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La era de la innovación en políticas públicas
La innovación se define de varias maneras, no obstante, a grandes rasgos es una acción que busca mejorar un proceso, un producto, servicio o bien una idea ya existente incorporando una novedad. En algunos casos la innovación se identifica con facilidad; por ejemplo, un adolescente no tendría mayor problema en enlistar los avances, cambios y novedades entre el iPhone 5 y el 13. Sin embargo, en el mundo de las políticas públicas y de las ideas, la innovación puede ser más difícil de percibir.
De entrada, hay que preguntarnos, ¿por qué sería deseable incluir a la innovación en el diseño de las políticas públicas? Existe más de una respuesta a esta pregunta. La más obvia se relaciona con el producto final, es decir, con la posibilidad de implementar políticas innovadoras que puedan arrojar resultados diferentes y mejores a los acostumbrados. En general, las políticas innovadoras son deseables; no obstante, en países como México, son urgentes, ya que por décadas hemos presenciado resultados poco satisfactorios en temas como la violencia, pobreza, educación, salud, corrupción, entre otros. Ante este panorama, se mantiene viva la esperanza de que, a través de un proceso innovador, los tomadores de decisiones diseñen e implementen políticas públicas que generen cambios positivos y visibles para la población.
Ya sea que la innovación provenga del gobierno o de un think tank (centro de pensamiento), hay retos de diversa índole y el camino rara vez se recorre en línea recta. Uno de los elementos más importantes para introducir exitosamente la innovación es que los y las líderes de esas instancias tengan la voluntad de hacer un cambio real. A partir de ello, surge un proceso para construir el ambiente indicado para que la innovación surja y se desarrolle.
Algunos de los pasos a seguir son:
1) Considerar la cantidad de tiempo y recursos que se tienen y requieren para fomentarla y ponerla en práctica;
2) Generar una cultura laboral que la incentive;
3) Estar abiertos a la incertidumbre, experimentación e incluso al fracaso;
4) Pensar en cómo medir el impacto de las iniciativas innovadoras;
5) Determinar si hay forma de involucrar a los beneficiarios en el proceso;
6) Evaluar si los procesos podrían escalarse o replicarse, entre otros.
En una etapa posterior, cuando se haya alcanzado el objetivo deseado, es decir, suponiendo que se ha diseñado e implementado con éxito una política pública innovadora, se requiere documentar y darle visibilidad a la innovación. Lo anterior, con el fin de que otros actores entiendan los retos que se enfrentaron y que perciban los beneficios del cambio. Aún en este punto puede ser un tanto subjetivo definir si un cambio exitoso en una política pública deriva de una innovación como tal o simplemente de un pequeño ajuste en el diseño.
Por ello, priorizar la evaluación resulta indispensable para documentar el conocimiento e identificar si se integraron elementos innovadores en el proceso. Algunos de estos elementos pueden incluir una lluvia de ideas para abordar la problemática de inicio, el acercamiento a la ciudadanía para conocer su perspectiva del problema, retroalimentación para aterrizar la variedad de ideas vertidas, así como la creación y medición de indicadores que reflejen el éxito o fracaso en la innovación.
Sin duda, las expectativas de una labor innovadora son más fuertes sobre los think tanks que sobre los gobiernos. Por lo general se asume, e incluso se tolera, el hecho de que estos últimos tengan procesos rígidos, que sean lentos, burocráticos y conservadores en su toma de decisiones. En ese sentido, las expectativas sobre los think tanks son muy distintas. A diferencia de los gobiernos, se espera que estas organizaciones sean innovadoras en todo su quehacer: en su comunicación con los tomadores de decisión, en las formas en las que se presentan los hallazgos y propuestas, en cómo colaboran con sus pares y stakeholders, en el diseño de sus políticas y en la forma de incidir.
El reto es grande; no obstante, como mencioné anteriormente, el primer paso para lograrlo es la voluntad para que de forma permanente se rompa con los patrones de pensamiento tradicionales y se incentive la creatividad. Resulta fundamental mantener la ambición en torno a la innovación. Las formas tradicionales en las que se diseña la política pública han dejado ver sus límites y hoy más que nunca se requiere explorar nuevas maneras de pensar y de trabajar para potenciar el impacto de las políticas públicas en beneficio de la población.