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Bacterias hermosas: Proyecto B95-11, un show audiovisual que ensambla ciencia y arte
A través de microscopios captaron el crecimiento de las bacterias que habitan la piel del ajolote de montaña, mezclados en vivo y con música original creada por Isaac Soto, Opuntia y Concepción Huerta; Cirrina Lab lo presenta este jueves en el Centro de Cultura Digital.

Foto: Especial.
Este jueves 19 de octubre la bióloga y artista visual Inés Gutiérrez Jaber, a través de su proyecto Cirrina Lab, presentará la pieza audiovisual B95-11 que explora la comunidad de bacterias que habitan la piel del ajolote de montaña y lo protegen contra la infección por hongos patógenos.
Acompañada por la música original creada por Isaac Soto, Opuntia y Concepción Huerta, además de la colaboración de Eria Rebollar, del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM, la artista explora el crecimiento de estas especies de bacterias a través de distintos tipos de microscopios.
El proyecto de Cirrina Lab se gestó hace algunos años gracias a la gran pasión que Inés tiene por la microbiología. “Me encantan los microscopios y se me hacen como obras de arte todos los organismos que se pueden ver a partir de este elemento”. Luego de que el proyecto ganara la beca Jóvenes Creadores del SACPC (antes FONCA), lo único que faltaba era juntar la ciencia con el arte para lograr B95-11, un concierto científico audiovisual.
Inés explica a El Economista que el proyecto toma su nombre por una bacteria “demasiado bonita”, transparente, con tintes amarillos, y cuando crece forma unas texturas y una colonia intensa de amarillo, “de inmediato nos enamoramos, yo quedé muy sorprendida de que hubiera tanta belleza en las bacterias”.
La autora detalla que normalmente en ciencia lo que se muestra son cosas fijas, en laminillas de cortes, imágenes, pero la idea de Cirrina Lab era proyectar cosas que se movieran, es decir “un show de bacterias”.

El laboratorio como primer paso
Para este proyecto audiovisual, la ecóloga microbiana Eria Rebollar tuvo el primer acercamiento. Ella se dedica a estudiar los microorganismos que conforman el microbioma de la piel de distintos anfibios, entre ellos, unos microorganismos que crecían con ciertos patrones con colores y texturas muy peculiares, se trataba de una colección de bacterias (cepario) de la piel del ajolote de montaña.
“A mí me llamó mucho la atención esta idea de que estas bacterias crean una especie de comunidad a pesar de tener diferentes características, unas se expanden más, otras son más gruesas y sus características físicas y fisiológicas se unen para crear comunidades sobre la piel”.
Comparte que una de las cosas que a ella le sorprendieron cuando empezó a trabajar con bacterias fue que son visualmente muy hermosas. “Normalmente nosotros asociamos a las bacterias con cosas malas, con aspectos de enfermedad o de daño, como organismos patógenos; sin embargo, desde 2009 empecé a hacer aproximaciones de otro tipo, como tratando de estudiar la biodiversidad de bacterias, en ese momento en lagunas, ambientes acuáticos, donde empecé a aislar bacterias de muchos colores; después, al trabajar con la microbiota de la piel de anfibios, trataba de estudiar sus bacterias, aislarlas, tenerlas identificadas y estudiar sus funciones”.
Es natural que pensáramos que las bacterias eran malas, pues la microbiología surgió a partir de tratar de entender que muchas de las enfermedades que nos aquejan como humanidad son causadas por bacterias u hongos. Así fue como se desarrolló, mirándola desde el punto de vista de “los malos”, pero en las últimas tres décadas esa visión ha cambiado mucho y hoy sabemos que la minoría, y sólo en algunos casos, las bacterias nos hacen daño, “en realidad las bacterias nos ayudan en muchísimos aspectos de nuestra salud”, dice Rebollar.

Faltaba la música
Cirrina Lab siempre ha buscado como objetivo fusionar la ciencia con la música, por ello era indispensable una creación original. Issac Soto, productor, DJ de música electrónica y participante del proyecto, comparte que siempre ha visto a la ciencia y el arte como unidad, por lo que es importante tener a los dos coexistiendo en un mismo espacio. “Esta vez lo que tratamos de hacer es bajar la parte física de cómo sonaría una bacteria, un laboratorio y en general, cómo suena la ciencia y por otro, la parte literaria de sacar sonidos provenientes de estos espacios. “Sampleamos” en el Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM, tomamos los sonidos de aquel lugar para generar música, pero también hubo un lado metafísico o filosófico que trató de responder cómo interactuamos los seres humanos con la vida en general”.
Soto detalla que buscaron rescatar microsonidos y hacer piezas minimalistas, con poca espacialidad y densidad, “hablando de sonido y hablando de composición, mucho del espacio microscópico en el mundo de la investigación, se podría relacionar con el concepto de silencios acompañados de pequeños pulsos provenientes de pequeños seres, como una síntesis granular; por ejemplo, un estanque de arroz con sonidos complejos, pero donde solo se necesita el sonido de un pequeño granito de arroz, a partir de ahí componer, creo que así lo relacionamos, esta fue la aproximación y el resultado, sonidos “texturosos”, “granulares” y que viajan en el tiempo”.
Para Concepción Huerta, productora cuya exploración sonora es a través de grabaciones de lo cotidiano, fue una emoción poner más atención y observar otros tipos de vida. “Se trata de tomar en cuenta todo lo que puedes hacer con el sonido, ha sido muy interesante acercarnos de una forma más profunda a un proyecto científico, logramos resultados interesantes que se entrecruzan entre el arte y la ciencia sin estar desconectados. La experiencia de trabajar con bacterias y seres microscópicos fue un intento por entender otro universo y cómo hacernos más conscientes de la existencia y magnitud de lo que es la vida y los comportamientos. Fue un ejercicio de interacción y de relacionarnos con esta forma de vida que está presente y muchas veces no le ponemos atención o la negamos”.
Huerta concluye que “el sonido es un elemento que permite la conexión a la humanidad, desde todas las consecuencias físicas, psicológicas y psicoacústicas, que tiene todo el valor de coincidir en nuestro cuerpo y mente, tiene que ver con la forma en que habitamos nuestro cuerpo y cómo nos relacionamos con él. Para mí es un acercamiento muy directo, porque la música y el sonido pueden estar en cualquier tipo de proyecto, lo interesante es cómo se aborda y cómo se llega a él”.
“En mi experiencia es un mito que los investigadores no quieran acercar lo que hacen a la gente. He trabajado con muchos de ellos a lo largo de mi experiencia como artista visual y la mayoría están muy abiertos a la idea, no es que quieran dedicarse a ser artistas, pero cuando se los platicas y planteas, entienden y conectan con los proyectos, te muestran lo bello de sus espacios y de lo maravilloso de su mundo”: Inés Gutiérrez, bióloga y artista visual.
El proyecto B95-11
Parte científica: Cirrina Lab, Eria Rebollar, investigadora del Centro de Ciencias Genómicas, UNAM, y Alberto Hernández Orta, alumno del mismo centro
Parte musical: Isaac Soto, Concepción Huerta y Opuntia
Corto documental: Colectivo Colmena, Francisco Borrajo, Miguel Escudero, José Pablo Escamilla y Diandra Arriaga
Se presentará el 19 de octubre de 2023 de las 19:00 a las 21:00 horas, en el Centro de Cultura Digital. Paseo de la Reforma s/n esquina Lieja Colonia Juárez, CDMX. La entrada es gratuita.