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Opinión

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Crisis de legitimidad

Los políticos ofrecen el paraíso. Y ése es un problema. Ofertan lo que la economía limita. La economía plantea que hay que elegir entre fines, mismos que compiten.

La legitimidad tiene dos caras, como Jano, dios de los accesos y de las salidas en la mitología griega. Una cara es la política y la otra, la economía. Una asociada a la otra.

Los profesionales de la economía quisieran un crecimiento económico autosostenido y ecológicamente equilibrado, que permita tener un bienestar para todos, con una redistribución del ingreso más equitativa. Pero hay muchos obstáculos que son contradictorios y nos quitan la inocencia. Uno es que el FMI ha reconocido con base en diversos estudios que la desigualdad creciente es un obstáculo al crecimiento económico, lo que significa que políticamente se tiene que decidir sobre su reducción.

Hay otros estudios que abordan la desigualdad proponiendo medidas económicas correctivas, pero ellas reprueban al pasar por el filtro de la política. Una mordaz escritora inglesa, Caitlin Moran, dice: Desigualdad es basura medieval . Solamente en los países escandinavos el capitalismo y la solidaridad se quieren.

Los políticos ofrecen el paraíso. Y ése es un problema. Ofertan lo que la economía limita. La economía plantea que hay que elegir entre fines, mismos que compiten porque no se pueden obtener todos a la vez, ya que los recursos son limitados.

La economía existe porque las necesidades son infinitas. Frente a ello la política plantea satisfacerlas. La mezcla de las necesidades económicas y las promesas políticas constituye el andamiaje ideológico sobre el que flotan los intereses de las sociedades, pero también los intereses de los más fuertes, respaldados por el contrato social que deriva de las relaciones de producción y distribución.

En términos globales, un gobierno se legitima si crece el bienestar generalizado y, por el contrario, pierde credibilidad cuando aumenta el desempleo y se deterioran los ingresos. Consecuentemente, los gobiernos necesitan de una gran flexibilidad para lograr la eficacia.

Hay dos políticas económicas: el enfoque keynesiano para la expansión y el otro, la restricción económica para corregir los excesos o los desequilibrios por factores internos o internacionales. Pero todo dentro del sistema capitalista en que vivimos. Sus beneficiarios consideran que sus reglas son para todos. Y ante las crisis hay una metáfora de Carlos Marx, en El capital, que es muy expresiva. Dice: Las crisis en el capitalismo son como el vómito para los romanos: hacen hueco para poder continuar comiendo .

El crecimiento es en sí mismo el único fin moral. Para tenerlo, ahora el mundo se mueve en varias velocidades; unas satisfactorias, otras no.

Estados Unidos resolvió para salir de la crisis un enfoque keynesiano, utilizando la política monetaria para canalizar a los bancos recursos para el crédito y de esa manera expandir la producción. Asumió una ética de la responsabilidad. En eso consiste gobernar. Para este año, su PIB, de acuerdo con las cifras dadas a conocer el pasado mes por el FMI, crecerá en 2.5%, y para el 2016 en 3 por ciento. Europa, por el contrario, continúa con su política restrictiva determinada en gran medida por Alemania, en el contexto de una ética de la convicción más que de la solidaridad. Se estima que la zona euro sólo crezca 1.5% en este año, y para el 2016, 1.7 por ciento.

Las economías emergentes se estima que crecerán 4.2% en este año y 4.7% para el 2016, ambas determinadas por los crecimientos de China e India que acusan niveles de crecimiento de 7 por ciento. Sin duda son algunos de los motores de la economía mundial, basados en salarios miserables. Los países de America Latina, por su parte, son los más lentos dentro de los países emergentes.

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