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Cómo nuestras expectativas determinan nuestras decisiones de inversión
Cuando los parámetros sufren alteraciones, los inversionistas cambian sus percepciones.
La mayoría de las barreras que nos imponemos están fundadas en falsas percepciones.
Robert Anthony Salvatore
De acuerdo con diversos estudios, las personas evaluamos las experiencias que vivimos no sólo a la luz de los resultados que objetivamente tenemos de las mismas, sino en gran medida a partir de la expectativa que, de manera previa, generamos sobre lo que creemos que obtendremos de dichas experiencias.
Si tengo una preconcepción de cómo debe ser una experiencia o decisión y ésta es sumamente elevada, la forma en la que evaluaré dicha experiencia estará determinada por qué tanto se acerque o se distancie de la expectativa que poseo.
El cambio que da la alteración de parámetros
En casos extremos, distintas investigaciones muestran que, al alterar los parámetros de percepción de las experiencias, incluso nuestros sentidos pueden ser distorsionados a tal grado que tengan percepciones diferentes. Un ejemplo de ello son los experimentos en los que se da a probar a distintas personas un vino de mediana calidad, al que se le colocan etiquetas de un vino de muy elevada calidad. Las personas, incluso algunos conocedores de vino, son influenciados por la percepción de que están bebiendo un vino fino y su calificación de sabor es acorde con esa percepción.
Lo anterior tiene implicaciones para muchos procesos de decisión y, consecuentemente, también para las decisiones financieras que tomamos.
Tratándose de inversiones, una percepción exagerada del beneficio que esperamos de la decisión puede llevarnos a que la evaluemos como negativa, aun cuando sus resultados objetivos sean favorables. En este caso, esperar un retorno irrealmente elevado, llevaría a calificar de forma negativa una decisión financiera que en los hechos sería favorable para nuestro patrimonio.
De acuerdo con modelos de decisión como el denominado Expectativas Afectivas (desarrollado por Wilson y Klaren), las personas creamos estados de ánimo que determinan la evaluación posterior de las decisiones que tomamos.
En temas financieros es frecuente escuchar (particularmente en el entorno actual de tasas de rendimiento sumamente reducida o con entornos de volatilidad muy marcados), que las personas se manifiestan abiertamente descontentas con el desempeño de sus inversiones. Aun cuando en algunos casos dicho descontento es justificado, en otros casos el descontento tiene su origen en la percepción de que tasas de menos de un dígito son en sí mismas malas; cuando deberíamos recordar que la referencia para determinar si una taza es adecuada es el rendimiento real obtenido y el nivel de riesgo de la inversión.
Tasas de interés impactan a los nuevos inversionistas
Ello es particularmente importante, porque para personas que apenas están empezando a tomar decisiones de inversión, se podría generar una percepción negativa que les llevara a evaluarlas de manera negativa y a desestimar la importancia de sostener la conducta de inversión o a asumir riesgos innecesarios elevados para cumplir con sus expectativas de rendimiento.
Similar circunstancia puede presentarse cuando tenemos una influencia que nos lleva a evaluar de manera negativa un portafolio de inversión que pudiese tener un mayor nivel de riesgo y una mayor volatilidad (con más variaciones de su nivel de valuación en el corto plazo). Esa percepción negativa podría llevarnos incluso a tomar decisiones de salida de un determinado instrumento de inversión, en el momento en que éste presentara una reducción de su valor, lo que sería el peor escenario de nuestra decisión. Ajustar por lo tanto las expectativas que tenemos del retorno de inversión y de las condiciones de nuestras inversiones a condiciones específicas reales y objetivas del entorno económico y financiero que enfrentamos puede llevarnos a tener evaluaciones más favorables que apoyen el sostenimiento de la conducta repetida de ahorro e inversión y así contribuir al fortalecimiento de nuestro patrimonio personal y familiar.
El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. Síguelo en Twitter: @martinezsolares.