Cagancho y su influencia en el arte contemporáneo

En el toreo moderno, que es el del siglo XX, han habido tres revoluciones: la de Belmonte, la de Manolete y la de Pablo Hermoso de Mendoza. Aquí no hablaré de la evolución del rejoneo, sí del caballo que la hizo posible, Cagancho, que murió con más de 30 años de edad el jueves reciente.

Su nombre tiene tres probables orígenes: pajarillo de canto dulce y agudo endémico de Andalucía; voz de la fragua de las cuevas gitanas de donde surgió Manolo Cagancho, cantaor del flamenco; mote del matador de a pie Joaquín Rodríguez (no confundir con Costillares), el torero de los ojos verde fuego, sevillano, quien debe su alias a su padre, de profesión herrero, que solía vender los ganchos para colgar ropa, diciendo: Ca’ gancho vale un real .

Pablo Hermoso de Mendoza, por su parte, es hijo homónimo de un jinete que alquilaba caballos para cabalgatas de ocasión, de ahí el gusto del vástago por el animal más bello del planeta. Desde niño fue campeón de concursos de hípica española y, de joven, al ver por la televisión una corrida de rejones en la que actuaban Manuel Vidrié, Álvaro Domeqc hijo y Joâo Moura, cifró su destino.

Con sólo un caballo, Cafeto el de los quiebros imposibles , Hermoso de Mendoza se hizo de un nombre en los pueblos de su natal Navarra. Para principios de los 90, época de epidemias equinas que cerraron la frontera hispano-lusa, Pablo ya contaba con una cuadra propia y fue entonces que el azar los puso en camino de conocer a Cagancho.

Usted monte mis caballos en arenas españolas y yo los vuestros en plazas lusitanas le propuso Hermoso de Mendoza al cavaleiro Pedro Franco, quien accedió al intercambio sabedor que esa era la única manera de torear en ambos países.

Así, el navarro se desplazó a la cuna del llamado arte de Marialva para darse a conocer. Sin embargo, el día de su presentación en la plaza Ermegeira, la corrida se suspendió por lluvia. Ahí, sin embargo, el ganadero del festejo, Antonio Brito, le dijo a Hermoso de Mendoza:

Matador, lo invito a mi finca. Tengo una crianza de caballos que me gustaría que conociera.

Y al aceptar el convite, Pablo se interesó por un caballo de procedencia Veiga, hierro de Joâo Batista, nieto de Firme e hijo de Nilo, y lo compró por una suma mínima, ya que, en apariencia, se trataba de un lusitano negro, cuatralbo, con escasas posibilidades para el toreo. Sin embargo, a los pocos años de monta, Cagancho se convirtió en un animal invaluable.

En una charla de sobremesa, Hermoso de Mendoza le contó al cronista taurino Pepe Malasombra:

Antes de que llegara la fama, vino a la finca un hombre que deseaba que le vendiera a Cagancho. Le respondí que no estaba a la venta. Me pidió entonces negociar el asunto frente a una cámara de video, ya que el caballo no era para él, sino para su jefe. Y que éste, hombre rico y poderoso, no le perdonaría a su empleado que no le comprara a Cagancho. Y con la cinta de video podía enseñarle que hizo incluso lo imposible para adquirir al equino. Le contesté que, adelante, que podía filmar lo que quisiera, pero que el caballo no se vendía. El hombre, pues, colocó un cheque en blanco sobre la mesa para que yo le pusiera los ceros. Así que, de la manera más educada posible, le solicité al sujeto que se marchara.

Más adelante, Pablo se enteraría que el comprador era un narcotraficante colombiano que, al igual que el rejoneador, descubrió en Cagancho cualidades que casi nadie veía, pero que, a partir del 8 de julio de 1991, día en el que Hermoso de Mendoza lo debutó en la Feria de San Fermín, de Pamplona, jinete y caballo empezaron a cobrar fama para consagrase en el 95 en Sevilla y Madrid, en el 96 en Villaviciosa, Campo Pequeño y Lisboa, en el 97 en Jerez de la Frontera, en el 98 en toda España y, desde el 99, en México.

El día de su presentación en la Plaza México le cortó dos orejas a un toro de Manuel Martínez y, por primera vez en la historia de la Monumental, se escucharon oles para a un rejoneador y su caballo estrella. Pero la verdadera hazaña sucedió el 5 de febrero del 2000.

De dicha corrida, escribí en su momento: Dicen que nació en Estella, Navarra. Dicen que tiene la edad de Cristo. Dicen que igual que Juan Belmonte ha revolucionado el toreo, pero a caballo. Dicen eso y más de Pablo Hermoso de Mendoza que, ya montado en Chicuelo, ya en Cagancho, ya en Mazantinni, es la imagen perfecta del centauro de las mitologías añejas, tal como lo demostró en el 54 aniversario de la Plaza México al cortar un rabo, proeza no lograda por rejoneador en este escenario desde Carlos Arruza en 1966.

... a la mitad de la función de los de a pie, por toriles surgió un ejemplar de Garfias anunciado como cinqueño que, a la postre, recibió arrastre lento. Y con dicho Preferido, Pablo Hermoso de Mendoza dio cátedra de toreo a caballo, siempre clavando los castigos de frente, siempre templando con la grupa, siempre adornando las suertes con movimientos que eran metáforas: verónicas, naturales, molinetes, trincherazos y abanicos, primero con Quéchua (en rejones), luego con Chicuelo (en banderillas), después con Cagancho (también en banderillas y en ese mágico toreo por los adentros) y, por último, con Mazantinni para colocar tres rosas y la estocada.

Y sí, por tal toreo, además del perfecto manejo de la escena, el centauro de Estella cortó el rabo, pese a que Chicuelo, en un giro mal dado, cayó a la arena y por poco lo empitonan; pese a la defectuosa colocación del rejón de muerte...

¿Por qué, entonces, tal trofeo?

Porque Hermoso de Mendoza logra en sus caballos lo que otros rejoneadores ni siquiera imaginan .

Para el 2002, Pablo decidió jubilar a Cagancho y el público de la México despidió de pie y con aplausos a ese caballo negro obsidiana y de salidas hechiceras al sesgo. Para ese año era el equino más famoso del planeta y, a partir de entonces, le esperó una vida sin monta y rodeado de yeguas. Eso hasta la semana pasada, que murió de viejo.