Los Indignados y el libre mercado

A casi 100 años del nacimiento de Milton Friedman, el movimiento de Los Indignados se toma las plazas públicas y se manifiesta en contra de ciertas consecuencias indeseadas de su doctrina económica.

Friedman, que defendió a ultranza el libre mercado, fue uno de los economistas más influyentes del siglo XX gracias a sus trascendentales aportes a la teoría monetaria. Su mayor contribución fue la construcción del marco teórico que sirvió como base del radical cambio en la política económica que inició en los años 80. Sin duda, fue el autor intelectual de las ideas que utilizaron políticos como Ronald Reagan y Margaret Thatcher, para delinear sus programas económicos, que después fueron exportados a casi todos los demás países por el FMI y el BM.

Programas que moldearon a modo las democracias modernas, imbuidas con ideas de corte neoliberal, que se inspiraron en el libre mercado y el libre comercio internacional de mercancías y que produjeron la globalización actual.

El resultado: el imperio de los grandes corporativos y un súper poderoso sistema financiero internacional, una forma, si se quiere, perversa de reinado de la iniciativa privada a ultranza como motor del avance económico. Justo el monstruo de 1,000 cabezas contra el que se levanta la voz de los indignados.

En el centro de esa construcción ideológica se erigió el concepto del mercado. Según las ideas económicas de Friedman, éste es el mecanismo más adecuado para asignar los recursos que produce un sistema económico gracias a la información generada por su señal maestra, el precio.

Con el correr de los años y en buena parte basados en la profundización financiera y el imparable desarrollo tecnológico, la expresión máxima de mercado se puede encontrar hoy en día en los pisos bursátiles donde se transan acciones y deuda, que sirven de engranaje para todo el sistema económico.

Pero el problema radica en que en el proceso se crearon fuertes sesgos que ahora se han transformado en importantes iniquidades. Quién podría negar que los salvamientos bancarios que han ocurrido para prevenir crisis bancarias, como lo fueron el Fobaproa aquí en México o el TARP del vecino del norte, son una injustificable socialización de las perdidas.

Qué defensa se puede ofrecer para un esquema en el cual las instituciones financieras pueden generar casi obscenas utilidades que son repartidas en forma de millonarios bonos para sus ejecutivos y jugosos repartos de utilidades entre sus dueños, pero que cuando pierden dinero y llegan incluso a tambalear, víctimas de su propia avaricia y precario control de riesgos, el gobierno en turno corre presto para garantizar dichas instituciones, asumiendo onerosos pagos a cargo erario público.

Cómo justificar la existencia de estas instituciones que, en caso de ser rentables, recibirán un tratamiento de empresa privada, pero que si pierden, recibirán un tratamiento de institución pública.

Seguramente un gigante intelectual de la talla de Friedman jamás consideró que un resultado así se pudiera desprender de su maravillosa construcción teórica, sin embargo, así fue. Pero es también cierto que este indeseado desenlace se originó más que nada por una inadecuada regulación y seguramente una muy inadecuada gestión política.

Es el momento de escuchar a los indignados y replantear el camino, el objetivo es, pues, corregir estos sesgos. La historia ya demostró que la economía de mercado es más eficiente a la hora de asignar los recursos en comparación a otros sistemas como el comunismo, pero también está demostrando que los excesos generados por la corrupción y la avaricia tienen el poder de entorpecer hasta un mecanismo tan eficiente como el libre mercado.

*Carlos F. Pinilla es VP de análisis y estrategia de mercados de Total Value Group. cpinilla@totalvaluegroup.com