Lectura 3:00 min
Sí podía saberse
Si algo puede reconocérsele a López Obrador es que siempre dijo abiertamente qué quería hacer con el país en cuanto llegara a la Presidencia. Su lucha contra el enemigo neoliberal era algo que mencionaba constantemente en sus recorridos por el territorio nacional. La necesidad de reformular el nacionalismo revolucionario para convertirlo en la Cuarta Transformación era una especie de reencarnación de su ideología priista ahora en manos de un hombre honesto capaz de eliminar así la corrupción que había hecho fracasar al régimen de la revolución.
Su carisma y atracción hacían que no solamente los sectores populares lo vieran como una alternativa, sino que, frente a la debilidad de los mandatarios de la democracia mexicana, Andrés Manuel aparecía como el líder que México necesitaba. Su empecinamiento en regresar al Estado rector de la economía y a la regulación extrema de los mercados, así como su nostalgia por el Pemex símbolo de la nación y una CFE reproductora del modelo de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, fueron vistos por muchos como medios para llegar al poder, pero no para instrumentarlos en la realidad.
Sus reacciones frente al fallido desafuero por no acatar un amparo, el desconocimiento de los resultados electorales en 2006 y 2012, no dejaban duda de su enorme desprecio por una legalidad que no era legítima en tanto no respondiera a su concepto de justicia y verdad.
Aquellos intelectuales, periodistas, artistas y académicos que apostaron su prestigio y credibilidad creyendo religiosamente en la palabra del líder que prometía ser diferente a los políticos tradicionales, rápidamente quedaron decepcionados por algo que simplemente no quisieron aceptar durante años: AMLO no era el demócrata que se inventaron en su mente, sino un político tradicional con una personalidad arrolladora, pero no dispuesto a cambiar un ápice su determinación de revivir el presidencialismo absoluto de la Revolución Mexicana.
Hoy a tres días de los comicios, las opciones son claras para los ciudadanos y para la llamada “inteligencia” nacional. Nadie puede argumentar el irresponsable y vergonzoso argumento de: “no podía saberse”, cuando las cartas están sobre la mesa.
O la continuidad de la 4T y la presencia metaconstitucional de López Obrador desde su rancho, en este intento de anular cualquier poder que no sea el de un Ejecutivo con atribuciones de monarca absoluto dirigido a control remoto, o la reconstrucción de las instituciones de la democracia representativa con los equilibrios indispensables para su funcionamiento eficaz. Claudia contra Xóchitl en una contienda que definirá la viabilidad de México como país habitable para todos.