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Gringos ingratos y la elección en 2024

Este año a nivel global habrán muchas elecciones y ninguna será más importante que la elección presidencial en Estados Unidos dado el gran riesgo que implicaría para la democracia una segunda presidencia de Donald Trump para Estados Unidos y el mundo entero.
A pesar de su falta de popularidad en este momento, el Presidente Joe Biden sí será el candidato del partido Demócrata y Kamala Harris seguirá como su compañera de fórmula. La situación del Partido Demócrata está lejos de ser ideal, pero tampoco es tan mala como argumentan los medios nacionales e internacionales, quienes exageran tanto la debilidad de los Demócratas como la fortaleza política de Trump.
Si te guías por las encuestas que miden la tasa de aprobación de Biden el panorama es desalentador. El promedio de las encuestas reportadas por Real Clear Politics muestra que tan solo el 40% de la población aprueba al presidente, mientras que el 56% de los encuestados desaprueban su gestión. Dicho eso, la historia de las tasas de aprobación de otros presidentes durante el mismo periodo de su gestión no son muy distintas (Reagan 42%, Clinton 41%, Obama 46%, Trump 38%).
En las encuestas para la elección general que tendrá lugar el 5 de noviembre, algunas indican una preferencia para Trump, pero hay que recordar que en Estados Unidos no todos los votos tienen el mismo valor dado que lo que determina el ganador es el sistema del Colegio Electoral; algunos estados son más importantes que otros. En estados clave que oscilan entre rojo (Republicano) y azul (Demócrata) —conocidos como swing o columpio— vemos una mayor fortaleza de Biden sobre Trump. Por ejemplo, en Virginia, uno de los estados swing más importantes, una encuesta del 5 de enero mostró una ventaja del 6% para Biden.
Si revisamos lo que ha logrado Biden en los últimos tres años, los resultados son loables y no suficientemente apreciados. Y, si como dice el refran, “es la economía, estúpido”, hay muchas porras que pueden echarse al gobierno actual.
Biden manejó la pandemia de manera responsable en términos sanitarios y logró evitar una recesión de la economía al inyectar más de $1.9 billones de dólares (trillones en inglés; para dimensionar, el tamaño de la economía mexicana se suma a alrededor de $1.5 billones de dólares). La mayoría de los estadounidenses recibieron dinero en efectivo para amortiguar el impacto de la pandemia. Y los mexicanos también se beneficiaron en grande; de allí venían muchas remesas que evitaron el hambre a nivel América del Norte.
Al enfrentar elevados niveles de inflación, algo normal después de incrementar tanto la liquidez, Biden pasó una legislación histórica (Inflation Reduction Act) para impulsar la economía a través de una considerable inversión en infraestructura y capacidad manufacturera, sobre todo energía limpia. La economía va viento en popa (crecimiento arriba del 2.5% el año pasado), a pesar de que hace un año se temía una posible recesión.
Como si fuera poco, después de que Trump sacó a Estados Unidos de los Acuerdos de París (entre otras calamidades internacionales), Biden empoderó a John Kerry a liderar esfuerzos para abatir el cambio climático. Bien.
Los estadounidenses están deprimidos, pero Biden no tiene la culpa. Las divisiones ideológicas han envenenado el ambiente, un legado de la presidencia de Trump y una señal clara de que Estados Unidos como una sociedad multicultural ha perdido el rumbo. Pero el camino del odio no es ni será la respuesta.
Lo peor que puedes decir sobre el presidente Joe Biden es que, a sus 81 años, ya es viejo. Más allá de sus años y tartamudeos -una condición que ha sufrido toda la vida- Biden es un estadista y un conocedor de políticas públicas como pocos. Además, es un ser humano decente y empático que entiende la importancia de la democracia y sus instituciones.
Este año la disputa política será intensa y estará llena de veneno. Pero al final de los insultos y sustos, Biden seguirá siendo el presidente de Estados Unidos en 2025, una excelente noticia para todas y todos.
*Amy Glover es politóloga experta en la relación bilateral.

