar las guerras de desgaste y las victorias pírricas, ya que hay mucho que hacer con miras al futuro.

*El autor es director general de Banca Privada y Mercados de Banco Monex. Sus opiniones son personales y reflejan su interés en aprender de la historia.

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